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Perfiles Psicológicos (Yo pecadora, me confieso)

Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 178

Aquella video llamada por la que salí de la oficina hace dos semanas a media tarde, para atenderla en el pasillo y que me produjo risas el resto del día, había sido apenas un preámbulo, una mirada a los confines del universo. Y mira que nunca antes se me había ocurrido salir con un abogado, qué iba yo a imaginar que la ley tuviera unos labios tan ricos a la hora de besar, ¡Por Dios! vaya máquina de la ingeniería que es el cuerpo humano, había pasado mucho tiempo desde que sudaron los polos helados, muchos soles desde que la línea del Ecuador separó ambos hemisferios. Querido, te dejo dos canciones para que te acuerdes de esta hembra psicóloga: "Mi auto era una rana" de Pedro Suárez Vértiz, y "Me haces tanto bien" de Amistades Peligrosas, con eso te lo digo todo.

Yo confieso ante un Dios todo poderoso que mis locuras han disfrutado muchos buenos momentos. Trato de no lastimar a la gente, lastimarme a mí misma no importa tanto, soy dueña de mí y acepto que yo misma me digo muchas mentiras y me robo muchas verdades, verdades que quiero olvidar tan rápido como me es posible. ¿Acaso no somos así los seres humanos?, nos hacemos los idiotas cuando nos conviene y cargamos nuestra alma con muchos recibos pendientes. Alimentamos nuestra mente con cosas que en realidad no queremos que sucedan, porque de pasar, no sabríamos cómo reaccionar. Así somos, hay quienes dependen de los demás, como nuestros abuelos dependían de España.

Este viaje a Nicaragua no se parecía al viaje de Cartagena que hicieron Vinicio y Sandra, o los viajes ancestrales que hace Enrique con sus bebidas estimulantes, ni a los viajes que hacen el resto de mis chicos, yo salí del país porque no era capaz de encontrarme ya ahí, me costaba identificarme; en otras palabras, hice el viaje por cobarde, por temor de enfrentar mis dinosaurios, pero también con la fe de que algo iba a alivianar mi propio equipaje, ese que no se lleva en maletas, que no revisan en las aduanas, el equipaje de ser yo, algo así como aquel personaje de Dickens peleado con la navidad.

Después de una ducha con agua tibia, pensando en cosas vanales, y sin cigarros, porque en estos hoteles prohíben fumar, tenía leves relámpagos de cordura, tan leves que no conseguía invocar a mis antepasados, me hacían falta mis borradores, mis notas, escribir en este maldito teléfono no me da la misma libertad, yo ocupo borrar, manchar las hojas, cambiar criterios. De esa forma me libero más, me siento más yo. No he escrito aún el nombre del chico del despacho porque no tiene importancia, la tendrá si algún día decido que no puedo vivir sin él, de momento tan solo es alguien que está ahí, un escape, me sentiré estúpida si me enamoro, porque el amor no tiene sentido. Hay gente tan pobre que busca su propia felicidad al lado de alguien más, ese es el nivel más cruel de pobreza, porque nada ni nadie te da la felicidad que tú mismo te niegas a darte... Y yo, aún no me siento tan pobre.
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