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lo que no escuchamos
Publicado por Melquiades San Juan en el blog Dibujando Voces. Vistas: 494
Lo que no escuchamos.
Antes de la invención de la radio no sabíamos que hay en el cosmos muchas señales.
El oído humano solo tiene la capacidad de escuchar ondas sonoras.
La vista, el rango de frecuencias relacionadas con la luz.
¿Qué rangos de frecuencias perciben los demás órganos como la piel, el cabello?
¿Cuál el cerebro?
Qué otras partes del cuerpo emiten o reciben señales y en qué frecuencia oscilan éstas.
A diferencia de otras personas, desde temprana edad (por mi cercana relación con la radiocomunicación) sé que el universo emite muchísimos sonidos. Sonidos que no percibimos porque nuestros receptores de señales de radio naturales no tienen la capacidad de percibir todas las frecuencias, solo lo hacen con aquéllas que tienen relación con su sobrevivencia y actividades cotidianas.
Con la invención de la radio, la humanidad se encontró con señales que desconocía. Por ejemplo, las generadas por el campo magnético de la tierra, esas que quedan después de una tormenta eléctrica, las que resultan después de una explosión solar que incide en el campo electromagnético del planeta, modificando la capas de la ionosfera.
Cuando disfrutamos desde una playa, un valle solitario o una montaña, de la visión de una noche estrellada, disfrutamos del silencio.
Nos enternecemos con su paz y vuelcan esas impresiones tantas inspiraciones en nuestros sentidos que decimos
¡Maravillosa paz!
¡Maravillosa silencio celestial!
Nada más errado.
Nuestras limitaciones perceptivas nos hacen la broma.
Un simple radio receptor de Alta Frecuencia nos permitiría escuchar la vorágine de señales que desde todos sitios del universo se emiten. Explosiones solares nocturnas, interacciones de los cuerpos celestes. Señales viejas, viejísimas que no somos capaces de interpretar inmediatamente.
Señales que siguen su viaje por el cosmos cientos de miles de años luz y rebotan en algún cuerpo, o se fragmentan en alguna zona de asteroides, debilitándose quizá, o reflejándose con más fuerza en diversas direcciones.
En los inicios de la radiocomunicación, las primeras radiotransmisiones humanas fueron hechas a partir de antenas emisoras de polarización vertical y en frecuencias poco apropiadas para largas distancias. Marconi hizo su primera emisión transcontinental en frecuencias muy bajas, frecuencias que percibían todos las señales radioeléctricas emitidas desde el cosmos y sobre todo, las generadas por la interacción de la superficie de la tierra, de sus objetos y superficies elevadas, eternamente buscando el equilibrio de sus cargas (potencialidades) eléctricas.
Hoy, la radiocomunicación tiene pocos misterios. Las frecuencias bajas tienen poco uso, las muy altas y ultra altas construyen el vehículo para la magia del mundo moderno, las que están en el rango de la luz dentro de la fibra óptica. Todas aparejada a proyectos de infraestructura que hace apenas un siglo eran una utopía: Los satélites, las estaciones espaciales, los sistemas repetidores ubicados en la luna y quizá en otros cuerpos celestes dentro del sistema, ocuparán la capacidad inventiva de los seres humanos.
La red que usamos para estar tan a mano, como si nos tocáramos dedo con dedo o nos miráramos de pupila a pupila, tal como apreciamos el progreso de la tecnología, será obsoleta, si no es que ya lo está, para los proyectos vanguardistas de la siguiente década.
Qué sigue.
Qué otra maravilla surgirá y nos cautivará en los siguientes años.
Qué en el próximo siglo.
Por hoy solo podemos respirar entre momento y momento interactuando en la red. Nos absorbe la vida, nos suple las carencias físicas y casi nos hace, virtualmente omnipresentes. Todavía es cosa de ciencia ficción pensar que nos podría alguna vez hacer materialmente omnipresentes.
No lo veremos quizá, pero podemos pensar en ello.
Quedan murmullos todavía por escuchar, estoy seguro.
No los escuchamos porque el Siglo pasado se mantuvo ocupado en el desarrollo de la radio; y el inicio del presente, en el perfeccionamiento de los patrones de modulación y coordinación para el manejo de las señales. La inteligencia humana crea cada día dispositivos y sistemas para que parezcamos más galácticos que terrenales. Estamos embebidos en nuestro encantamiento, unos diseñando y otros usando. Tan entretenidos que quizá no estamos poniendo atención a más formas de comunicación. Que las hay, estoy seguro.
Bueno ya habrá espacio para ello cuando se agote esa veta, la que nos lleva en la montaña rusa a la velocidad de la luz.
En el trayecto (como casi siempre pasa) ocurrirá un accidente tecnológico que abrirá otras puertas. O quizá ya estén abiertas y la experimentación esté en pañales. Bueno, de algún modo estaremos al pendiente, y si esa puerta es suficientemente amplia, probablemente, estaremos en contacto.
Post Data, luego reviso qué hicieron los dedillos.
Por fortuna aquí nadie lee.
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