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Quisiera acurrucar una mirada contra tu mano
de rincones.
hace frío amor y hace silencio.
La lejanía vuelve valiente la mentira suicidada
Esgrimo la verdad como una antorcha en la noche.
Te llamo amor mío, te rezo
porque eres Dios en las noches como ésta de frío.
Ya olvido tus sonidos y tus veces equivocan las horas.
te extraño desde ahora
porque recién tengo el valor de saberte necesaria.
Del otro lado de este silencio
encontraré lo que quede de ti tras de esta lejanía.
Entonces te miraré a los ojos con el fervor de un
ciego.
A veces para recordarte
le digo a tu imagen que tus ojos son de uvas
que tienen el infranqueable infinito de
los charcos sobre el barro
cuando la noche nueva pone el eco de estrellas
sobre el agua.
Yo sé que tus manos sólo son tus manos.
Aquí les agrego este vacío
la angustia que atraganta los extensos y sonoros
silencios de los días
aquí las digo palomas mensajeras blancas
y candelabros y panes y hueco y hambre de otras
manos mansas.
Amor mío ya encuentro la costumbre cotidiana
pero callo a veces como extraño de mí mismo.
y rompo las aras que habituaron rezos
esgrimo tu nombre y me alzo
para poner tu imagen a mi melancolía.
Tal vez del otro extremo de esta lejanía
tú callas al mismo silencio que hago misa
y tal vez comprendes la palabra del silencio,
pero también, quizás ignoras
que en ti acaba una distancia fría.
A veces quisiera chupar tu pelo con mis
dedos,
morderlo con el místico fervor con que alguien cuenta
la hebra tibia de un rosario viejo,
Quisiera lavar mis manos en tu pelo
como los sauces peinan ríos.


JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
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