El Olor y la Poesía

El Olor y La Poesía

Cuando queremos recordar algo específico de nuestra vida pasada, de una manera natural, evocamos los recuerdos fijados en nuestro inconsciente.

El evocar imágenes nos transporta al pasado de una manera fácil, pero muchas veces solo nos trae opacos recuerdos, que se diluyen en imágenes en blanco y negro en medio de la bruma de nuestra mente.

Pero si se quiere penetrar en el mundo nítido de nuestra primera compenetración con el entorno, cerramos los ojos y soñamos con el olor.

Días de nuestra infancia en los cuales hasta los tormentos nos parecen la felicidad y cuyo tenaz perfume embalsama nuestra estación tardía.

El olor musgoso y somnoliento de las viejas casas es el mismo en todos los países, durante mis solitarias peregrinaciones a los santuarios del recuerdo y de la nostalgia, me bastaba con cerrar los ojos en alguna vivienda de otros tiempos para trasladarme de nuevo a la casa de mis padres y revivir de ese modo, en un instante, todas las alegrías y todas las tristezas de una infancia acostumbrada al olor tierno, tan lleno de lluvia y de crepúsculo de las casas antiguas.

Si escarbamos nuestros recuerdos encontraremos el perfume en nuestra memoria, de un pino, de la hierba, de nuestra madre. El olor en su primera manifestación nos ofrece el mundo de la infancia en continuo crecimiento.

En lo profundo de nuestra memoria una gama de olores nos llevan a una situación en la cual no sabemos si estamos soñando o viviendo el pasado, en la conjunción de los olores el poeta encuentra un pasado vivido en la lejanía de otras épocas.

Los olores, como los sonidos musicales, son raros sublimadores de la esencia de la memoria.

 

Cuando vuelvo de algún viaje.... podría entrar a mi casa con los ojos cerrados y reconocerla al instante. Su aroma es particular.

 

Diferente a todos los demás.