Muertos

Cuando la vida termina,
el sufrimiento envuelve a los vivos
y se posa la tristeza en sus vidas,
Y se pierde el brillo de los ojos cándidos.

¡Dejen que los moribundos se vayan!
Déjenlos que disfruten su muerte
así como disfrutaron cada noche, tarde y mañana,
¡Dejarles que se vayan, sonrientes!

Que su rostro no se llene de melancólicas marcas,
no hagan pesar un momento de gozo;
¡Sí, lloren los recuerdos pero que no sean dagas!
Mantengan a salvo su pecho tenebroso.

Y hagan que las ánimas, lleguen sonrientes
a las puertas del cielo, no más hirientes.
Niños, jóvenes, adultos y ancianos,
ustedes, que se marchan a diario,

Vayan felices tocando fúnebres marchas
y toquen corazones, háganlos latir de nuevo,
lleguen al reposo, que tanto les falta,
cuando la vida termina, no hay fuego;

el infierno espera y calma,
el cielo abraza y otorga esperanza.
Infierno inexistente y el cielo,
un lugar irreal para la muerte.

 

Es lo único seguro, democrático e inevitable...Estupendo poema!! Felicitaciones, amigo poeta!

 

Muchas gracias por leer.

 

Gracias de nuevo Luzyabsenta.