Trifauce

Tendrán que creerme cuando les digo,

Que cuando escuché la conmoción,

La noche no había levantado aún su abrigo,

El alba lejos, me encamino a la habitación,

Me asomo y soy testigo,

De la más insólita visión,


El trifauce allí erguido,

Devorando las sobras del mesón,

Sus tres cabezas infernales no olvido,

Destrozan los platos, buscan lo que queda de sazón,

Con sus garras quiebra el piso vencido,

Me congelo sin entender la razón,


La bestia se detiene, me quedo sin voz,

Cuatro son las pupilas que me miran,

Dientes filosos como la hoz,


Del miedo las rimas se retiran,

La primera cabeza, grande y tenaz,

Se alza más alta que las demás,

Asquerosa vigía de ojos de cristal,

Muchos su muerte han visto allí pasar,

Gruñe, enseña sus cuchillas con ferocidad,


La cabeza izquierda muerde el aire sin piedad,

Movimientos espasmódicos en verdad,

Sus ojos eternamente cerrados,

Sus parpados como plomo pesados,

Su nariz pulsando,

Sus dientes mostrando,

Arremete, cierra, abre,

Abre y cierra,

De esta doble hilera de navajas,

No me advirtieron las barajas,

Aparece y pronto se esfuma,

Imitarlas no puedo con la pluma,


La última cabeza,

Deforme e hinchada, sin delicadeza,

Mira con recelo, ojos que podrían ser humanos,

Un cerebro descomunal allí acecha, comanda a sus hermanos

Fauces cerradas en un gruñido eterno,

Se mueve hacia mí el monstruo sempiterno,

Pelado veo el pescuezo del siniestro,

Así como lo vio el maestro,

Pues las marcas del héroe allí prevalecen,

Jamás se desvanecen,

Corro a la habitación,

Qué más queda que entregarse a la perdición,

Lo siento correr detrás,

Ladra, aúlla y gruñe, aun más,

Trifauce me devorará,

Trifauce, ¿tri-estomacal será?

Cabeza, brazos desmembrará,

Tumba todo a su paso, nada quedará,

Tiembla el piso, cae el florero,

Si hay arreglo, yo no lo veo,

Me escondo bajo la cama,

Ayuda, Dios a quién por ti clama,

La puerta diminuta detiene a la criatura,

Los ojos cristalinos se asoman a la pieza oscura,

Unas fauces le arrancan un pedazo de hocico,

Se abre paso la nariz húmeda, y yo sin crucifijo,

Huele a sangre, la bestia tiene sed,

Colmillos y garras destrozan la pared,

Devoran la madera, quedo a mi merced


Se derrumba la entrada,

Se avalancha el trifauce en desbandada,

De la cama ya no queda nada,

Veo los ojos humanos,

Dos hocicos abiertos y cercanos,

A mi rostro se dirigen sin temor,


Me halan la oreja de un tirón,

Se pelean centro y esquinas por el tendón,

Dolor igual no podría existir,

Temo que no me dejarán vivir,


Suena entonces la trompeta lejana,

Anuncia el alado “es la mañana”,

La luz tímida se asoma,

El trifauce se desploma,

Cae muerto, el miembro vomita,

El mundo entero regurgita,

Su cuerpo hierve,

El pelaje pierde,


Al trifauce abatido,

Se le zafan los colmillos,

Saltan como perlas,

Y los ojos caen de sus cuencas,

Cae uno a mis pies,

Lo recojo, pesa como diez,

Quema mi piel, hierve mi sangre,

El desmayo es grande,


Despierto en la mañana,

Suspiro, mi aliento compruebo,

No hay rastro del trifauce en cama,

Pero busco y busco de nuevo,

Algo le falta a mi cara,

Hasta que mi oreja veo en el suelo.

 

Con una imagen tan espantosa, la pluma no fue vencida, pues salieron muchas rimas y todas venturosas. Buen tema

Saludos