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Amigo llamarada hace tanto nunca no sé cómo, empecé a venirme; aún no me he llegado del todo tal vez pero algo estoy aquí esperándome. Por una indescifrable calle venimos caminando aún en un recuerdo. Vos necesitabas algunas máquinas de foto. Luego nos vendríamos a Europa. faltaba poco para nunca. Pero esa calle se vino conmigo y ahora se me sube a esta carta como tantos recuerdos que están haciendo espuma debajo de tu nombre y que sostienen tu sombra de animal galáctico. Venas abajo de un grito, raíz abajo de mi memoria viven aún sueños que somos inmortales. Podría apilarlos uno por uno como en una columna infinita y en cualquier número del mármol dormido recoger mi imagen sin dolor o intemperie de espejos.
Aquel inmediatamente remoto capitán de búfalos (tu garganta galopa a mi lado como una nube) las mañanas Lanata y el mate fiscal de las escuelas, María Amalia como un primer ritual compartido Tu composición a San Martín que aún sé cómo empezaba , aquella aún indescubierta viga de la academia Marque que precedió todas las cábalas fracasadas (ciertas cosas no pasamos de ser nombres y bienintencionadas biromes) aquellas interminables tardes en el patio de aulas del liceo que hoy sería sorprendemente más pequeño, todo viene o vengo a flote como un alud antecedente. ¿De cuántas cosas nos vamos quedando minuciosamente solos? Vivir es recorrer gota a gota el inventario de la muerte. Hace tiempo, no sé cuánto otoño hago, te escribía una carta que tal vez medra entre los tantos escombros de papel que me he venido amontonando y te decía que pensando en un viaje a B.aires que estaba por hacer, me entusiasmaba la idea de encontrarnos.
Eso de la arquitectura del propio destino es cierto. Nada es culpa, pero tanto somos culpables: 1.ª persona del singular: yo y mil veces yo. En uno de esos viajes de hace dos o tres años me encontré con una carta y un telegrama que no pudieron mandarme desde casa por ignorar mi paradero. Éste es más o menos el itinerario de un silencio postal poblado de biromes y blocks pero huérfano de estampillas.
Casuarinas arremansa su dimensión inmóvil y aplasta mi ventana que me asiste de meses y kilómetros.
Hermano, feroz, furiosamente hermano, más que de sangre, de luz, de aire, de sueño de desbocada raíz y de intiempo, hermano de siempre y tanto nunca, hermano y lejanía, Jaron espuma, cubil de desmesurados astros guitarra del aire, mi corazón se arrastra por lúgubres pasillos. De tanto palabras nos quedamos con el silencio y tengo que gritar esta tiniebla de canto, amigo. Un volcán se me trepa a la garganta , tu dolor es primavera y quiero prados de llanto monumental para acompañar tu vendaval de párpados, tu campanada mineral de soledad, hasta que vuelvas la sonrisa que se te ha volado (de) la sangre. ¿Qué puedo decirte sino que te quiero?, que estoy de alma contigo, de memoria y dientes contigo y que quiero cooperar con tu memoria porque también el mío es un destino de fotografías y desde el cuello del miedo mi grito es el tuyo porque ya un día, cualquier mañana hago pie sobre la misma improveniencia, retrato eterno de la melancolía. Ahora que la soledad tiene un nombre, en esa orfandad que te abunda, somos más hermanos porque yo, sólo un poquito forastero tengo las mismas lágrimas.


JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
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