Magnetismo.

Me voy marchando.
Ya, me despido.
He tocado techo.
Estoy en los márgenes de cada página del libro.


La vida sigue. He allanado el camino. Ya, no hay tantos baches.


Y conozco mis propios límites.
Mi belleza ha tocado fondo.
Mi bondad, en una carrera de resistencia, es atletismo.
Y por fin, guardaré silencio. Me quedaré absorto. Menos magnetismo.


¿ Por qué atraer a los demás, hacia mis versos ?


¿ A qué religión intento convertirles ?
¿ Caerá Saulo de Tarso, del caballo, deslumbrado por un rayo ?
¿ Llegará San Pedro a Roma, multiplicando panes y peces, y convirtiendo el agua, en vino ?
¿ Dejará de llorar Santa Mónica, por su hijo Agustín de Hipona, mientras que éste no se bautice ?


Son leyendas ya, muy viejas y sabrosas. Yo no insisto más. Ya, me rindo.

 

Es un irse quedándose, curiosa entrega donde la pregunta prevalece más en uno mismo que la intención de ser resuelta.

Saludos,

Palmira

 

Poco a poco. He resuelto que escribir tampoco es tan alucinante. Es como pintar cuadros.