Un vagón a ninguna parte. (Del diario de Claudia)

Del diario de Claudia...

Un vagón a ninguna parte es mi casa gris.
Una estación sin vías, sin aviso a viajeros, sin revisores de pasajes de quien esconder el rostro para dar intriga al viaje.
No hay mas espías en evasión que mi querido Aitor que dejó su mente en fuga por salir en busca y captura de un amor no correspondido, pues la muerte lo había maniatado.
En un asiento cercano al mio, se camufla bajo las notas maravillosas de su violín, y me ameniza el viaje narrandome versos con esa música triste de pájaros muertos, pero que a mi me hacen sentir viva.

No hay mas enterrador que marque la sombra del miedo en los viajeros quietos, que mi estimado Pablo, que guarda bajo tierra semillas y semillas de flores de colores que crecen y hacen un poco alegre el camino mientras nos asomamos por las ventanillas inmóviles. Aunque yo siempre anhelo que todas las rosas crezcan amarillas, brillantes como el sol, y que marquen contraste con los días melancólicos de los que aquí nos alimentamos...Ellas invaden mi vagón con su frescura, con su aroma y yo me siento a escribirte mis memorias.

No hay mas Matahari en nuestro tren que Sofía, cuando se viste con sus trajes de lentejuelas, con sus plumachos de colores estridentes,sus tacones ya torcidos por el tiempo y el peso y pasados de moda hace décadas. Se que está en su ensoñación cuando la veo con la mirada perdida, espiando a través de la ventana esperando a su enamorado que seguro, años hará ya que es hueso y ceniza, mas ella le espera con sus labios pintados con un carmín de siglos pasados, con un rojo chillón que destacan mas su piel pálida, que como velo cubre su garganta obedeciendo a la gravedad. Ella un día fue hermosa y muy amada, sus ojos profundos como lagos misteriosos, delatan el pasado.

No viaja mas asesino que el doctor Doyle, quien ha matado cada una de nuestras ilusiones, dejándonos por momentos en la cordura hiriente que nos hace pedazos, como la que vivo en este instante. Cuando no lo consigue, cuando no consigue que razonemos a una vida que ya no nos corresponde, nos mata el andar, nos ata la libertad, y pasamos días mirando a un cielo blanco sin mas estrella que la luz estridente de un fluorescente artificial.

No tenemos mas sirvientes en primera clase en este trayecto, que Angela y Josefa, nuestras azafatas de viaje, ya decadentes de delicadeza, sin mas afecto hacia los viajeros que el correspondiente en algún momento dado, no es su culpa, es el hastio de ver siempre el mismo paisaje adornado con rejas. El tedio de escuchar cien veces la misma historia de los mismos labios, el cansancio de servir siempre al mismo tipo de mentes, o de dementes. La novedad ausente de esta casa que les proporciona el sustento para sobrevivir. Algunas veces, en mi días buenos, en mis días sin nubes, las he visto reír por alguna de las ocurrencias de los viajeros quietos, yo, he llorado, que ausentes están del padecer.
Otras veces, digo en su favor que les he escuchado hablar con lastima, cuando sus almas se han compadecido al mirar alguno de nosotros como a seres humanos, como marionetas de Doyle. Alguna vez, es cierto que han sentido compasión por las almas errantes que caminan por los pasillos hacia ninguna parte, porque en esta casa gris, en este vagón de tren sin destino, no hay parte a donde ir...

Y bueno, en todos los viajes de las novelas antiguas de suspense, existe un mago, un prestidigitador, esos que hacen que creamos lo que no existe como si fuera real, un Hudini, así me llama Doyle, con una mueca no se si de risa o de intriga en sus labios. Pues él no ignora que mi mente puede traspasar las rejas, que mi alma vuela con ella y que cuando el me inmoviliza solo encadena mi cuerpo, que yo no estoy allí, y cuando tiene una de las charlas cotidianas conmigo, puedo demostrárselo. Se que eso le irrita a veces, mas otras, se que siente pesar por no poder dar cura a mi mente y dejarme marchar y así poder bajarme en la próxima estación, y vivir los otoños que me restan paseando por algún parque pintado de dorado, escuchando el crepitar de las hojas bajo mis pies.

Por hoy, amiga mía, silencio mi garganta, porque hoy, a pesar de acompañar al cielo en su llanto estoy melancólicamente contenta. Escucho el concierto de las nubes que hoy no tocan música de requiem , pues me anuncian que ha llegado mi amado otoño con quien tengo un romance eterno de locura, porque el otoño, me recuerda a él, a mi amado, me devuelve a aquel noviembre sombrío donde yo crecí sin tierra ni agua bajo mis pies y en ese terreno hostil me enseño a sobrevivir.
Hoy truena el cielo amiga...hoy tengo un motivo para ser feliz...

SHA

 

Recuerdo las primeras entregas de Claudia como un diálogo entre ella y tu yo interno. Hoy impera una narrativa impecable de sutil oscuridad. Un beso, Sandra.

 

Si, así fueron nuestros comienzos...Hoy ya nos conocemos lo suficiente para que narre lo que ella me cuenta oo me escribe casi en piel...Ella llena mis vacíos, imposible me es no saber que siente, que quiere decir, que quiere que diga...
Ay, siento no recordarte...¿Tenias otro nombre?
Muchas gracias, me han alegrado tus palabras...

 

Este...bueno...yo...qué te puedo decir?

 

Una luz se encendió en la oscuridad...imposible no saber quien habita ese nombre...
Gracias.

 

Déjame en lo oscurito.
Jjajajj