Tomó mi mano y juró venganza XIV

Caminando en la plaza con el padre de JF, éramos blanco de miradas, unas inquisidoras otras curiosas.
La maldita costumbre de analizar a las personas y el entorno, mientras camino, no había podido abandonar.
No podía articular palabra y parece que a los dos nos era grato el silencio. Caminamos por espacio de no se cuanto tiempo. Compramos periódicos en los tendajos y nos sentamos a que le dieran grasa a los zapatos. Después fuimos a un café y ordenamos lo que apetecíamos. Yo sabía que el hombre quería hacer varias preguntas pero se refrenaba, así que inicié la conversación.
Su hijo, mi amigo, había muerto heroicamente por salvar a un pelotón entero. Consciente que eso no es consuelo, buscaba las palabras correctas, pero no tenía nada más que aportar para aplacar su dolor.
Después de darle los detalles, que se empeñó en conocer, me tomó del brazo y fuimos a su casa. Yo le comenté que a su hija no le agradaría la idea de que me quedase con ellos. Pero el desechó mis argumentos y no aceptó otra cosa sino ser mis anfitriones.
Mi compañía no habrá sido grata ya que antes de comer me sumergí varias veces en recuerdos.
La actitud de Sandra había cambiado notablemente, y mostraba indicios de estar avergonzada por su desahogo. Ella su madre y aún la niña platicaban de todo con el afán de halarme hacia la conversación.
Terminada la comida insistí en ayudar en algo, por lo que la madre de JF me urgió a que comprara el pan para la merienda.
Mal preguntar por una panadería de su agrado, Sandra se ofreció a acompañarme y también la niña. Me di de topes en la frente por permitirme caer en una jugada tan infantil. Yo quería estar solo. Pero no fue así.

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Hay situaciones que son tremendas pero esas personas te necesitaban...eras la única que aún tenias vestigios de su amado familiar...
Un abrazo

 

Gracias Rosario por pasearte entre estas líneas.

Un abrazo.