Heavy, un poema a mi perro que fallecio

Desde la niñez
y adolescencia de mis hermanos,
la juventud de un presente poderoso,
y un amanecer tan dulce como vital,

adoptamos a un compañero,
un dragón de agua,
como su horóscopo chino lo catalogaba,

un amigo,
alguien que forma parte de nuestra familia,
un hermano más que nos otorgaría el tiempo,
un regalo, porque se nos dio mucho,

esa mirada que el viento no puede borrar,
como toda caricia
que emerge siempre del recuerdo,
siempre de un lazo tan humano,
de un sentir tan vivaz como él,

la sensibilidad de su instinto,
marcando con sus pasos su querer,
saltando hasta abrazar nuestra cordura,

amor y soltura,

como jugando a las escondidas,

detrás del estereotipo
del mejor amigo del hombre,
se encuentra un alma pura,

consciente del dolor,
consciente del peligro,
amante de los mimos,
y de todo tibio cobijo,

Heavy,

su ternura y delicadeza reside,
en el cuerpo del que lo ha acunado,

la entereza y el deseo,
es más que una simple condición,

su amor recorrerá siempre por última vez
los suelos de nuestro intrínseco hogar,

esperándote como vos nos esperaste,
siempre encontrarás tu lugar,

por ahora te cuidaremos
en la profundidad de nuestro intimo anhelo,

y en nuestros latidos, tu esencia,

hasta que tu nombre resuene,
y nos encuentres una vez más,
siempre por amor,

siempre por primera vez.

 

Me gusta tu poema, mucho amor y gratitud hacia Heavy; un miembro especial de la familia,