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Aquel día, yo que había sido como el aire
que no podía contener el agua y se escapaba.
Fui el cofre de un secreto que se incrustó en mí,
porque lo calló tu cara enamorada.
Yo te hablé después y tú no supiste por qué,
de tierras de riegos de semillas estancadas.
Yo te hablé y tú como si fueras yo me escuchaste
con la cara mía, como tú, enamorada.
Ahora como si la distancia pequeña entre las caras,
cuando hablamos fuese un lago
yo soy el reflejo de tu cara enamorada
tú eres la imagen de mi rostro enamorado.
Aquella lejana cara de esforzado amor
pienso, aquella que asfixió un olvido,
¿no será la tuya de todos los días?
no te quisiera la imagen, nunca, de aquel rostro mío.


JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
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