No eres mi religión.-

NO ERES MI RELIGIÓN
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Cariño de las noblezas
Ángel de la aurora
Tierna y grácil doncella
Aquello que el cielo añora
Aquello que tanto anhela
Aquello que tanto implora

Te veo hermosa y radiante
Un poema hecho ser
En tu esplendor de luna
No te acerques a ninguna
Estrella de amanecer

No manches tu bello halo
Pues no combinas conmigo
Sola eres una diosa
Pero yo estando a tu lado
El cielo quedó pasmado
De incongruencia floral

¡¿ Yo, el mal, se vistió de rosa ?!

… En tu mundo eres preciosa
No te acerques al caudal

Eres para ser tenida
Flotando en nubes sutiles
En calendarios de abriles
En calendarios de mayos
Y en todos los calendarios
En tenencia dichosa

Eres para ser mimada
Eres para ser celosa
Y para mandar en mi pecho
Como puntero en pizarra

Pero no tienes derecho
De ordenar en mis jarras
Llenas de vino oscuro

En tus sillones maduros
La escoria no debe alcanzarte
El alto aire es tu amigo
Con todos sus mil arribos
Y con sus púrpuras partes

Mujer, mi religión
Es la hermosura pequeña
Allá, detrás de esa estrella
Se esconde mi devoción

No eres tú, Mujer, mi cielo
Tampoco mi paraíso
En éste cielo creado
Por manos tan competentes
Que separan en ingentes
Distancias el bien del mal

Solamente, Mujer,
Mi senda parte en Bethlehem
Comienza en amor naciente
Y late en amor frugal

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Muy fuerte, tu apuesta.
Solidaria con la pobre María.
Y con su embarazo.
Para convertirte en José.
Es digno de verse.


La religión está basada en las creencias.
Y la ciencia exige demostraciones lógicas.
Cognoscibles.
No tan mágicas o esotéricas.
Sino contantes y sonantes, como el dinero. En metálico.


Pero del dinero, pasamos al salario, en la Antigua Roma.
Que consistía en sal marina gorda.
Esa sal tiene muchos ingredientes.
El más abundante en ella, es el cloruro sódico.
Lo admito: Sube la tensión sanguínea. Pero una pequeña proporción de cada cristal, acarrea consigo metales monoatómicos, que el cuerpo humano necesita, para rejuvenecer, y atar cabos con prontitud. O sea, desarrollando su inteligencia. Por ello, tanto la sal marina gorda, como la sal del Himalaya, o incluso el agua del Mar, mezclada con agua del río, son importantes para nosotros, y para los árboles. Es un alimento que les fortalece, les vigoriza, mineraliza y otorga relieve. Otorga vitalidad. Este mejunje necesita agua fresca, en abundancia, para compensar el mal trago de tan substancioso amigo, como es el Mar. El Mar desprende un brillo metálico.

 

Bello en tu personal visión de ella, me ha gustado porque siempre disfruto con tu sensible y certera escritura amigo Isaías. Un abrazo. Paco.