El hombre sin nombre.

Ayer, por primera vez, me atreví a entablar conversación con alguien a quien suelo ver todos los días en mi trayecto al trabajo, y que a pesar de ello era un total desconocido para mí. Su edad rondaría los cincuenta, y siempre estaba sentado en el mismo banco de la estación de metro más cercana a mi casa. Me acerqué a él y le pregunté si querría tomar un café conmigo. Yo disponía de diez minutos. Él me miró por vez primera y me dijo que no estaría mal tomar un café calentito a esas horas de la mañana y del invierno.
Entramos en el café más próximo, que estaba allí mismo, y además de un café yo y un café con leche él, pedimos también unos bollos para mantener la boca ocupada en el caso de que fallara la conversación.
¿Por qué me acerqué a él?; pues no sabría decir. Quizás fuese porque me recordaba a alguna de las muchas personas tranquilas y de mirada triste que conozco, y entre las cuales me incluyo.
Le pregunté si vivía en la ciudad, y me dijo que sí. Yo le dije que también, pero que mi trabajo distaba bastante de allí y que todos los días debía perder una hora en el trayecto. Él afirmó saber mucho de esas cosas aunque no tenía que desplazarse para nada.
También le pregunté que en qué trabajaba y me contestó que era escritor, pero no muy bueno; insistió en esto último con cara casi de felicidad. Yo le dije que era informático en una empresa de programación y, mirando el reloj, que debía irme ya para no llegar tarde. Pidiendo la cuenta aún tuve tiempo de preguntarle que qué escribía y, echándose mano al bolsillo, me tendió una cuartilla de propaganda doblada por la mitad diciendo que era el último capítulo de su autobiografía, que si quería leerlo. Le dije que tenía mucha prisa y él me dijo que podía llevármelo, que ya se lo devolvería al día siguiente. Me lo llevé.
Cuando llegué a mi oficina, instalado ya en mi despacho, saqué la hoja de papel que me había dado, la desdoblé y en la parte interior, que había estado en blanco, pude leer:
“-¿Qué buscas; un fontanero, un electricista, un albañil…
-¡No! Busco la felicidad.
-Pues entonces tendrás que buscar en otra parte.
Y busqué…
Después de muchos rodeos encontré la empresa que supuse que podría ayudarme. Le pedí un presupuesto y me lo dieron; acepté. Al poco tiempo me embargaron las cuentas, después me desahuciaron.”
Estuve toda la jornada pensando en aquel hombre, en cuál habría sido realmente su vida pasada y cuál la que llevaba ahora. No podía concentrarme en ningún lenguaje binario; únicamente se me representaban las palabras escritas en aquel papel y la silueta de aquel hombre sentado en un banco de metro, en el mismo banco de la misma estación de metro a la que tantas veces le di la espalda.
Ayer dejé la oficina una hora antes de lo habitual, puse como escusa que no me encontraba muy bien, cosa que en realidad era muy cierta. Supongo que lo que quería hacer era lavar mi conciencia y a la vez preocuparme por alguien que jamás me hubiese pedido ninguna ayuda.
Llegué a mi estación cuarenta y cinco minutos después, baje de mi vagón, esperé que se fuera el metro y miré en dirección a la otra parte de las vías. Solo había unas cuantas personas esperando el próximo metro en sentido contrario y un banco vacío.
Crucé por las escaleras elevadas con la intención de preguntar en el café donde estuve con aquel hombre por la mañana pero al pasar por el banquillo me percaté de una gruesa chaqueta marrón que había seguramente caído al suelo por detrás del respaldo. Era la suya. La cogí y me dirigí con más determinación al café de la estación de metro; allí pregunté.
Me informó un camarero que hacía poco más o menos una hora el juez había levantado un cadáver; ni él ni yo supimos nunca su nombre.

 

Las calles están llenas, cada vez más,
de hombres y mujeres sin nombres
y poco a poco sin rostro.
Son o serán los olvidados
hasta que un juez los levante.
Mañana puedo ser yo, tú, él...


Un abrazo

 

Bonita y triste historia. Todos somos seres anónimos entre la multitud con nuestros sueños rotos ó ilusiones renacidas. Todos y cada uno de nosotros con una historia vital diferente. Pero cuesta tanto decir un hola para romper la distancia que nos separa de ese extraño que pasa a nuestro lado.Un abrazo

 

Buen y triste relato A.Vicent se lee con interés y a mi entender describes muy bien todas las secuencias de manera que es fácil imaginarse esa parada de metro y ese hombre triste porque escribes lo que es tan cotidiano que pasa desapercibido, no todos saben verlo.
En cuanto al mensaje es muy claro: vivimos en un sistema que abandona a los ciudadanos en las vias del tren y rescata los bancos. Esa sensación de culpabilidad social que tiene el personaje hacia esa figura solitaria y suicida me ha emocionado.
Bueno, que me ha gustado, se lee de un tirón.
Besos:::hug::: y Abrazos de Sábado No Feriado

 

Es un relato que atrapa, por la realidad que contiene, por la denuncia social, porque el paso del tiempo nos lleva a buscar un sentido diferente en nuestras vidas. El final está abierto, al cierre del círculo de la vida o a la posibilidad de cambiar lo que no nos gusta.

Palmira

 

[FONT=&quot]Y cada vez más nos convierten en una minúscula pieza de una maquinaria que nosotros no hemos inventado y en la cual se desecha, en primer término, la humanidad.
[FONT=&quot]Un abrazote amiga Rosario, que tenemos que tomar muchos cafés antes que a alguien se le ocurra levantar nuestros cadáveres.

 

[FONT=&quot]Todos con nuestra pequeña historia a cuestas y con el miedo de contactar con las que nos rodean.
[FONT=&quot]Un abrazo amigo Josechu y mil gracias por tus palabras.

 

Estrellas a tu sensibilidad Alonso, la sociedad vive corriendo hacia el supuesto trabajo productivo, ciega a la necesidad más grande que se posee, sentirse felices....Tu escrito me recordó a un compatriota que cantaba así sabias reflexiones. lo comparto y te agradezco,como siempre que publiques tu talento. Abrabesos
}[video=youtube;xD3G6eM3tPI]http://www.youtube.com/watch?v=xD3G6eM3tPI[/video]

 

En esta sociedad lo que no sale por tv parece que no existe, y casos como los del hombre de tu relato por desgracia son mucho más habituales de lo que creemos en nuestro país (y seguro que en otros del "primer mundo").
Realmente vivimos en una selva en la que el débil suele ser "devorado" por el sistema, y gobiernos como el que tenemos actualmente no ayudan precisamente a la igualdad entre los ciudadanos.

Excelente prosa Alonso. Mis felicitaciones y buen finde, amigo. Un fuerte abrazo.

 

[FONT=&quot]Holaaaa, buenos días Valentinaaaa…
[FONT=&quot]Y se rescata a los bancos y se hace la vista gorda en las grandes fortunas… y las grandes desgracias se dejan de lado; no interesan, no son productivas para el sistema. Y para colmo los miran con desprecio por no ser de su calaña.
[FONT=&quot]Hoy ya es domingo… ¿te vienes a comer al Cazorla?
[FONT=&quot]Besos Valentina a la espera aún de las lluvias que tenéis acaparadas ahí en el norte mediterráneo.

 

[FONT=&quot]Muchas gracias Palmira por esa mirada que vio lo que yo veo en este cada vez más sinsentido si se sale del sistema… o te expulsan por razones que el propio sistema creó.
[FONT=&quot]Un abrazo de domingo desde estos campos.

 

[FONT=&quot]Hola Luis, y muchas gracias por venir a este desatino que la sociedad provoca. De la televisión hace mucho que no hago mucho caso, pero lo que se ve en la calle supera y es mucho más creíble que ese “reality show” en lo que se ha convertido la gran pantalla.
[FONT=&quot]Un abrazo amigo y esperemos que no haya mal que cien años dure… aunque ya no sé qué es peor, si los demócratas o los liberales, je je.
[FONT=&quot]

 

[FONT=&quot]Preciosa canción la de Fecundo Cabral, que me encantan su música y sus palabras. ¡Qué bueno para la mañana!... yo no soy la libertad, pero sí el que la provoca. Cuántas verdades juntas en este pedazo de vida que me alcanzas. Podría repetir toda la canción y hacerla mía; pero él lo dice y lo canta mucho mejor.
[FONT=&quot]Muchísimas gracias Ropittella, y abrabesos y tiempo y canciones que nos hagan sentir vivos… y que tampoco somos tan raros.

 

Un relato fascinante que va envolviendo al lector y lo atrapa.Hay un poderoso sentimiento de empatía en el informático, que no es habitual y que le permite trepar la escarpada muralla del "no te metas" y acercarse a un semejante que le es desconocido.Me gustó mucho !! Felicitaciones por tu trabajo ! Un abrazo

 

Será porque ese informático no es tan informático como debiera, je je, y aún le atrae el mundo de lo real, aunque no le guste lo que ve.
Muchas gracias Miguel, que lo que hay lo podemos mejorar con buenos ojos cuando se mira alrededor.
Un abrazo amigo.

 

Que bien contada la historia, de que manera has plasmado lo que ahora es tan habitual desgraciadamente, me encantan los relatos con "corazón" y los escritores sensibles...un abrazo y estrellas porque no puedo darte reputación.

 

Hola Esther y muchas gracias por pasearte un ratito por estas letras. Sí, desgraciadamente los grandes ombligos siguen sin querer mirar lo que ocurre; y no son penas lo que ocurre un poco más allá de su ego.
Un abrazo amiga y la reputación te la doy yo... si me deja la maquinita, que no te creas que no es esquiva, je je je.
Feliz finde.

 

Caray, que relato has sacado de la galera, amigo.
Estupenda creación e inspiración, compañero.
Es un gran escrito que atrapa desde el comienzo.
Felicidades, poeta.
Un abrazo grande.

 

Muchas gracias Danie, que aunque nunca cojo el metro (en mi aldea no hay) la imaginación puso el resto.
Un abrazo amigo y feliz semana.

 

Bravo Alonso,
¡qué maravilla de relato has escrito!
Hemos convertido nuestrras vidas
en eso precisamente, en un individualismo atroz
y nada nos importa el que sufre y respira a nuestro lado.
Un abrazo, te dejo reputación.

 

Y así nos va... a la sociedad digo, que antepone los intereses y el capital al la sociedad en sí.
Un abrazo agradecido y cordial con simpatias y muchas cosas más para mi amigo Eladio.

 

Hay nombres que aún conociendolos olvidamos, lo importante es la huella que deja en ti, que buena historia nos regalas, la vida no tiene nombre!! Siempre grande, siempre escritor y poeta!! Un abrazote desde aquí!!

 

Me has hecho llorar! No deberían pasar esas cosas pero suceden. Hay tantas personas en la calle sin nombre y sin un lugar donde dormir. y no piden nada! Me encontrado con personas así y quisiera ayudarlas pero no es fácil hacerlo! Debemos hacer lo que podamos creo yo. Si cada persona que tiene posibilidad ayudara a una de esas personas necesitadas, este mundo seria mejor. Por lo menos emplearlas, ya no digo darles dinero, o por lo menos un plato de comida o un café caliente en tiempo de frío. Tu maravilloso relato ha conmovido mi corazón profundamente! Bendiciones amigo trotamundos.

 

Holaaa Nancy... de domingo festivo. Todos llevamos una historia a cuestas, como el hombre sin nombre; pero muchas veces tememos preguntar a los que nos rodean por la suya en particular. Salió este relato de andenes, ¡cuántas historias en un andén!
Siempre me alegra verte... y venir e ir sin tren ni estaciones; viajar.
Besos de domingo; ahora te preparo un buen almuerzo.

 

Tienes una gran alma. Lo normal es que el ver estas cosas incomode a la gente; a la gente sin escrúpulos les molesta ver las situaciones estas, pero nunca se les ocurriría echar una mano, temen las diferencias y lo único que se les ocurre es hundirlos un poco más.
Si todos ayudásemos un poco a quien tenemos cerca no se darían estas situaciones; sólo un poco, que entre muchos se construyen los futuros.
Un abrazo Lou…