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Poema
Publicado por Jorge Lemoine y Bosshardt en el blog Mundo poético de Jorge Lemoine y Bosshardt © Todos los Derechos Reservados. Vistas: 225
¿Son más los días de lluvia que los de sol?
Yo diría que no.
Y para un sol con flores y cosas lindas, la
lluvia pasa.
Yo lloví una vez sobre tu tierra seca
sobre tu silencio árido, sobre todas tus cosas
consagradas hacía mucho como un
huerto y que la primavera no pasaba
a recoger yo lloví y pudiste la primavera.
Yo no era indispensable ni bueno, ni
mejor ni sueño.
Todo tu ritual diario se detiene hora
por hora sobre el sueño de lograr un
sueño. Yo te regalo ahora desde aquí
mi soledad sin tristeza, mi silencio
sin primavera y sin lluvia; mi huerto
sin labriego que vive igual, porque
donde la tierra no amamanta flores
las hormigas que también tienen
un lugar, hacen su iglesia. Yo no necesi-
to lluvia para mis hormigas, pero un
día se me mojaron las manos, toda
mi tierra rodó crecida por dentro
de campanas y me creció una flor
azul donde las manos se juntan
por adentro.
El mundo, para todos es una tenaz
manera de ser con todas nuestras
cosas, y por eso para que no tuvieras
hormigueros todas mis hormigas tejieron
una flor sin palabras que guardaba
tu nombre como un viejo fervor.
Yo te acerqué la flor como una
última manera de mi lluvia sola
y el mundo te recuperó de nuevo
con la espalda vuelta a la tristeza
y el corazón alto esgrimido para
continuar la espera que empezó tu
sueño.
Gracias por haberte sido bueno, por
temblarme la mano, ronca cuando
te escribo, por tener alguna noche, raíces
que siempre han sido piedras. Gracias por
decirme gracias y por no haber sido más
allá de una noche otra cosa que un
sueño confuso.
A la hora del mundo todo lo que te
alcance la tarde espera su hora.
Ya pasó mi hora, la hora de ser una
noche, de tener una flor clavada en
una piedra.
Yo también recupero mi mundo,
mis calles verticales, mis trincheras
mi egoísmo cotidiano mi olvido, mi
mentira y mi tristeza renegada que
alguna noche cuando no recuerdo
que ya te he olvidado te regala su
último oficio para nombrarte.
Y por eso gracias también, por regalarme
esta tristeza corta esta manera de poder ser
lejanía.
Yo nunca tuve raíces, y la lluvia
se volvió a las nubes porque yo no uso
primaveras.
Hoy por fin mi corazón (¿corazón?)
se asoma al sol.
Tu mejor manera, el mundo que
yo nunca he sido te recoge y
yo guardo sin que nadie sepa
una noche separada de tus días
para que tengas un recuerdo olvida-
do que te nombre más allá de tu
vida.
JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
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