Momentos felices

Recuerdo que él vivió con nosotros por un par de meses, era profesor de geografía y que para ganar algo extra en las vacaciones de verano, pintaba viviendas aquí. Cada tarde repetía el mismo ritual. Tanto antes o después de la cena nos preguntaba cerrar los ojos por un momento, y de allí seguía una especie de oración en su idioma, donde nombraba todo lo que había sobre la mesa y por ello agradecía, desde la sopa, verduras, postre, finalizando por el techo que teníamos sobre nuestra cabeza.
Reconozco que a veces se producían momentos acompañados de risitas tontas, éramos muy jovencitos, mis hermanos y yo. Aparte que no entendíamos nada del idioma, pero de cualquier manera nos sonaba gracioso. Ahora, con el transcurso de los años veo lo hermoso de eso y pienso que no es nada loco pararse un momento a reflexionar sobre todo lo que tienes. Para justamente hacerte consciente de las pequeñas cosas que vale la pena en la vida y de hecho que gracias el amor y la pasión se logró.

Quizas es muy cierto que, las cosas naturales recién las valoras cuando por un momento ellos no son tan evidentes. Así descubres recién que el camino de ida has tenido el viento a tu favor y cuando vuelves tienes el viento en contra y debes pedalear. Y - es un cliché pero no por eso menos cierto - cuantas veces te realizas lo agradable que es estar saludable cuando recién tu cuerpo lo deja saber. A veces pareciera que necesitas algo de miseria en tu camino, para descubrir lo tanto que hay para estar agradecida.
Con caernos y levantarnos aprendemos a enumerar nuestras bendiciones. Aprendemos de un vaso medio vacío hacer un vaso medio lleno. Y funciona, he notado, para decirlo con voz alta contra tí misma y contra otros. Cada vez menos veo la nube, pero sí el sol que sale por encima de todo. Y cuando antes de quedarme dormida pienso en los momentos felices del día, parece incluso ser cada vez más.