¡Oh grande del figón!

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¡Oh grande del figón!

Candente el horno, casi cual infierno,
aguarda con su boca toda hambrienta
al animal que, sin calor materno,
a la vida le hurtó la faca cruenta;

castellano afamado, noble y tierno,
pregonero en la mesa se presenta,
constante siempre, pues de invierno a invierno
la mirada del chef lo observa atenta.

Dorada ya la piel, fina y crujiente,
convocando en su entorno va a la gente,
su tenedor dispuesto, y su cuchillo;

que justo cuando pasa el tiempo exacto
en el fuego, se gustará ipso facto:
¡oh grande del figón, el cochinillo!

 

Vaya, casi se me ha ido haciendo la boca agua en los últimos compases de tu canto al cochinillo.
Buen soneto.
Un abrazo.

 

Un macabro soneto, si se piensa sin el paladar, estimado Salvador. ¡Qué rico!

Estuve un rato detenido en el «lo» del verso 4, hasta que caí en la cuenta de que debe ser «le», porque duplica el complemento indirecto de «hurtó»: «a la vida».

Tienes una diéresis que veo artificiosa (no la haces en «cruenta», donde la veo mucho más pertinente) en el verso 10, en «reuniendo». Te sugiero «convocando».

abrazo y ¡provecho!
Jorge

 

Suculento plato servido en este sazonado poema estimado Lesmo, muy a la española.
Un gusto haber participado de tu mesa, poeta
Un abrazo
MANUEL

 

Excelente soneto, un placer pasar por tan rico poema, abrazos.

 

Excelente soneto culinario. Se me ha abierto el apetito, con ese cochinillo crujiente. Un abrazo muy cordial.
Miguel

 

Recordando esas convocatorias desde tus letras, gracias por
recrear momentos que siempre se recuerdan con gratitud
y alegría. Besitos cariñosos apretados en tus mejillas.