Primera gratitud

Era la tarde aquella...una tarde de cuentos,
un enero de fuego, azotaba el baldío.
La siesta recostaba su manto polvoriento,
sobre el catre del barrio, que dormía al estío.​

Una orquesta anunciaba, con paso mascilento,
su llegada a mi calle,con solitario brío.
Eramos dos niños, con ojitos atentos,
a un sombrero que atenuaba, el calor tan bravío.​

La tarde, era una tarde...quizás de malos vientos
de una pobreza digna, de un verano sombrío.
Pasó el señor de blanco,y dos niños sedientos,
cerraron en sus bolsillos, los puñitos vacíos.​

Pero el hombre se volvió,se bajó de su asiento,
abrió el triciclo celeste su tesoro de frío.
Y las pupilas claras de aquel hombre contento,
pintaron en las manos secas, dos mares de rocío.​

Se alejó el cornetín por el camino lento,
en que van los recuerdos,al alma, como un río.
Y allá, al fondo de la infancia. hoy lo sé, yo lo siento,
aprendí a agradecer...junto al viejo baldío.​

Marino Fabianesi​

(Al vendedor de helados de mi barrio)​

 

Hermoso poema de agradecimiento, recuerdos de la infancia que nos marcan para siempre, un bello gesto como el del heladero es lo que todo niño quisera grabar en su memoria. Placer insmenso venir a tus letras.
Estrellas y besos

 

Marino que dulces letras para ese dulce hombre y su dulce regalo.
Un fuerte abrazo,
Silvia

 

Gracias Nostalgia, quizás tu nombre te acerque a estas letras. Que han sido escritas así, con nostalgia. Es un placer contar con tu presencia invalorable.
Un abrazo...Marino.

 

Silvia, tu presencia es un sol, para mí. Espero que nunca dejes de visitarme.
Cuánto agradezco tus comentarios, y tu calidez.
Un beso y un abrazo grande, grande.
Marino.