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Ya las cuevas se han quedado sin
montañas
pero el abrazo abrigado de los cántaros
perdura
como el vientre de una mano
tácito
y regado de horas
como esas cosas que tienen dos
maneras de
morir.
La hospitalidad de las grutas,
ha quedado como una vocación
de guarida
Y la mano tendida
mutilada
no me puede salvar.
¡Qué más da!
el agua tiene un instante del vientre
del cántaro como el amor
ceñido por el alma
luego el mango se derrama
cuando ya no la cintura la
mano
Pero alguien murió con la mano
en la bandera o en la
espada.
Qué importa que el viento disgregue
las cenizas.
La bocanada de amor de las grietas
se sospecha
aunque ya no tengan la montaña
que las nombre.
Como esas cosas que tienen dos maneras
de morir.
Un vientre puede haber sido dado vuelta
o mordido su cráter por
un candado
inimposible
pero Dios y una mujer podrán
contar los hijos.


JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
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