Que me lo digan a mí

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Que me lo digan a mí​

Nunca trocaré la calidad por el estilo,
será la musa mi experiencia solemne.​

En agradable sabor de recibidos cumplidos,​

no me dejaré llevar por ningún egoísmo,

pues si me expreso y escribo,

escribo lo que me mueve,
y no soy otro sin sentido,
que mirándose al ombligo​

se inventa lo que adolece,
pues es mi mano la que se atreve,

y es mi pluma, y soy yo mismo. ​

Todo es ponerse, todo es ponerse,
ponerse poéticos, y dejar que la mano

sea tu mente, todo es ponerse,
viajar el viaje hipnóticos, y dejarse
llevar por los caminos del duende. ​

Nuestra mente ensoñará
un príncipe delfín,
y en un poema enredarán,
versos en omega el solsticio,
al alfa por alba en su inicio,
y en el ocaso reclaman su fin. ​

Que alguien me diga porqué huelen las flores, que razone si estoy en lo cierto, y si hay aroma en los sinsabores, entre espinos yo me encuentro, pues no menos siento el dolor de sus olores. La sangre también es olorosa, y cuando herida está la carne, un manantial se abre y fluye como una rosa. ​

Ríos caudalosos de sufridos dolores, afluentes de penas sangrientos, navegar quisiera en tus adentros, y morir en un mar de perdidos amores. Que no descabalgue tu jinete, que pase de largo, que ya estoy a buen recaudo, y en alto minarete, pues ya probé tu líquido amargo, sabor de tierra, fango, de aromas pestilente. ​

La belleza desnuda y desalmada, cambia sus egoístas motivos por sinceros sentimientos, engañosa tarea de ignorar penas y lamentos, de corazones rotos y heridos, que en sutil ofrenda se doblegan, y en ansiada recompensa esperan el placer de los sentidos. ​

Qué posee esta pluma que ya escribe lo que quiere, si escribiendo está en la luna, y sin tinta plasma lo que no tiene, será a una mano y sólo a una, a la que aquella obedece; tacto del sentido y sentimiento que acontece, no será otra cosa que mi mente que la mueve, y perdiendo los sentidos, la pluma vuela sola y sus anhelos nos devuelve.​