Amigo.

Está radiante, y es mi amigo.
Me saluda. Procede de mi infancia.
Me lo encuentro por la calle. Me abriga.
Con su sonrisa, me siento arropado.


Yo también soy un dechado de virtudes.


Me consta, porque me estoy portando bien, últimamente.
El hombre es inherentemente bueno, y lo estoy demostrando.
Me pregunta por mi familia. Le respondo que todo marcha,
viento en popa, a toda vela. Que voy a dedicarme al campo.


Él trabaja como abogado. Terminó Derecho, a trancas y barrancas.


A trompicones.
Nunca fue muy de hincar los codos.
Los estudios, paso a paso. Golpe a golpe y verso a verso.
Le quiero contar que soy poeta cybernético. Pero se despide y se va,


con la música a otra parte.

 

Me ha sorprendido un poco este final, que me suena un un poco triste. Mis amigos saben que escribo; otra cosa es que no les interese mucho la poesía o que lo que yo escribo en realidad no es muy bueno...

 

Es que escribir sandeces, puede ser un grave error.
Por ello, yo prefiero el silencio.
Ya que lo bueno, no es gratis.
Y como todo es relativo, cualquier texto puede parecer idiota.
A los ojos de un juez cualquiera.
Entonces, llego a la conclusión de que la Poesía es arriesgada.
Y es como una huida. Un éxodo.
Del pueblo de Israel.





Que no quiere ser esclavo de faraón.
Vale. 40 años, marchando por el desierto.
Eso, ¿ Está demostrado ? Sí. Somos nómadas. Saltamos de poema en poema.
Sin llegar a la Tierra Prometida. Y eso me pone de los nervios.
Por ese motivo, yo, a mi amigo, no le cuento estas cosas.
Porque yo no quiero quedar, ante él, como un judío errante.

 

La poesía es arriesgada porque en ella se vuelcan sentimientos, emociones, se habla en ella de lo más íntimo, te desnudas, te confiesas, te sinceras, te avergüenzas para aceptar la verdad... Pero un amigo es alguien que no utilizará tus debilidades contra ti; al contrario, te protegerá de ellas si las conoce, si puede. Por eso es bueno que un amigo sepa tus puntos débiles. Por eso, frente a un amigo, no hace falta estar a la defensiva, ni fingir, ni ocultar, ni preocuparnos de cómo vamos a quedar ante él. Al fin y al cabo ya ha debido de aceptar por algún motivo la clase de persona que somos.

 

Lo ha descripto por mí compañero, al parecer no soy el único en este planeta que opina lo mismo.

 

Lo que me fastidia, es que somos seres, actuando en un sin-fin.
Y que no podemos llegar a una meta concreta.
Siempre nos movilizamos, hacia delante.
En una evolución que no cesa.
Me da la sensación de que estoy dentro de un saco, dando saltos.
En una carrera de sacos.

 

Es muy buena la imagen de la carrera de sacos para describir la evolución; un querer ir hacia adelante, pero sin poder desplegar completamente nuestras posibilidades, avanzar siempre más despacio de lo que somos conscientes que podríamos, a trompicones, tropezándonos, con caídas...

No sé muy bien a qué clase de meta concreta te gustaría que pudiéramos llegar. Probablemente ahora mismo no podemos ni imaginar hasta dónde llegaremos. Supongo que por eso siempre vamos hacia adelante, hacia el límite que sí podemos vislumbrar. Tampoco creo que sea malo que no tenga fin. Hay una parte que sí, que debería tener fin y que podría perfilarse como un objetivo concreto y es ganar de una vez por todas y de forma universal la batalla por la supervivencia y el bienestar (esto puede tener una frontera un poco difusa con el lujo, pero se puede empezar por los derechos humanos). ¿Y entonces? ¿Nos volveríamos una panda de vagos? Quiero creer que no, que siempre quedará la inquietud por el conocimiento, la inquietud de la expresión artística (aunque si nos libramos de la angustia de la supervivencia igual nos dedicábamos todos a expresiones artísticas bucólicas y pastoriles), la inquietud de crecer como personas; quedarían esas cosas. Y seguiríamos amando y quizá cada vez un poquito mejor.

Si hubiera un fin, significaría que habríamos alcanzado nuestro límite.

 

Hablas muy bien.
Creo que el fin es ése: Hablar bien.
La libertad de expresión. La amplitud de miras.
El lenguaje no verbal. El idioma de los sonidos, en la música.
Y lo que dice una mirada.

 

Corrígeme si me equivoco, por favor, pero creo que te gusta ser deliberadamente desconcertante. Me transmites (o me la invento yo) una sensación como si hablaras en acertijos.

 

Me has hecho reír.
Quería decir que estás en lo cierto.
Que dices la verdad.
Y que lo narras bien.
Que con eso, basta.
Que ése es un final feliz, honrado.

 

No, no es un final.
Es un principio...

 

Has llegado a la meta. Lo siento. Ya, no habrá un Mañana.
¿ Le doy al botón ? O no...
" El mundo se autodestruirá en cinco minutos. " ¿ Lo aprieto ?
Bueno, venga...
Esperaré...