Achaques y límites.....

Cuento con ironía, mis achaques:
y empiezo por, lo lejos que está el suelo,
cuando voy a calzarme los zapatos,
o veo, donde piso, algo que dejo,
no lo cojo, a pesar de ser valioso,
pues no puedo doblar el esqueleto.

Hay veces que no salen las palabras,
escondidas, tal vez, en el cerebro
y aunque insisto en llamarlas nunca acuden
dejando que me sienta como lelo…
cuando salen, ya no las necesito,
pues vienen siempre tarde y a destiempo.

Tambien hay otra cosa que me importa,
pues tiene algo que ver, el movimiento,
¿donde está la presteza que tenía?...
corriendo, siempre fui de los primeros,
ahora me muevo y ando tan despacio
que preciso el apoyo o asidero
del cayado o amparo de un amigo,
que sostengan y ayuden a este viejo.

Y se suman también otros problemas:
cuando me hablan apenas si lo entiendo,
preciso ya de audífonos potentes
para advertir lo que me están diciendo,
pues hay veces que sólo oigo susurros
que en absoluto bien los interpreto.

Y si pienso en mis ojos y mi vista
necesito unas gafas para lejos
y otras para ver lo que está cerca
y aun con estos cristales, lo confieso,
que con unos u otros veo poco,
y estoy ya, como lelo y como ciego,

Casi me olvido hablar de los postizos,
que cuando abro la boca, los enseño,
pues son tan necesarios e incisivos,
que quedo sin comer si no los llevo;
y por la noche adornan la mesilla,
cuando duermo en los brazos de Morfeo.

 

Excelente estimado Atila,
estás mucho mejor que yo,
porque no mencionaste los dolores,
que aunque después se pasan un poco,
cuando me levanto parezco de ochenta...
muy buena sarta de problemas
de las que nadie puede zafar;
un saludo cordial,
Eduardo