Erotismo de otoño

Llegaste, amor, y tocaste
con la punta de tus dedos
aún precoces
las grietas de mis párpados dolientes,
la comisura un tanto augusta
dibujada al lado de mis labios,
mis mejillas no tan lozanas como antaño
pues el licor de cabriolas enamoradas
quizá pasó
por la ventana del tiempo que se diluye,
como la proa de un barco que no abordamos.
Fuiste de pronto
"la labor del minuto y el prodigio del año".
Sí, tus dedos en mi carne disoluta,
tus dedos en mi sangre,
tus dedos en el beso que nos hace la vida
con los restos del naufragio,
"¡dejad al huracán mover mi corazón!"

Llegaste, amor, con tu mirada encendida
me desnudaste de tanta lágrima ociosa del pasado,
me arrancaste la camisa del olvido,
soltaste los botones de mi arraigada desesperanza,
reventaste el pudor...aprisionaste
el péndulo que alimentaba otrora las peripecias
de mis locuras, te volcaste encima de mi norte,
debajo de mis ansias. Sí,
"¡dejad al huracán mover mi corazón!"
Llegaste, amor, en la penumbra,
morena y amarga como la blusa negra
en el perchero,
blanca y rosada como la enagua suelta
por el piso,
pequeña y alta como una estalactita de mármol,
cabellera negra, cabellera blanca,
cabellera de viento impulsando esta batalla.
sólo llegaste a jinetear al mundo.
"¡dejad al huracán mover mi corazón!"

Poema con dos versos de Darío, uno de ellos utilizado como estribillo.
DE MI LIBRO INÉDITO CABOS SUELTOS.

 

La manera de sentir que apadrinamos no tiene fecha de vencimiento. Saludos cordiales para ti Ronald.

 

Gracias, Sergio, un fuerte abrazo