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Perfiles Psicológicos (Te espero, Noviembre)

Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 100

Vinicio me escribió apenas pasado el alba del viernes, quería recriminarme cosas del amor, que las mujeres estábamos cortadas con la misma tijera, que los hombres no se merecían ese trato. Lo siento Vinicio, pero las mujeres estamos en nuestro derecho de externar lo que pensamos, o ¿acaso los hombres no juegan con los sentimientos de las mujeres? ¿los hombres no buscan satisfacerse en detrimento de alguna chica que se enamora de ellos?, ambos bandos tenemos que lucir nuestras banderas de guerreros de vez en cuando.

Ese mismo viernes en la tarde, empezando a prepararme la cena (brócoli con sal y fideos con queso y mantequilla), Amalia me escribió desde el extranjero, había perdido el teléfono (así que no sé cómo me escribió), le di el mejor consejo que podía darle, que dejara esas conversaciones ardientes con hombres de mal vivir, así su esposo no se vería en la necesidad de atacar su teléfono.

- Yo soy pésima ligadora – ahí estaba Regina, sentada en el piso al lado afuera de la oficina, sin café, justo hoy que amaneció lloviendo a cántaros, el día que más necesitaba calentarse había encontrado la cafetería cerrada.

Alfonso llegó justo a sentarse a mi lado, a mano izquierda, con su hospitalidad acostumbrada. Aún no había ido por su primera taza de café.

- Vine a ponerle color a este espacio – apenas estaba acomodando su bolso en el escritorio.

- Me parece bien, la gente positiva es bienvenida aquí – yo estaba encendiendo la computadora, con cara de sueño.

Evangeline se sentó, se acercó con unos trozos de papel en la mano y las puso a mi lado.

- Estoy creando un juego de mesa nuevo, pero ocupo saber si se lee claro. O sea, está en español, pero ocupo saber si se entiende.

Pues sí, sí se entendía, era algo sobre el apocalipsis zombi que ella lleva tiempo esperando, pero que aún no ocurre. Entre Alfonso, Evangeline e Isabel, montaron una conferencia sobre comidas, las maneras de preparar desayunos, tamales, las salsas que no eran del agrado de Alfonso, los condimentos que Evangeline utilizaba para dar sabor, si hubieran tenido tres minutos más, habrían hecho su propio recetario.

Las malas lenguas habían llegado a los oídos de Tadeo y entonces, en lugar de darme los buenos días, me dijo que ya sabía que yo lo cambiaría a ojos cerrados por el moreno que atendía la recepción en la planta baja. Pero no era mi culpa, aquel moreno podía llevarme al Infierno el día y la hora que él quisiera, por toda la eternidad si así lo tenía Dios dispuesto.

Sí, lo admito, posiblemente tuve algo de culpa. Le envié una imagen al abogado para dar los buenos días y lo único que obtuve fue una reacción de un pulgar hacia arriba. Ni una palabra, ni una maldita letra. No le escribí hoy, le quise dar espacio para pensar, yo también lo ocupaba, pero al menos yo, lo había saludado, sin que el saludo fuera correspondido.

- La Legión del Mal, no vino hoy – Donato estaba sorprendido viendo aquella esquina vacía.

- No, no quisieron vernos hoy.

- Es que vinieron ayer – les aclaró Isabel a Donato y a Evangeline que miraban ese espacio frío como el clima que estaba trayendo el martes fuera del edificio.

Donato estaba ahí, de cuerpo presente con un sobre en la mano, lo abrió y sacó la parte del premio en efectivo que me correspondía por ser parte del equipo de las trivias de Halloween y ganar el segundo lugar. Aún quedaba otro pendiente, pero este quedó entre Paolo y yo, en voces imperceptibles, sin ecos más allá de su escritorio, como un secreto de dos.

Despues de la reunión, Donato vino, cruzó los brazos y me dijo:

- Quiero invitarla a algo.

- No es a una iglesia.

- No, me quemo.

Luego me dijo una tarjeta para un café, apenas para el clima que teníamos, para calentar las penas ajenas que se quedaban como propias.

Creo que Romeo quería comentarme algo sobre Halloween, pero luego, la prudencia dijo presente y omitió su comentario.

Hoy, Jesús abrió mis ojos y puso en mi mente la idea perfecta, ocupábamos girar el escritorio de recepción, así Tadeo no se distraería mientras yo llevaba a cabo mis momentos de oración cuando un alma en pena apareciera frente a mí al abrir la puerta. Esa idea había que elaborarla.
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