Mi otro yo

Seguro veo que vengo de la niebla helada,
aquella sutil corriente que se abalanza, está viva.
Vereda de energía radiante para romper el espejo,
y comprobar que detrás de un pulso de azogue, está,
mi fuerza entretejida por ensueños de vida
que cantan supurando los apagados recuerdos.


Veo a mi alrededor el silencio silbante;
dejo que la sonrisa se bañe en su ilusión harapienta,
en aquellas…, las lágrimas del tiempo vivido;
y como en una danza de erizados sacrilegios
dejo florear la sonrisa pálida de mis manos, para
atrapar el vértigo de otro espacio de terciopelo.


He regresado allí, entre hélices de tangencias,
para ver: las huellas, las lágrimas, las alegrías.
Y me dejo batir por algunas teclas de piano
que casi tartamudas ciñen las impresiones.
Quedo aprisionado en el halo fugaz de la mirada,
mientras ellas tañen la transparencia de mi “yo”.


Derribo el sentido y viajo hasta donde acaba el mundo.
Una visión, caras obscenas que penden del techo.
Yo en mi pasadizo de hombre extiendo el hilo de mis visiones,
y dejo que esas manos de vida se colmen de mis atmósferas.