Sangre helada

El grito frio se desplaza


entre sombras suicidas


y soles ciegos.





El árbol da frutos muertos,


el fracaso pendiendo de sus ramas.





El sol duda en aparecer,


es demasiada la miseria que contorna,


la hipocresía fálica del jardín de Dios.





Una caída sin ruido


en el ojo impávido de la noche.





Sangre helada bajo cielos marchitos.


​

 

Y luego, te darás cuenta de que tu obra te perseguirá siempre.
Porque ser es hacer, según Sócrates.
Y quien para otro cava una zanja, en ella cae; como expresó Fédor Dostoievski.
Luego por tanto, tu crimen no quedará impune.
A no ser, claro está, que ni tú, ni tu crimen, realmente hayáis nacido.
Podría ser que todo esto, del planeta Tierra, fuera tan sólo, un ensayo para futuras razas humanas, más generosas y humildes.
Es decir que hay mucho trabajo por hacer, de cara a la santidad de cada miembro, de nuestra estirpe.
Lo cuál, equivale a sugerir que Teresa de Calcuta, fuera más sabia que tú.
Entonces, eso te deja en segundo lugar, en una probable carrera hacia el estrellato.