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Por dos razones. En realidad no sé cuántas, pero dos es un buen número, porque nunca tengo tantas ideas como para que sean más que dos.

La concha de tu hembra va entre las dos piernas haciendo sombra sobre el suelo de Tucumán. Yo no puedo decirte que a más o menos un metro del suelo hace intangibles conchobaras el movimiento de Madelca. No sé nada. Tal vez esperara de tu obstinada nobleza, boludo de mí por no saber que boludo de vos, que te enconcharas con la rubiecita hermana de su amiga.
Jueves de matar a Jesucristo. Los clavos crucifican las familias. Yo me voy a ir a la mierda.
Madelca vuelve de la mierda, apacible y deshabitado paraje, porque todos se quedan a vivir en el camino o los matan los indios. Salvo que los encuentre Cheyenne, salvedad de la salvedad, que por su complejo de excesos dimensionales, facilite el almuerzo de los infieles.
Llega el veinticinco desde Tucumán. También su silencio vendrá con tonada.
El domingo es un día triste. Se va, se va la barca, y en alta mar gustaba de tocar la poronga a los marineros.
En alta mar, en alta mar.
Mi novia es suave, suena a olor a pasto como la mañana, pero yo me levanto tarde, cuando ya tiene olor a chivo, y en vez de sonar a olor a pasto, sueno yo con el olor a chivo.
Mi novia es linda, mi novia es alta, mi novia aaaltaAAAAAalta, dura como el agua y redonda como la vida. Mi novia es linda, es buena, es alta, es inteligente y es nunca.
Se va la barca a la mierda, y mi novia se fue a la guerra, porque el vago de Mambrú se quedó apolillando.


JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
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