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Amigo mío. Ya no te goteo de las manos a la hora de la poesía que tu soledad acomoda. Y sigues tejiendo, pariendo o sangrando pero ya tu voz no me busca, como un barco (yo me quedo con el humo y la sirena) que pone más allá la lejanía, que se va y me hace espalda, que me pone más acá la soledad, de haber quedado, de haber sido partido, olvidado, o ya no más o peor, ya nunca.
Ahora pierdo tu costado, tu tácita presencia, tu sitio regular. Ya tus palabras no me hacen casa.
Tu barco parte y me regala un muelle. ¡Qué triste amigo no andarte la poesía! Qué triste el desembarco o el destierro, la culpa o el olvido porque sí.
He sido vaciado de tus cosas. Tus ritos me derogan y en la clausura, tu silencio, la manera final y la más anónima de tus palabras, me asuela como la tristeza de no ser, de haber sido y ya no ser.
Ya no doblegamos el imperativo de los astros, los astros nos preceden y ya no nos esperan para no equivocarse. Ya somos obligados y libres en nosotros como en una jaula redonda. Nuestro albedrío no excede nuestras manos, nuestro sueño.
Abrimos la reja de los pájaros, como para irnos, y nos quedamos. Somos peceras y somos los peces de adentro. Y nuestra libertad redonda o cuadrada, o, qué más da si mensurable, está crucificada cuatro veces por cadenas.
Amigo, hicimos una ruta, y éramos testigos. Ahora nos volvemos y la tierra se quema. Cómo señalar el regreso?
Es cierto, el que encuentra una razón para volver ya no parte por lo mismo que se fue, y sin embargo ¿quién tiene la razón de desandarnos, de evacuarnos el recuerdo, de nombrarnos con olvido como lavando el veneno o cerrando con tierra por las manos, puñado por puñado el pozo o el abismo?
Ya no será el desierto alrededor. Ya no hay alrededor, la arena pierde el cerrojo, el vientre o la garganta, la arena toda. Ya no somos el agua, la fantasía, el espejismo, el pozo o el aljibe.
Qué raro haber sido! Es como conocerse en otro. Y aquí hemos sido porque recién se ha sido cuando se fue.
Y yo amigo de verdad amigo, de verdad aunque no tuve la rosa, la fruta, como tuviste la rosa y la fruta y la bandera, te hice mi casa de poesía sin poeta con la flor por adentro de la tierra y el hormiguero que te hacía mi garganta como el agua en la arena del silencio aún te llama, aún te canta o te levanta con ronquidos, con voz de palo sucia o ensuciada aunque ya no me espere tu voz que me dejó a la espalda, aunque me haya atrasado a tu costado y tu tristeza.
Hoy te busqué, me busqué por los jardines de tu canto, revisé las tumbas y las cruces como el último muerto que se busca en la tierra ya sin tiempo, en los soldados de la guerra final sin derrotados, y no hallé mi nombre, no hallé mi tumba ni mi muerto. Como si no me hubiese llamado o no hubiera sido nunca.
Un día hallarás mi carta del olvido esperando que tú también te vuelvas sobre los jardines. Tú tienes una cruz y una campana con tu nombre pero no hay tumba ni partida bajo tierra.
Allí me asumirán los siglos, esperando que me halles en la espera, hasta que leas esto o hasta que no vuelvas.
Tu amigo ROLFI
(Cuaderno Avon a lunares del hermano de Jaron el día de irme de Bagur.)
Barcelona adiós, te amo.


JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
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