Las colas

LAS COLAS

Esta mañana
esperando en una parada de taxi
de pronto una señora con traza de ejecutiva
se ha adentrado un par de metros en la calzada
y mientras me miraba con cara de empacho
y se ajustaba la falda
se me ha puesto a gritar:

«¡así!, ¡hay que hacerlo así!
¡hay que sacar el brazo!, ¿¡entiendes!?,
¡que saques la mano!, ¡joder!
Hay que sacarla porque si no sacas la mano no te ven,
¡que saques el brazo!
Tengo una reunión y todavía te quedarás con el taxi cuando soy yo
quien está sacando el brazo por ti.
Está claro que mi tiempo, ¡mi tiempo!,
vale lo que no vale el tuyo, ¿comprendes?».

Entonces llegó un taxi
y me monté
y allí se quedó aquella señora cagándose en Dios.

Resulta peculiar lo hijo de puta
que puede llegar a ser el humano en una cola.
En ella toda la mala hostia acumulada mutación tras mutación
desde el homo erectus hasta… lo que somos hoy
eclosiona sin compasión en una defensa orgiástica por ese «derecho adquirido».
Hay que tener muchísimo cuidado con lo que uno hace con su vez
en la cola de un supermercado,
o en la sala de espera del médico,
o en la cola del INEM
y hasta en una inofensiva parada de taxi…

Me parece previsible que en la inminente cola nuclear
por ser los reyes del gas ártico
iniciemos nuestra destrucción total,
pero no me esperaba el juego despreciable
que podía llegar a dar una simple espera de taxi.

Ahora comprendo
que nada ni nadie podrá hacer frente
a los regimientos de sicópatas que enfilan las colas del mundo.

Pero quizá exista todavía una mínima fisura de esperanza:
Si los humanos como la señora de esta mañana valorasen su tiempo
como los minutos perdidos de camino a su puto trabajo
estoy seguro
de que en breve rodarían los premios nóbel
por admirables contribuciones a la humanidad,
y la primavera de un mundo mejor
sería, entonces,
algo más
que el placebo
de un sueño marchito.

Kalkbadan
Madrid, 2 de marzo de 2018

 

Vivimos en un mundo que se mueve entre la pasividad,
la impaciencia y mucha mala hostia acumulada...
El caso es que en la tranquilidad del hogar
tampoco nos libramos de esperas, peleas
y el asalto al cuarto de baño del listo de turno,
es lo que tiene que a toda una familia
le entre ganas de cagar al mismo tiempo.
Igual el gracioso que pulse el botoncito nuclear
tiene la amabilidad de avisarnos y hacernos la peineta.
Un abrazo, Andreas.¿Te apetece un café...?

 

¡Claro!, ¡Cafetito bueno!
Pues sí, compi, hay una mala hostia brutal y global. Trabajos precarios con sueldos de mierda y horarios 24h no dan para sonreír mucho. Esto sumado a las putadas de la vida dejan arrinconada a la primavera más verde. Estoy de acuerdo.
Poco tengo que decir acerca de las contingencias de la vida, ¡pero ay sobre el tiempo que nos dedicamos!... No te digo que todos, ni siempre, querida Rosario, pero cuántas veces se defiende el tiempo en el trabajo pero no defendemos NUESTRO tiempo, que al fin y al cabo es el único que vale, aunque no valga una mierda a ojos del mercado y del todopoderoso consumo. Es cierto, amiga, que no en todas las etapas de la vida uno tiene ni las ganas ni las fuerzas suficientes para quererse. Pero si despreciamos nuestro propio tiempo nos acercamos al musgo de la roca, y la agresividad inmanente a la frustración de no SER es proyectada con furia tarde o temprano.
Si en la sociedad en la que vivimos la pasión (amor a nuestro tiempo y a la libertad) fuera el motor de las almas, y no el que dirán, el acojono de que nos echen del trabajo, el ahorrar para gastar en lo que nos dictan, se estrenaría un manto grueso de primavera que no la echaban sus vecinas estaciones. Este poema no es más que blablabla, pero los hechos vendrán de la mano de los valientes que investiguen, que exploren la belleza, que estudien, y que escapen de los «tontos por ciento», como decía el Sabina.
Veremos a ver, compañera.
Un abrazo de pre primavera.

 

Contra esa mala ostia: los girasoles de Rozalen, que tan famosa se ha hecho últimamente por un hecho despreciable. Y a ser posible cantar y bailar con ella.

Contra la mala ostia: reír.
Contra la mala ostia: soñar.
Y a veces contra esa mala ostia: echarle humor aunque no seas políticamente correcto, que no crean que somos tontos que de eso no pecamos.

El otro día en el curro comiendo, que aunque somos tres normalmente, el pasado viernes se añadieron dos más.

Una que no me soporta, porque está encelá perdía jahaja, y que me habló hasta hace poco por interés, y dejó de hablarme hasta casi torcerme la cara ( porque el compa que le gusta pasa de su culo pero del mio no, se siente jaja) pues me preguntó por la niña, y se notaba mucho que le importaba una mierda mi niña, pero claro, estaba delante el susodicho...

Antonia, qué tal la niña?

Y yo le dije con mi gracia natural: muy bien, creciéndole las tetas


Y eso, no me preguntó nada más. Contra la maldad y el cinismo y la falsedad, humor gallego del fino jaja.


Es que no me va la gente que no juega limpio. Ni esa mala ostia sin motivo. Ni las mentiras. Y claro otras que somos demasiado transparentes, para lo que se estila.

Pero cada vez reímos más. Y esa, es la mejor señal. La cara de tonta feliz que se te pone.

Un bico. Acabo de desayunar. Voy a caminar un rato, te apuntas?

 

¡Hola, Elena! Reír y soñar, ¡eso es! Y no pagan por ello, pero qué valor tienen..., sobre todo para uno mismo.
La mala hostia y la amargura son putos parásitos mentales que en la mayoría de los casos se solucionan mirándose uno fijamente el ombligo y poniendo su vida sencillamente en movimiento. Hechos. Menos quejarse y más actuar y valorar el tiempo de uno mismo. Nos amamos demasiado poco, prostituyendo nuestra existencia por el tiempo de los demás.
Sí, ya sé, Elena, que la vida es puta, pero todo es más sencillo si aprovechamos las espinas del rosal para gozar de la belleza que se esconde en los rosales, y más ahora que llega la primavera. Al menos debemos intentarlo, ¿verdad?

«Y yo le dije con mi gracia natural: muy bien, creciéndole las tetas»
jaja, frase muy de tu cosecha

Un bico, y sí, y paseíto que el domingo nos salió bueno.

 

Las paradas deberían existir pasa ser respetadas y cada uno tomar un número de llegada, pero claro, dónde quedaría la pedantería y el deseo de fregarse al resto y sentirse superior. Las únicas colas que se respetan son las de los desempleados y la de los almacenes cuando llega la crisis económica. Saludos cordiales para ti, kalkbadan.

 

¡Hola, Sergio!
Efectivamente las colas son una especie de tenia de la mala hostia o una mecha prendida a punto de provocar la combustión de la ira.
Dices bien, pedantería y arrogancia, pero lo sorprendente es que muchas veces el conflicto es en defensa del tiempo de los demás y no a resultas del respeto por tu propio tiempo. Este país sigue inmerso en ese elitismo de alcurnia endémica de ser algo, cuando la clave parece estar en SER, simplemente en querer SER. Pero eso implica parar y dar un paso a un lado de la vorágine del sistema, para así poder dedicar tiempo a tu movimiento.
Acojonante que hablen de brotes verdes con el empleo precario que todos conocemos, pero da igual, siguen, y parece que seguirán ganando elecciones. Y nosotros, a lo nuestro, riendo las gracias a los bigotudos de Forges.
Saludo cordial, compañero.

 

Anda enferma esta sociedad, escasa de bondad y paciencia.... es un excelente escrito, con muy buena reflexión. Un placer conocer más de tu trabajo amigo poeta. Un abrazo, que pases una buena semana.

 

Ciertamente, Andreas, a las personas se las conoce por los pequeños detalles. Se puede esconder todo, menos la belleza y la frustración.
El día que la líe en una cola me iré al psiquiatra a toda ostia . Quizás te parezca una ridiculez lo que voy a decir, pero siempre he pensado que simplemente al agradecer con la mano a un conductor que frena y te deja cruzar un paso de peatones ya estamos haciendo de algina forma un poco mejor el mundo . Buen poema, amigo. Un fuerte abrazo.

 

El tiempo es un regalo... hasta la espera en una cola.
Buenos versos como siempre, un abrazo

 

ufff... poemazo y tan sepultado acá bajo no va. Bueno, será la costumbre... siempre tienes buenas obras.
Abrazos.