1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Puerta Nro. 9: Personas pasatiempo

Publicado por Princesa ciega en el blog El Palacio. Vistas: 682

Personas pasatiempo

Ella me gustaba. Iba a la cafetería todas las tardes nada más para tenerle cerca. Desde la distancia, sentada en la mesa junto a la segunda ventana, me enseñó un par de cosas sin siquiera sospecharlo. Una de ellas fue disfrutar del hábito del café, su hábito, con la esperanza de algún día compartirlo con ella.
Yo sufría entonces, al igual que ahora, de este inconveniente de no ser demasiado valiente. Me declaro más del tipo observador, me siento cómodo siendo espectador de la función de la vida.
No me mal entiendan, es una postura común para nosotros los desajustados que no manejamos las dinámicas de nuestra propia época, protocolos y demás tonterías sociales.
Nunca me interesaron esas cosas, excepto por ella. Sin embargo cuando por fin estaba decidido a intentar, resultó que no fui yo quien se le acercó esa tarde, quien ocupó su mesa y le hizo levantar la mirada del libro, quien desperezó sus pestañas mariposa; no fui yo quien le afloró las sonrisas, ni quien le conversó; muy para mi tristeza, no fui yo quien volvió al día siguiente, y el siguiente a ese, ni quien logro permanecer y avanzar.
No fui yo con quien hizo el hábito del café de las cuatro treinta.
No podía ser yo, no sabía como hacerlo.
Vaya que él sí sabía.

Seguí observando, y aprendí lo que llamé "la estrategia pasatiempo": parecía sumamente fácil partir de las afinidades. Noté, desde mi perenne soledad, que compartir une a las personas, las reúne. Según pude observar, comenzar un pasatiempo con alguien resultaba ser una forma orgánica, cómoda y casi imperceptible de formar relaciones.

Tal descubrimiento más que esclarecerme, traía consigo nuevas dudas y la sensación de que la historia me la contaban a medias:
¿qué hay más allá del pasatiempo?
¿qué hay más allá de la compañía?,
¿dónde comienza la intimidad?

Un día su visitante no llegó para la cita tácita de las cuatro treinta. Ella seguía leyendo con fingida indiferencia – Lo notaba en los gestos nerviosos de sus manos y en las miradas rápidas a la puerta -. "Una oportunidad", me dije.
Me costó tres tardes y una batalla con mis nervios lograr acercarme. Esta vez me situé en la mesa de al lado, escondiendo mis miradas furtivas detrás del periódico de turno. Me quedé allí observando, escudriñando su rostro, reconstruyendo sus pensamientos por los movimiento de sus manos, del numero de veces que cruzaba las piernas como un arqueólogo del abstracto femenino, de fracaso inevitable; me quedé allí midiendo si tenía el valor de intentar acompañarla, si era el momento correcto.
Entonces sin previo aviso escuche su voz alzarse a media taza diciéndole al asiento vacío: "¡Oh!, como me hiciste falta".
Y luego, como si nada, la vi tomar otro sorbo del mismo café de todos los días, sentada en la misma mesa de todos los días; su semblante volvió a ser el mismo rostro concentrado y apacible que le había conocido en su soledad. Así estuvo hasta las seis, su hora usual de partida, y así estuvo también los días consiguientes, inmaculada, inmutable.
Su visitante no volvió nunca y nunca intentó traerle de vuelta.
Debí haberme alegrado, pero ocurrió lo contrario. Me ensombreció.
La miré de nuevo entre las arenas de sus gestos, y logré ver su osamenta enterrada, como extinta.
"Ella se acompaña de sus hábitos", decían sus huesos, "su pasatiempo son las personas".
Así fue que tomé mi último sorbo, amargo como lo son los últimos. Desde de ese día, nunca más volví a la cafetería.
A Emp le gusta esto.
Necesitas tener sesión iniciada para dejar un comentario