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Amigo,
hemos transpuesto todas las soledades. No todos los tiempos. Nos queda mañana. Mañana siempre todavía. Es justo para con las manos tener una mujer hermosamente suave. Es justo para con los ojos soñar cuando el mundo no es bastante. Es justo para con los hijos gozar de la salud de una mujer. Siempre he sido justo conmigo porque tenía el amigo grande, el amigo hermoso, inhumanamente bueno, hasta consumir mi inocencia. Pero no fui justo con mis defectos. No aprendí que los ajenos, los errores ajenos, también eran inocentes, que yo era culpable de verlos. Existirlos.
En medio, algo se me escapa... pero sé que por eso he sido injusto con vos. No se trata de palabras. No se trataba de palabras. No es necesario quitar la palabra “contradicción” y poner “belleza”. Las palabras no te agregarían nada.
Tal vez la admiración sea una pasiva manera de la envidia o una actitud calificativa o un homenaje gratuito. Nada te regalo. No te juzgo. No te envidio. Simplemente te admiro como siempre. No sé si es justo decirlo. En todo caso yo también me cago en algo y por qué no en la justicia, por relativa y entonces no siempre cierta.
No te quito “contradicción” porque tampoco existe lo suficiente como para habértelo sido. No te agrego “belleza” porque no puedo limitarte a palabras que tu existencia excede por todos los bordes. Nada testifico siquiera. Te contemplo parado sobre el tiempo como un faro y te hago señas con los ojos para reconocer el regreso. Te sonrío todas las estrellas y te hago un gesto ridículo con toda mi vida (ahora todo TE) o toda mi vida se amontona en un gesto grotesco. Me voy
un sábado torpemente.
Me voy pero no, un beso de cal para los muertos; a ti te apago el silencio que me corresponde.
AMIGO, amigo como toda la distancia y tu coraza magnífica en el despotismo impávido del astro en la ferocidad del tiempo, en la crueldad de los niños que fuimos quedando, en el dolor de todos los hombres que fuimos culpables por quedarnos cualquier cosa que guardamos; porque a Dios lo sentimos antes de inventarlo porque nos sentíamos poco, insuficientes; por toda la vida; quédate con todo, con el silencio también, para que no te falten palabras; para que te pongas todas las que crezcas, que yo sólo alcanzo para amarte y tú existes mucho más que mi ciego testimonio.
Si fuera tan macho no tendría
vergüenza de besarte en la boca.
(Me avergüenza la vergüenza.)
Chau.
Feliz cumpleaños.
Hasta no sé cuándo.


JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
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