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Eres una cruz vacía.
Has perdido los dogmas como un altar clausurado.
Tu madera solitaria, abandonada,
está llena de musgo de silencio.
Tienes la voz herrumbrada,
y tus palabras no están acomodadas en las cosas.
(yo rezaría por ti, pero no tengo oraciones).
Estás crucificada de silencio.
Y tu dolor inútil duele, sin que sea sacrificio.
Nadie llega a recoger tu martirio sin clavos,
nadie llega a clavarte,
nadie te seca el rostro con su alma,
(y se lleva guardada tu imagen como un eco.)
Eres como un libro escrito ya hace mucho.
Tus palabras están dichas hace mucho,
pero se han quedado contigo.
Tienes un nido y un rincón entre las páginas
una vaina o un guante sin espada y sin mano
y en la gruta sola tras la hiedra,
la guarida no tiene ni cenizas ni fogata.
Alguien podría descifrar tu silencio
llegar con los tres clavos
con tres besos
con una espina de mástil o de ariete
y enhebrar tu silencio con un faro
como ahuyentando tinieblas de tu sótano.
(Hay muchos pájaros emisarios de diluvio)
Tus manos de árbol no tienen un nido
La savia de tu corazón gira,
y tú sigues sola, tal vez sin saberlo,
porque nadie llega a acompañarte,
para que tú puedas saber tu soledad de ahora
Tomarás el candelabro de mi mano,
y bajarás a averiguar tus muros,
a poner cruces en tus costas como faros.
Y tomaré, entonces tu mano de guitarra,
como una paloma despavorida y ciega
y te crucificaré con dos clavos en las manos
y un lanzazo brutal hasta tu vientre.


JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
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