La herencia de Sangre

Que baste; - escuché-
De los cielos el húmedo llanto
Que encuentra reposo
Sobre el vientre de la madre tierra.
Y su manto,
que cubre el silencio de sangre
vertida en mil siglos de espanto
Gritando:
Que baste su llanto.
¡Que no me levanten!
Dejadme dormir el sueño de santos
No claméis en mi nombre.
No me convirtáis en angustia;
Miseria y dolor y tormento del hombre
Que no me levanten.
Dejadme.
Dejadme.
Dejadme.
No busquéis mi grito de herencia.
Cada nueva gota, es virgen sin padres.
¡Por eso me clama la tierra que es madre!
No usurpéis su puesto.
No escuchéis la nefasta llamada
de mil siglos sin futuro.
La sangre no se lava con nada.
Con nada.
Porque no se vertió para ser lavada.
No se vertió tampoco, para ser vengada.
Y menos aun para ser olvidada.
¡No acuñéis venganzas!
No busquéis en mi nombre honores.
¡No olvidéis horrores!
Dejad que la sangre repose.
Es digno mi lecho.
Dejad que Amor fecunde en el pecho
del hombre.
Que ya no recuerdo cuando recorría
Las venas sin raza que me contenían.
.........................................
Dejad que me ahonde.
Callada.
Dejad que me ahonde.
Profunda.
Dejad que me ahonde
En mi madre.
Digna.
Dejadme reposar un sueño sin nombre.

 

Un canto vigoroso que fluye desde la madre Tierra y desde la sangre de los ancestros. Clamor y potencia. Es la Memoria que parece danzar entre tus versos.


Un abrazo desde Buenos Aires.

 

Si Ciela, y unas pacificas y al tiempo asfixiantes ganas de rebuscar en las alforjas donde acarreamos tanto lo que nos proyecta, como lo que nos sujeta y encarcela de nuestras tradiciones y costumbres. Rebuscar en la alforja y arrojar por la borda lo inservible, lo brutal, lo absurdo y gritar a los cuatro vientos: “Con esta rueda de molino no comulgo yo ni un solo día más”.
Un abrazote muy tierno.