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Perfiles Psicológicos (Parálisis de la normalidad)
Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 114
Últimamente retomaba la charla en forma privada con Enrique, pero con la versión del Enrique que me agradaba, aquella donde reía, donde el sarcasmo era empleado con tanta gracia que la conversación terminaba en risas por ambas partes, porque para mí, la gente que utiliza el sarcasmo es porque ha aprendido de la vida y eso es algo enorme que por desgracia algunas personas se empeñan en no querer hacer. Pero él hacía del sarcasmo una forma de vida y yo también lo había aprendido a utilizar hace muchos años, aunque si me pregunto el motivo, sinceramente no lo recordaba, pero gracias al sarcasmo me había sacado mucha gente de encima, porque hay quienes no quieren oír las verdades y son como aquellos que vivían en los tiempos de Jesucristo, aquellos a los que llamaban fariseos.
- ¿Evangeline no vino hoy?
- No – le respondí mientras me servía el café de la mañana - vino ayer.
- No encontró quien le cuidara el bebé – adivinó Regina, ella calentaba el desayuno, se había extrañado, lo normal era que yo desayunara con Evangeline, a veces no pasaba, pero eran escasas las ocasiones.
Durante la reunión de hoy hubo un minuto de silencio accidental, hasta que Romeo finalmente entendió que era su turno de hablar y entonces dijo las labores que llevaba hasta ese momento del día, seguramente había tenido un buen fin de semana y rememoraba cada segundo pasado. Durante el almuerzo y en lo que considero un verdadero acto de buena fe, Alfonso se ofreció de manera voluntaria a escribir para mí todo lo que aconteciera durante el paseo de navidad de la empresa. Aún quedan algunos meses para eso, pero por lo menos ya cuento con corresponsal para dicha labor. Porque al no asistir yo, temo que el comportamiento de algunos no sea todo lo apropiado que pueda ser, considerando que son adultos queriendo ser niños.
La normalidad es algo muy relativo, porque para alguien puede ser normal despertarse y rezar antes de hacer algo, para otra persona lo normal puede ser despertarse y sentir temor por lo que pasará durante el día. Nosotros creamos nuestra propia realidad y nos movemos afines a ella, nos encapsulamos en nosotros mismos y nos acomodamos de manera tal, que a veces, aunque abusemos de nosotros, nos sentimos a gusto en ese estado. En Sandra la normalidad era esa capacidad innata de disfrutar las cosas de los demás. Por eso estaba feliz, porque ella, Nicolás y Vinicio habían pasado un fin de semana veraniego en pleno invierno. Dos de ellos en Paraíso de Cartago y el otro en San Ramón. Desconociendo eso sí, si Paraíso se llamaba el sitio o la experiencia frenética que habían pasado. Por separado, Vinicio y Sandra tenían la misma opinión, ellos dos y Nicolás comenzaban a sentir mariposas en el estómago.
- A Sandra le quedan dos años más de fiesta con Vinicio – me dijo Isabel.
- ¿Por qué?
- Porque el cuerpo no le va a dar más – y de una soltó una risa que yo no pude evitar acompañar.
Durante el almuerzo, Paolo rememoró las cenas navideñas en su querida Venezuela, Alfonso hizo lo mismo con Honduras y el resto de los comensales comentamos las experiencias en Costa Rica, lo que acostumbrábamos a comer, principalmente cerdo y ensaladas.
- ¿Usted qué come para la Navidad? – me preguntó Paolo.
- Lo tradicional, pierna de cerdo o pavo, según el presupuesto.
Isabel estaba con síntomas gripales, al parecer Vinicio también, y Donato, pues durante la reunión Donato se puso de rodillas e imploró a Dios la gracia de que él no se enfermara porque era un lujo que no podía permitirse.
Mientras yo estaba con un karaoke interno, escuchando “Querida” de Juan Gabriel, Amalia estaba tratando de escabullirse de la cita con un dentista, para ver la posibilidad de asistir durante el fin de semana y librarse del tránsito de los miércoles. Luego hice una prueba de sonido con ella por cerca de veinte minutos, era un ir y venir de saludos hasta que por fin le funcionaron los auriculares en la computadora, se me resecó la garganta de tanto saludo.
Con Amalia debo tratar su miedo a hablar, porque últimamente le da miedo ser escuchada en la oficina, como si espíritus todopoderosos fueran a malversar sus palabras. Eso tiene un nombre, se conoce como alodoxafobia.
Hay cosas que no pasan de moda y siguen actuales, como La Biblia, por ejemplo. Evangeline revivió un pasaje del Libro de Reyes, ese libro que narra las andanzas de los primeros monarcas de los israelitas, encontró a su Dalilo y llegó con corte de pelo a lo Ana Torroja, que no sé yo si le disminuyó la fuerza, pero sí le cambió el aspecto.
Sandra me escribió algo sobre lunas crecientes, magia negra, meditación matutina y rituales, que no supe si estaba drogada, si finalmente se había dedicado a la profesión más antigua del mundo o si era su receta para transformarse en hombre lobo. En esos momentos es cuando no sé si ella necesita un psicólogo o un chamán.
Entonces sucedió que el Cielo y el Infierno eran dos islas separadas por un mar. En una isla estábamos las castas, las vírgenes, Evangeline, Amalia, Isabel y mi persona, trabajando ordenadas, tranquilas, sin chistar palabra. A un metro de distancia estaban Vinicio, Nicolás, Enrique y Sandra. No hay más que decir.
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