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Perfiles Psicológicos (Omisión de pecados)

Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 133

Había una vez, en una tierra muy, muy lejana…

Vinicio había llegado con una bolsa cargada con dulces, confiterías y panes, las había conseguido en una piñata, durante una fiesta del fin de semana. A su edad, las piñatas debían llenarse con otras cosas, no con tantos dulces, pero a veces nos gusta regresar a nuestra infancia, porque fuimos felices ahí.

- Y ¿está guapo? – preguntó Sandra de Granados (perdón, yo sé que aún no es de Granados, pero es para ir practicando).

- ¿Quiere verlo? – le dijo Vinicio induciéndola al pecado.

- Sí, porque si está guapo, yo le pago lo que sea.

Vinicio le mostró la fotografía.

- ¡Uy, Satanás! – le contestó Sandra, con una risa que poco dejaba a la imaginación.

Yo en cambio me había percatado de algo durante el trayecto de la casa a la oficina, no me dio por verificar que trajera la computadora en mi bolso. No sería nada interesante si no fuera porque padezco del TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo), que en algunas personas se manifiesta por el excesivo deseo de ordenar sus cosas, lavarse las manos repetidas veces para evitar una infección, repetir las palabras en silencio. En mi caso, me daba por chequear hasta cinco veces las cosas, que las puertas estuvieran cerradas (aún sabiendo que lo estaban), revisar que las luces estuvieran apagadas al acostarme, y por supuesto, revisar varias veces que llevara todo lo necesario en el bolso.

Nicolás estaba enfermo, e Isabel hacía la observación de que últimamente se enfermaba con mucha frecuencia.

- Hay que recomendarle que se alimente bien – le dijo Isabel a Vinicio.

- ¡Claro! – dijo Sandra – uno no se pone cualquier cosa en la boca.

- Por eso Sandra solamente consume frutas altas en potasio – alcancé a decir, mientras que Sandra asentía con la cabeza.

Paolo descubrió en el cono Sur un negocio del que tenía desconocimiento, una producción de dulces que lleva su nombre y del que estoy segura no cobra aún los derechos que le corresponden por imagen.

Sobre los masajes con final feliz que dio Vinicio en Cartagena no escribí antes, ni escribiré, porque debe haber cierto grado de intimidad en las personas al cual yo como profesional, no debo llegar. Ni me referiré tampoco a las andadas de Sandra, quien está ahora fungiendo como madrastra luego de su nueva adquisición amorosa, aunque ella insista en negar el amor, porque la libertad de la exploración sin compromiso es más placentera.

La semana anterior toqué con varios el tema de la infidelidad y ahondamos en las consecuencias que dicho tema tenía en la vida y la necesidad de reconocer los terrenos pantanosos para no caer en ellos, dada la fragilidad de la carne. Que los infieles den cuenta de sus actos el día del Juicio Final, el resto podemos seguir en paz.

Vinicio había hecho más que darme una pincelada, me había dado una charla privada sobre los actos indecorosos que Sandra llevaba a cabo, sobre sus fotografías, los amores, con quien dormía, pero nada decía sobre sus propias lujurias, esas que se salían por sus sonrisas y que callaba con cierto temor de ser juzgada.

El resto del día pasó normal, Romeo, Amalia y Mateo pasaron tranquilos, cada uno en sus labores.

Ahí terminaron Vinicio y Sandra, comiendo una paleta dulce cada uno, pero tengo de testigo a Isabel sobre los placeres que se consumen en ese escritorio, ¡líbrame, Dios padre! Las duchas también se hacen por videollamada, que lo diga Sandra.

No omito mis pecados, porque mi conciencia está libre de astillas, las cosas que pasan a la orilla de la playa no deben llevarse a la casa, hay que dejar que las olas se las lleven. Las jurisdicciones eran llevaderas las últimas semanas, nos enviábamos regalos, gifs, mensajes pecaminosos. Nada que fuera más allá de la diversión, sin amores, sin ataduras, porque cuando nos atamos a algo, se complican las cosas. Pero aquí entre nos, el dulce de leche no se come en pan, tiene otros usos más oportunos.

Llegó el martes, con la antelación del miércoles y la posteridad del lunes.

- Ve – me dijo Evangeline – luego queda como Regina, como caja fuerte.

- ¿Tan mal me veo con esta ropa? – respondió Regina, mientras calentaba el desayuno en el microondas, pero no, no se veía tan mal.

Alfonso tuvo la gallardía de sentarse con nosotros, llevaba la tercera taza de café cuando el reloj indicó las ocho de la mañana. La fuerza de la Luz lo envió con Evangeline, Isabel y conmigo, a alejarse de los malos pensamientos, sólo el tiempo dirá si el discípulo emulará a los maestros.

- Huele a tanque séptico – nos dijo Alfonso mientras me miraba de manera sospechosa… incriminatoria… y el comentario no me hubiera afectado si no hubiera sido porque me encontraba desayunando, ¡qué detallazo!

Enrique, que había pasado el día bien, estuvo a punto de aterrizar de narices por accidente, pero logró sostenerse luego de la mala jugada que su silla quiso jugarle.

Cuando Alfonso se despidió, nos agradeció el lindo gesto que tuvimos de recibirlo en nuestra zona laboral, quedó invitado la próxima semana a nuestro escritorio, el templo de los que buscan salvación en tierras de pecados omitidos.
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