-
Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"Cerrar notificación
!!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!
Solar poético
Publicado por malco en el blog El blog de Malco / El solar de la palabra.. Vistas: 845
Vicente Gerbasi
Vicente Gerbasi en 1952.
Información personal
Nacimiento 2 de junio de 1913
Canoabo, Carabobo, Venezuela
Fallecimiento 28 de diciembre de 1992 (79 años)
Caracas, Venezuela
Nacionalidad venezolana
Información profesional
Ocupación escritor
poeta
político
diplomático
Movimientos Vanguardia
Miembro de
Distinciones
Vicente Gerbasi (nacido en Canoabo, Carabobo, el 2 de junio de 1913, Caracas, Venezuela; 28 de diciembre de 1992) fue un escritor, poeta, político y diplomático venezolano, considerado el poeta contemporáneo venezolano más representativo y uno de los más brillantes exponentes de la lírica vanguardista, además de ser uno de los escritores más influyentes del siglo XX en Venezuela, así como de los más reconocidos.
Miembro del Grupo Viernes, una de las más notorias agrupaciones poéticas de Venezuela, Gerbasi no sólo lograría convertirse en su máximo exponente, sino que además desarrollaría una extraordinaria carrera política y diplomática, siendo miembro fundador del Partido Democrático Nacional junto con Rómulo Betancourt, Agregado Cultural de la embajada Venezolana en Bogotá, Cónsul de Venezuela en la Habana y Ginebra, Consejero Cultural de la Embajada Venezolana en Chile y Embajador de Venezuela en Haití, Israel, Dinamarca, Noruega y Polonia.
Realidad de la noche
Una sombra de una almendra amarga
saboreo en medio del mundo.
Debajo de mis parpados se encierra el furor de la noche
y detrás de los días esta el rumor del mar contra las escolleras.
Mis sentidos resuenan en la bóveda del cráneo,
en la tiniebla cóncava de las luciérnagas.
Hay un derrumbe de la noche como carbón
en mi costado izquierdo
un espanto de agua.
Sombra de la arboledas venenosas, redondos follajes relucientes
refugio de los mendigos bajo los fuegos artificiales.
Sombras detrás de las ventanas,
sombra de la sábana, de la silla, de la lámpara.
sombra de los epilépticos, de los paralíticos, de los ciegos.
Sombra de las medicinas, de los relojes, de los sombreros.
He aquí mis manos moviendo lo cotidiano,
sostén mudo, simple convicción de la muerte.
Soy un testigo, desterrado en las avenidas crepusculares,
en los martes de carnaval,
con hijos que llegan a la rodilla.
Me persigue el presentimiento como una máscara nocturna.
caen estrellas en la llanura, al borde las ciudades.
Las manos que hacen el plan socavan la noche.
Las lámparas iluminan el pan.
Amanecer
Siento llegar el día como un rumor de animales,
a la orilla del pantano, de la fiebre, del junco,
más allá, entre las colinas de viento oscuro,
donde la luz se levanta con desgarradas banderas,
como resplandor lejano de una montaña de cuarzo.
He aquí la sombra en torno a mi existencia, el búho,
el río que arrastra oro, la serpiente de coral,
el esqueleto del explorador, el fango de mis pies.
La noche ha quemado el maíz, ha apagado los metales,
ha dado reposo a la adormidera, ha refrescado la sangre,
ha libertado los reflejos azules de la selva, de la hoja.
Una resonancia, una resonancia oscura es mi corazón:
eco en el abismo, piedra que rueda por el monte,
brillo en la puerta de la cueva, fosforescencia del hueso.
En la infancia, al pie del arco iris o del relámpago,
junto al cabrito que saltaba en torno a la madre,
jugaba con un pequeño tigre de cálida voz ronca,
de suave pelambre estrellada, como un signo del zodíaco,
de rabia lenta y tensa, como el despertar de la furia.
Ahora siento en el aire límpido del bambú y el helecho,
surgir las formas de las doncellas, bajo la fronda,
en la selva de árboles aromáticos, coronadas de orquídeas
descendiendo al río, a la cascada de transparente curva,
que resuena en sus diamantes como una leyenda.
Formas de la gracia, sus perfiles abandonan sus melenas
a la brisa; formas de la vida y de la muerte,
sus senos tiemblan en las penumbras de los juncos;
formas del oscuro delirio, sus muslos se suavizan
como una fruta partida; formas del tiempo humano,
sus pies hacen temblar las flores silvestres.
Como el venado tras de su compañera en la colina,
persigo a una joven diosa desnuda, bajo el sol.
Viene el olor agrio de los árboles destrozados
por la ira de la noche; viene el olor de la sangre,
del animal devorado, el olor de los minerales,
el olor del río entre las raíces y las flexibles lianas.
El día derrama su transparente maravilla, como un vuelo,
como el color innumerable, como la crisálida
de herméticos destellos, como el insecto plateado,
como el hechizo en las formas relucientes,
como el vuelo de mariposas que salen de una gruta incendiada
y comienzan a temblar en el ardiente cristal.
Acerco mis labios al claro manantial de íntima música,
junto a la sardina y a la piedra limpia y pulida como una joya;
mientras la nube pasa y el ave sale de su nido,
y la serpiente muestra su lengua maldita, y se enrosca,
y espera o avanza por la espalda sudorosa del día.
Me hundo en las palpitaciones reverberantes, en las ondas,
en el temblor divino, donde se abre la rosa de montaña,
en los brillos fugaces, en la imagen insondable de Dios,
que ha creado los cielos y la tierra, con esta geografía de fuego,
y ha dado a mi corazón la forma del día y de la noche,
mientras oigo correr los animales, persiguiéndose, amándose,
devorándose, ensangrentando las yerbas, las flores y las peñas.
Soy el día, y el viento levanta sus ramajes en mi alma.
Ámbito de la angustia
No se ha meditado aún sobre estas tristes ruinas.
Participo de la gran alegría que hace cantar con el vino,
luego me hieren los lamentos como a un árbol la tempestad nocturna.
Se pierden conmigo en la sombra
como se pierde la noche en el bálsamo misterioso de la muerte.
Busco mi voz abandonada sobre los mares, en el aire de las islas,
en las comarcas donde habitan los desterrados y los místicos,
y vago bajo la lluvia de los bosques en la soledad.
Como el árbol al borde del abismo, me salva la inquietud perenne,
y me acerca a Dios que vigila tras las músicas terrestres.
Alguien puede llamar a la puerta de alguna vivienda en la noche,
mas solamente aparecerá el rostro del silencio
en medio de la pesadumbre.
No hemos meditado aun para amar y ser serenos.
Oh, si tendiéramos la tristeza como niebla delgada,
serenamente, sobre estos vastos dominios desolados.
POEMA SIGUIENTE
A lesmo le gusta esto.
Necesitas tener sesión iniciada para dejar un comentario