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Aquí, a este lado de la distancia que es tu lejanía
mía
A esta manera de tu voz que es tu silencio
Aquí donde tu imagen me levanta
del abandono ritual de cada noche
Aquí (tal vez amor mío)
aquí me propago como un eco de mí
mismo,
(porque siempre las cosas solitarias
se ensanchan hasta el borde de su
hueco solariego)
Y camino estos países sombríos
recogiendo tus cosas o alguna manera
de tus cosas en cualquier parte.
A tu rostro conservado, o rescatado desde alguna otra
vida,
A tu rostro nuevo
pero recogido y cotidiano en un instante
con esa costumbre secular de ser
la luna de mi noche ensimismada
A tu rostro sencillamente tuyo
con la otra manera del vacío de mi costado,
a tu rostro sin palabras,
no le pregunto nada.
Las palabras nombran el mundo,
y tu rostro conquistado del mundo
pero ahora guardado en un sagrario,
ese rostro tuyo no tiene palabras,
y allí queda callado
como un eco de algún grito
o himno escuchado alguna
hora allí queda como una
bandera, y como un rastro
habitual de mi sendero,
(tal vez como una estela).
¿Para qué nombrarte?
Te digo en silencio, simplemente tú.
Ése es el nombre con que todos los
costados de la gente coronan al que llega
para siempre.
Tú.
No interesa que hayas llegado, pasaste,
eso es todo.
Ahora has quedado.
Tal vez te parecías a mi alma desde
siempre. Sí eso es.
Tú eras la única llave a mi candado
de sombras.
Habría un día
que maduraba más allá
Todo estaba preparado como tú eres
un huerto,
Todo era una espera como tú eres
un templo,
y en mi altar de vigilias sin cansancio
el lugar para nombrar a Dios tiene
tu nombre.
Pasa, (sin quizás) amor mío.
Esta fe de vivir
esta devoción de ser labriego
es el culto que arrodillo ante ti
He aprendido tu verdad, Tú eres.
Y ahora mi altar sin religión se inflama
tú vienes a dejarme un ara.
Pasa, amor, pasa
aprenderé a amarte como el mundo,
pero qué pueden importar los cómo
y qué las veces?
Ya tengo un oficio que titule mi
calvario,
qué más dan las palabras
para rezarte?
Tú quedarás, aunque el mundo
te vede y te clausure.
Ahora bien,
así como tengo un himno preparado que
te nombra
y mis sueños recuperados se arrodillarán
a tu paso en la ciudad de mi sangre,
al talón de tu noche le crecerá un grito
de hierro y de sol que te inaugure
y cuando fermente el pan de tu sagrario
y tu silencio cante
arrojarás el mundo como un rostro fingido
y agacharás la mentira de tu mano
para mojarnos con el bautismo
de dos costados consagrados
y el beso ofrecido será el pan de nuestra
misa.


JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
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