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Puerta Nro. 14: Sueños diurnos

Publicado por Princesa ciega en el blog El Palacio. Vistas: 821

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ueños diurnos

Mi niña era una niña solitaria.

No le molestaba jugar sola, comer sola, dormir sola ni vestirse sola. Le agradaba mucho caminar a solas, imaginar a solas, hacer cosas a solas sin esos adultos que suelen decir que no.
A mi niña le gustaba mucho escuchar a solas en la distancia esos sonidos inexplicables que le hacía entornar los ojitos y preguntarse un por qué que los adultos casi nunca se tomaban el tiempo en contestar.

Mi niña aprendió a observar a los adultos, tan seguros de si mismos y a la vez tan inconsistentes. Siempre diciendo una cosa y haciendo otra. Siempre olvidando lo importante. Le parecían tan desmemorizados que no podía creer que alguna vez habían sido niños como ella.
Mi niña los escuchaba de vez en cuando de todos modos, así logró aprender cosas útiles del mundo de los adultos que servían para evitar molestarlos demasiado.
Mi niña entendió que el mundo de los adultos era igual de absurdo que los adultos mismos. Un buen día notó lo fácil que era viajar lejos de todos con la imaginación y desde entonces lo hizo con frecuencia.

Mi niña también aprendió a observar a otros niños y notó que casi todos tenían grandes deudas de amor colgadas de los ojitos, niños que ya no sabían como ser niños, niños que querían crecer y ser grandes. A mi niña no le agradaba disfrazarse de adulto, no le gustaba jugar a ser adulto.
Mi niña se quedaba jugando con bloquecitos de madera mientras los demás niños jugaban a la casita, se quedaba terminando su castillo mientras todos salían al recreo.
Mi niña tenía amiguitos con los que jugar, pero casi siempre de a uno por vez. Aprendió que en los grupos grandes siempre hay un niño que termina llorando, triste o lastimado, por culpa de los niños que juegan a ser adultos. A mi niña le disgustaban esos niños.

También le disgustaban los protocolos, las cosas fingidas y las mentiras. Le disgustaban en suma los adultos desconocidos que esperaban de ella abrazos y sonrisas porque sí. Le disgustaban los vestidos de domingo con los que no podía ir a jugar con tierra, la iglesia y sus cuentos del Dios invisible que antes hacía cosas todo el tiempo pero que ahora no aparecía en ninguna parte, las caligrafías repetitivas e infinitas con las que no se aprendía nada nuevo, la fila para le himno nacional lleno de palabras raras que nadie sabía que significaban, pero lo que más le disgustaba por sobre todas las cosas era la obligatoriedad de las siestas de las 3 de la tarde, el mayor de los sin sentidos, el momento en que los adultos ya no quieren hacer cosas y obligan a que los niños dejen de hacer cosas y se duerman para ellos poder dormir.

Mi niña sufría de pesadillas. Se esforzaba mucho cada noche para no quedarse dormida. En cama, ocupaba su mente imaginando que el sonido de las manecillas del reloj de la sala eran pasos de un gigante que se aproximaba, causando terremotos pequeños y cortos que hacían temblar toda la casa. Imaginaba hasta el cansancio, sin poder evitar quedarse dormida y despertar después llorando por culpa de los demonios, las brujas o los laberintos en sus pesadillas.

Por eso sólo le gustaba soñar despierta.
Mi niña soñaba que todas las personas del mundo desaparecían y sólo quedaba ella, y podía caminar por las grandes ciudades, entrar a todos los edificios, usar todos los juguetes, todos los colores y todas las tijeras, ir a todos los parques, subirse a todos los árboles - incluso los más altos de todos -. Todo eso por un día, porque no quería ser cruel con los demás niños, que querrían aparecer de nuevo para salir a jugar, ni con los adultos que parecían preocuparse demasiado por el mundo y sus cosas.

Pero mi niña sólo era una niña, una niña sin poderes para desaparecer gente.
Así que se hacía la dormida a las 3 de la tarde y luego se escabullía fuera de la cama mientras todos en el mundo estaban dormidos gracias al protocolo de la siesta.
Entonces buscaba todos sus juguetes, todos sus cuentos, todos sus colores que eran todo su mundo y jugaba a solas como lo hacía en sus sueños diurnos.
A Alonso Vicent, Lurien y Emp les gusta esto.
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