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Ojo de tierra

Publicado por MiguelEsteban en el blog El blog de MiguelEsteban. Vistas: 706

Ojo de tierra:
Escrito en mayo del 2015

Clama la flor, abeja del lugar por gritar.
- Ven, toma mi néctar,
déjame compartir mi vuelo contigo.
Réquiem por la flor, oda por la margarita
con su mariquita, sauce caído,
cobijado tejo, crepitando:
- tú eres primavera.
Olmo viejo en retozo,
quebrado por la aguja silente
de la carcoma.
El cadillo miente, mientras el abrojo
clava el sentido, quiere la amapola
ser la alegría del lugar.
Cuando el brezo enraíza
el alma de sangre
por derramar mi cuerpo yerto
en la navaja, mientras
la lavanda amamanta la abeja,
y abejorro que llamé genaro.
Amaranto el firmamento
llórame una estrella
y su hueso de luna que
rompa firmamentos
en auroras,
que venza colgándolas
de las pestañas,
y mientras las pupilas
en sombra abren su cueva
en la clamada verdad.

El Castellano.




Soñé, te viví, te besé,
te anhelé, te abracé, te sostuve,
te mecí en mis brazos,
te acurruqué, te dí de mis labios
de beber; hice tus piernas
recorrer en pasión,
te viví desde pies a cabeza
y siento decirte algo:
- que no me gustó, me encantó,
me emborrachó, me drogó,
si acaso, hubiese posibilidad
de que yo no estuviese muerto
sería por tu recuerdo, amor.

El Castellano.



De este cementerio viviente
que me dejen ser la flor,
que por lo menos
a un muerto da calor;
y al difunto, la caléndula su luz,
adorada, nacida del rayo de Sol.

Quien te quiere, te quiso y
te querrá desde este corazón muerto
te amo en albor flor tras flor,
elevado resquicio de caricia
de Diosa Ostara
en resquemor de primavera
cardos brillando en espina
de dolor, desde mi nicho
pido mi nicho de espinas y de cardos
cuando llegue el momento
si no a mi no me entierran en este cementerio del que vengo
y que la parca fría venga a por mí que este hombre
ya ha muerto y su último suspiro
fue un yo te sentí amor
voy a tu encuentro.

El Castellano.



Diente de león por clamar
el prado yerto, donde lo vivo son las plantas silvestres
incluso el cardo de las damas, las malvas, las piedras agujereando el terreno
molinillos al viento, por gemir caléndulas silvestres y
papaver hibridum, amapolas roheas sangrando borbotones de sangre de tierra por brotar
plantago por llenar el campo de espigas con flores, todo escarabajo gozando de la flor
cómo decir que la flor sea sólo la flor, si del reino animal es templo, hogar y morada
donde todo empieza y todo acaba.
Margaritas en envidia miran tus ojos y luego miran las estrellas,
una sabia dice y afirma: son mejores y más bonitos sus ojos que ardieron los luceros,
vidas de tu entraña alborada, que el oro no es oro sin mirar tu corazón;
Corren las amapolas, de tu sangre arden en hoguera
incombustible, plena, yerta, indescriptible esencia.

El Castellano.



Golondrinera frágil, esquiva, reina luz del bosque de las sombras
con tus amapolas amarillas, los luceros del cielo.
Por poblar jacintos silvestres, tragopogones, amapolas por doquier
amando la primavera entera en un mundo que cae disuelto
en espinas de cardo y alhajas de flores de todos los colores,
mi templo, mi casa, mi hogar, mi albor, sin alcanzar las plantas silvestres
por poblar este mundo silvestre por mirar y dan ganas de tumbarse
y ser la flor de muerto porque me tumbaría para que me crezcan las malvas
y mi cuerpo críe malvas y cicutas rojas y negras de tinta y sangre
mi condenada bandera.

El Castellano.


Estampa quieta, tejida en el umbral silente, nacido de las sombras
y sus benditas estampas de damas de noche, la flor blanca estrellada
canta tambores de la tierra.
Y los grillos afinando el violín están.
Las margaritas tienen el te quiero tatuado a fragua
de la flor que sea flor, belleza creada del rayo de Sol
y su albor mecido por dioses, acariciado por Ostara
el humor de primavera cuelga de las faldas
mientras mujeres hilvan y trenzan sus cabellos en oro fino de seda.
Yo soy un humilde escriba d ela flor de difunto
caléndula officinalis, por la que el muerto encuentra la luz.

El Castellano.



Bebo de aquel cáliz antiguo siento las estrellas
buscando la respuesta para ser feliz.
En la planta en albor que crece del rayo de Sol,
sabiendo un secreto de druida de que si miras el Sol
al amanecer minutos y minutos todas las plantas en flor silvestres
brillan incluso más fulgente que el rey lucero,
todo lo colma su brillo, la tierra deja paso a toda vida en color,
a través de la caricia nos trae Lugh.
Reinando el Sol está, hablé con la lombriz de boca gris
que apareció tras mirar fijamente preguntando
a una flor de difunto me comentó que podría indicarme de la tierra
donde todo es libre, no hay dinero, todo vive por suprema ley natural, sin miedo ni odio.
Le pregunté a la lombriz que dónde quedaba aquel lugar,
y me dijo con amplia voz:
- bajo tierra.

El Castellano.



Monte elevado en el horizonte,
brezo, encina, carrasca, esparto, espino,
todo crece en albor sin preocupación suprema
nada más que seguir viviendo y echar generaciones.
Hoy me desperté y contemplé la ciudad con todos
los edificios grises, como sus gentes
todo pasa de tierra y aquella que me dijo la lombriz
boca gris me espera, así tenga que estar mi cuerpo
frío, caído de hoja en otoño, no espero vivir eternamente
ni ser festín de gusanos tempranamente.
Yo acabaré por entender la mentalidad de aquella lombriz
de su tierra, que no hay preocupaciones,
fue el ser humano el que inventó el dinero
y la esclavitud que trajo.


El Castellano.





Amapola silvestre,
llévate mi sangre a las entrañas del inframundo
así como tus pétalos elevan la sangre de los suelos,
que tus raíces me conduzcan al tercer reino.
Ooh, espino amarillo, que bajo tus espinas
han visto infinitud de cal varios nacer los montes
y senderos, que todos llevan al mismo sitio
a perderse en el elevado espino de tu luz.
Ooh elevado, cuál sería tu misterio
para dejar a este escriba absorto.
Brezo silvestre, sin miedo, tras el olivo
te vi crecer, y una margarita cerró junto con el verso
de la caléndula arvensis que tapó con sus pétalos
en cuña, al caer la luna al cielo.
A tí genaro, abejorro de mi jardín
te extrano y echo de menos, bonito.

El Castellano.




Corre trémulo a desvoz el cosquilleo silente,
que avanza, que recorre tus piernas en ambrosía y miel de dioses
junto con tu aura y alma de dulzura sacada de raíz de la tierra, mi hada
ni una flor se te cayó, ni un pétalo dañó, agarraste enraízada con albor
y tú tragopogón, duende, el mismo destino de rey silvestre te espero
y aguardo en mi maceeta, ya que en lo que llevo viviendo
ni una planta se me ha muerto con mi don,
hasta amapolas comunes vieron florecer mis macetas,
hasta margaritas de manzanilla gorda, hinojos, brezos, jacintos silvestres,
crié como un dios creador, dador de vida incluso de la humilde semilla
de la calendula officinalis.

El Castellano.



Encina del rayo crepitante, de mi ser llorando,
hojas escritas en sangre, enraizando sentidos sin descubrir
amando inertes actos incluyendo dichos sabidos y en desuso.
Su condición asesina de la estampa en soledad y pena de procesionaria
todo avanza en un sentido mientras yo me detengo a mirar
el cuervo que me persigue por poeta maldito, extraño mi casa,
este ataud es frío de tiempo muerto.
Este ingreso y ni siquiera puedo encender un cigarrillo
para quemar estos pensamientos parcos y yertos
como mi cerebro en esta lata de sardinas, de cuarta planta de suspital de Alcalá de Henares,
donde nací y casi me sostiene eternamente la silente muerte.

El Castellano.




Mi vida te escribo como gota que va a los mares
tú que fuiste altiva, ningún humano te pisó
los dioses honraste y te honraron
desde el cerro al abismo, tocado y acariciado
donde todo surca la oscuridad madre
y dama de noche sin afectarle el cielo de la yerta amapola de luna desangrada
y su estramonio vestido de gala de estrellas.
Todos bailando en la fiesta de los no importados menos la rosa y el clavel masculino
que tiraron abajo el telón para comenzar la gala y el baile ganó la datura con la dormidera
por sus trompetas de los ángeles abriendo al clamor.

El Castellano
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