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Perfiles Psicológicos (Aerolíneas Calientes, Cartagena)

Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 159

Sandra había aterrizado en territorio colombiano con ganas de vomitar y dolor de cabeza, con la ansiedad por conocer al nuevo novio que la esperaba en una tierra exótica (“Raquel es un burdel”, canta Miguel Ríos). Vinicio lo pensó, pero luego, se quedó con ella en vez de dejarla tirada en el cuarto del hostal donde se hospedaron. El guaro había hecho su trabajo y Sandra cayó en la cama, abrazada a dos botellas de guaro nacional que habían comprado en el Aeropuerto Internacional Juan Santamaría, para recordar a su tierra.

Antes de continuar, me hago a mí misma la aclaración, de que omitiré algunas partes, contadas por Vinicio, porque de lo contrario terminaré escribiendo el guion de una película para adultos, con Sandra y él mismo como protagonistas, y mi mente puede caer en escenas explícitas. Lo que escribo, lo hago basada en notas que me facilitó Vinicio y unas cuantas que Sandra incorporó luego, ambos fungieron como corresponsales aficionados.

Sandra iba con sabor a Costa Rica y su cosquilleo en las piernas tenía procedencia venezolana, lo comprobaría en una discoteca, donde pasaron una noche y donde ella recibiría una nalgada con tal fuerza que le dolió (imagino que no es la primera vez que nalguean a Sandra), y por supuesto, en vez de disgustarse por la nalgada, Sandra se iba con el venezolano a que le hicieran un baile privado sobre sus piernas en plena disco, junto a la mesa donde tenían sus tragos. De ahí a un beso, fueron segundos y de ahí a besarse al mismo tiempo con dos hombres, era nada. No sé si es la primera vez que Sandra hace un beso entre tres, no lo creo.

A Vinicio mientras tanto, lo habían arrinconado en la pista de baile, lo tomaron del cabello, se lo jalaron de forma provocativa y le salieron un par de respiraciones agitadas, mientras la chica le bailaba sensualmente a sus espaldas, enseñándole un tatuaje de Mickey Mouse:

- Y abajo tengo un dragón – le dijo, mientras le indicaba el camino con la mirada.

- ¡Qué rico! – le contestó Vinicio, sujetando un trago en la mano izquierda mientras se movía al ritmo de la música.

Vinicio tuvo una oportunidad de oro, dos chicas le ofrecieron hacer un trío, una argentina y una colombiana, pero el destino no quiso que aquello pasara. La siguiente noche, cuando quiso con una de ellas, no pudo, le dio una bebida y la chica se la tomó, con tan mala suerte para Vinicio que ella se durmió y no pudo comerse al dragón que le habían ofrecido en el baile. Sandra en cambio, estaba bien abrazada en una suite, calentita, Vinicio se tuvo que conformar con dormir en el frío piso, fuera de la habitación. Sandra no había dormido, los cortes de carne que encontró allá la mantenían despierta, alivianada, como flotando en el mar de la tranquilidad y la sensualidad. Estaba emocionada, era soltera, sin estrés.

Al día siguiente, durante un viaje en yate, Sandra se lanzó al piso a bailar con tres muchachos de buen ver; en tanto, Vinicio hacía video llamada con su futura suegra (o al menos eso parecía). También fue la manzana de la discordia cuando una mujer lo invitó a bailar, frente al marido de esta, Vinicio aceptó, lo que se ofrece de gratis, no se debe tirar al basurero. Además, le arrancaron a Vinicio su cadena y la echaron al mar, como si aquel tesoro que llevaba y no se quitaba nunca, hubiera tenido escrito en su destino quedarse en aguas sudamericanas.

Hubo buceo, discotecas, viajes en yate, bebidas, besos, cosas censurables, visitas pendientes a Cartagena otra vez y a California, Estados Unidos. Escenas que Sandra prometió mejorar en su próximo viaje. Cartagena no estaba preparada para recibir a ambos, los había detenido la policía a las cuatro de la mañana, porque uno de sus amigos orinó en la calle, a la salida de la discoteca, pero luego de comprobar sus pasaportes y demás documentación, los habían dejado irse, no sin antes advertirlos por sus actos indebidos en la vía pública.

A la vuelta, ambos se habían sumido en una fiesta de carcajadas mientras trabajaban, Vinicio se levantaba de su asiento y acudía a la esquina, a recordar con Sandra los conceptos aprendidos durante su viaje. La gula era un pecado cuyo epicentro se ubicaba en el Sur del continente.

Como dije al inicio, muchas otras cosas sucedieron, variedad de colores y sabores, una gama de destinos (como millas de viajero), sudores que no se secaban en una toalla, pero por dignidad y ética profesional las omito. Lo que aquí está escrito, es aquello que no compromete la integridad de ninguno de sus protagonistas ni la mía propia (aunque dado la intimidad de mis escritos, es imposible exponer la integridad de alguien). Que nunca se diga que me dedico a fantasear, porque solamente escribo las cosas que veo o escucho, sin cambiar ninguna letra.

Me marcho, conseguí que el chico del despacho de abogados me invitara a cenar… ni pongan esa cara (¿a quién le hablo? si nadie leerá esto), es solamente una cena, nada más. Aunque, con suerte podría pasar algo, podríamos ir por un postre, algo dulce o salado, depende de los gustos. Pero no creo, esas cosas solamente le suceden a mis queridos chicos de la Oficina Sunshine. Por cierto, alguien había dejado una nota sobre mi escritorio, preguntando por mi sonrisa, están tan acostumbrados a mi seriedad, que cuando no la llevo conmigo, es una novedad.
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