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Tus manos suenan a flor
como los caracoles
y un día echaré a beber el rumbo redondo de
mis manos
(la fatiga del pájaro errante)
en tus manos de caracol
Doblaré recodos en tu garganta
Hasta encontrar mi cruz o primavera
entre el mundo que te has tragado
como una ciudad submarina.
Entonces te remontaré las horas
como un náufrago en delirio
buscándonos el canto o el embrión del
canto
en el íntimo rincón del caracol
Allí nos viviremos
como emprendiéndonos
como suicidándonos un poco
pero dulcemente
en el olvido que extendemos a la
espalda.
¿Cómo podríamos no tener antes?
Y sin embargo diremos por fin,
diremos ahora
sin mentir sin renegar, sin callar
Y sin nombrar ayer.
Sonamos a flor como la tierra
sonamos a Dios y a tiempo
como los cementerios o los vientres
(sólo un ciego de por medio).
Sonamos a flor como la tierra
e invadiremos
a lluvia y sangre
la soledad que nunca
se cierra del todo
hasta irnos por la flor como la
tierra
que ha sido flor alguna vez en todas partes.
Echa tus manos aunque te duela el
día
detrás de toda senda se cierra la tierra
hasta que el olvido ya no duele porque no es recuerdo.


JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
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