No habéis inventado la vida

“No habeis inventado la vida”,
irrumpió una voz encendida.


Por allí desfilaban maestros,
funcionarios, inspectores,
arquitectos, transportistas,
albañiles y cuentistas.
Gente que quería pisos,
y gente que ya los tenía.
Cada una traía una prisa,
cada uno sus cosas urgía.


Era un desfile de voces,
era una procesión de almas,
una eterna letanía,
de urgencias y cesantías.


“No habéis inventado la vida”,
¿A quién iba dirigida?


En la centralita juegan,
con fuego de todos los días,
unos dedos que teclean
a modo de pianista.


Voces sobre voces,
vidas sobre vidas
por los negros auriculares
como sangre fluían.
Y ella, increíblemente,
de las charlas infinitas
la maraña deshacía.


Al terminar el día,
solitario su hogar esperaba.
Mil voces en su alma escuchaba
que eran la espuma del día.
Pero de entre todas ellas,
como clavada espina,
en su recuerdo prendida
quedaba una frase sencilla:


“No habeis inventado la vida”.

 

me perdí esta obra sin duda, redunda mucho la realidad y la verdad, saluti