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Leyenda de amor de la Luna Roja
Publicado por luna roja en el blog El blog de luna roja. Vistas: 186
Ella era una mujer que sabía susurrar al corazón de los hombres y las mujeres del mundo, y con sólo su mirada era capaz de aliviar cualquier mal. Era libre como el viento y dinámica como el mar. Cantaba canciones al cielo de rebeldía y libertad. Sentía que el tiempo era efímero y se movía con gracilidad
entre los segundos y las horas, no dejando a casi ninguno pasar.
Era tan atractiva que nadie podía parar de escuchar sus canciones e historias. Era tan interesante y llamativa que no había posibilidad de apartar la mirada de su discurso de rebelión contra los dioses que tenían a la gente explotada. El mundo comenzó a seguirla y ella continuaba con su mensaje, emocionada.
Los Dioses la acusaron entonces de enloquecer al planeta. La culparon de que las personas se volvían rebeldes e indomables bajo su influencia. La vilipendiaron, la llamaron bruja, la juzgaron por delitos terribles contra las personas y las deidades, y la desterraron lejos de la humanidad a la que ella tanto amaba. Pero el castigo fue más cruel. La mandaron lejos, pero condenada a ver, desde el cielo, a los seres humanos que tanto amaba mientras eran sometidos por los Dioses. Jamás podría volver a pisar la hierba, jamás podría volver a respirar el olor a tierra mojada, jamás
podría volver a respirar el olor a tierra mojada, jamás podría dar un beso o sentirse amada. Y los Dioses la llamaron Luna y en las noches, iluminaría todo aquello que tanto anhelaba y quería.
Nacida libre y rebelde, Luna supo esperar su momento. Se dio cuenta con el tiempo de que algunas noches, las nubes cubrían el cielo y nadie podía verlo. Entonces, aprovechó una de esas veladas para desaparecer del cielo y bajar a la Tierra. Visitó sus lugares favoritos: los mares, los ríos, las montañas, las playas… Finalmente llegó a un valle surcado por un río y lleno de flores de lis, y ahí se detuvo, cautivada por su aroma promovido por un viento quieto y suave. Caminaba tranquila por el valle sin darse cuenta de que, hacía ya unas horas, la seguía un apuesto joven que se percató de su presencia.
Él se llamaba Marte. Era pasional y despierto. Estaba lleno de sueños. Era un rebelde, poeta y guerrero. Con sus palabras era capaz de mover los sentimientos más profundos del ser humano. Marte no entendía a Zeus, o era Zeus quien no entendía a Marte...
El jefe de los Dioses quería un hijo para nombrarlo Dios de la guerra, pero Marte era díscolo y sensible , empatizaba con todo ser y no se sentía capaz de hacerlo. Al ser hijo del Dios Zeus, él sabía quién era Luna y quería conocer a la hermosa y libre mujer que había sido desterrada por los Dioses. Seguro de sí mismo, se acercó a ella. Luna se asustó al verle. Intentó escaparse
presa por el pensamiento de que la castigarían los dioses por su atrevimiento. Pero Marte la detuvo con un leve roce en su espalda y las palabras que emanaban de su grave voz la convencieron de que sólo quería conocerla.
Luna había actuado por instinto al aceptar la petición del hijo de Zeus de quedarse y conocerse. Estuvieron toda la noche hablando y, sin darse cuenta, se conocieron el uno al otro. Tanto se conocieron que se acariciaron el alma y surgió un amor rebelde y bello. Así, nacieron las amazonas y los poetas, los bailarines y las guerreras, los piratas y las corsarias, los locos y los inadaptados a las miserias de este mundo...
Anónimo.
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