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La historia del Rey de la Colina

Tema en 'Poemas Generales' comenzado por soñar no es imposible..., 24 de Julio de 2008. Respuestas: 2 | Visitas: 523

  1. soñar no es imposible...

    soñar no es imposible... Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    15 de Julio de 2008
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    La historia del rey de la colina

    Una fresca mañana desperté
    con el suave canto de los alegres
    pajarillos que se encontraban
    junto la blanca cortina.

    El sol brillaba en su plenitud a
    través de la ventana.
    Había amanecido hacía
    apenas unos momentos.

    Me senté en la cómoda cama,
    que cada noche nutría
    sueños y pesadillas, desde mi
    pequeñez hasta la actualidad.

    Retiré las muchas cobijas,
    dejando mis pies al descubierto
    seguido por unos cuantos
    bostezos y de varios estirones.

    Bajé los pies de la cama y me dirigí
    hacia el balcón de mi ventana. En ella,
    vi las rojas y pequeñas flores que se
    encontraban deslumbrantes frente a mí.

    Los botones, recién abiertos,
    todavía conservaban las gotas
    de rocío que relucían ante el
    deslumbrante brillo del Sol.

    Justo en ese momento percibí
    que una pequeña lágrima rodaba
    con quietud por mi áspera mejilla,
    escapando del ojo izquierdo.

    Súbitamente cayó hacia el conservado
    suelo de madera, volteé a ver
    y vi como se desplomaba en el piso,
    esparciéndose por toda la superficie.

    Un instante eterno, que inició con
    mi nueva vida. Repentinamente volví mi
    cabeza hacia las macetas que estaban
    apoyadas en la parte interior del balcón.

    Las antes hermosas y rojas flores
    se habían vuelto unas plantas
    marchitas, secas e infértiles. Sin
    una gota del bello rocío.

    Me giré hacia el interior de la
    habitación y encontré, con suma tristeza,
    abundantes y enormes agujeros en
    la ahora decolorada y mustia pared.

    La polvadera inundaba con
    tenacidad la abandonada
    habitación de paredes grises
    que casi se desplomaban sobre mi.

    Volteé a ver mi cama, llena
    de polvo, con las cobijas
    deshechas y rotas, además del
    enorme colchón rajado en todas partes.

    La sucia habitación estaba saturada
    de ratas, termitas y demás,
    las vigas del techo tenían agujeros,
    y todo el suelo estaba agrietado.

    Me asomé con curiosidad hacia la
    calle, encontrando un basurero
    que tenía el alto de mi casa,
    ni siquiera se alcanzaba a ver el cielo.

    Salí al balcón, intentando encontrar
    una explicación a todo lo sucedido,
    pensé y pensé hasta que pardeaba la tarde
    y me di cuenta de que perdía el tiempo.

    En ese momento decidí que no
    debía pensarlo tanto, sino ponerme
    a actuar. Me levanté bruscamente
    y decidí salir a buscar una aclaración.

    Se empezaba a poner el crepúsculo, pero
    no me importó y salí por la ventana,
    escalando con prontitud el gran
    montículo de deshechos.

    El olor era realmente insoportable.
    Daba una sensación a alimentos
    podridos que llevan varios
    meses descomponiéndose .

    Trepé hasta la punta de la gigantesca
    y truculenta colina de porquería, varias
    veces caí provocando que el repulsivo
    olor se impregnara en mi pijama.

    La noche ya había caído y el cielo
    estaba lleno de nubes, ni siquiera se
    alcanzaba a ver la luna, no había
    ningún hueco entre el grisáceo celaje.

    Ya no había edificios vecinos
    y la calle estaba desierta en su
    plenitud, los árboles estaban
    completamente desnudos y secos.

    No había señales de ningún ocupante
    del desierto y devastado lugar,
    además de unas cuantas ratas
    que husmeaban entre la basura del fondo.

    Me senté un rato a esperar,
    esperar a que algo sucediera.
    Pasaron las horas y sólo se escuchaba
    el ruido de los ávidos roedores.

    Empezaba a puntear el alba,
    cuando me paré, sacudí
    mis cálidos pantalones de felpa,
    di un mal paso y resbalé.

    Caí por el montículo de basura
    hasta llegar a la base, donde
    las ratas seguían alimentándose
    de los restos de algún puchero podrido.
    Al caer, provoqué un estruendoso y
    prolongado ruido. Los roedores ni
    siquiera se inmutaron, me voltearon a ver
    con indiferencia y prosiguieron con su festín.

    Me alcé con bastantes esfuerzos,
    sacudí mi pijama, y emprendí
    camino, descubrí que yo era el que
    tenía que hacer que algo sucediera.

    Empecé a avanzar por el desolado
    camino, cuando escuche unos
    sonidos agudos, como chillidos.
    Volteé y descubrí a mis seguidores.

    Miles de ratas, cafés, grises, blancas,
    pintas y negras, detrás de mí,
    observándome anhelosas,
    esperando alguna indicación.

    Les dije: “Levántense”, enseguida,
    sin excepciones, todas las
    ratas se alzaron su cabeza
    y sus patas delanteras.

    Perplejo, les dije: “Abajo” y todas
    descendieron, con gran asombro
    supe que este era el momento que
    había esperado tanto tiempo en la colina.

    Apenas y podía articular palabras;
    tenía unos seguidores que me
    eran fieles hasta el alma, se les
    podía descifrar en la mirada.

    El sol estaba en su máximo esplendor,
    alumbraba las diminutas caras
    de los miles de roedores que
    se postraban frente a mí.

    El cielo se oscureció súbitamente,
    una cara de horror se sembró
    en los tiernos roedores.
    Me volví a ver que lo había causado.

    Una polvadera inmensa,
    acompañada de un humo totalmente
    sombrío, ocultaba toda luz,
    se abalanzó contra nosotros.

    Resistimos, pero las tinieblas
    apenas comenzaban, el humo
    desapareció, dando paso
    a algo que era todavía peor.


    Cinco siluetas de humanos,
    se acercaban amenazadoramente
    hacia nosotros, en ese segundo
    me di cuenta de que lucharíamos.

    Armado en valentía y coraje; sin
    nada más que honor y mi pijama
    de felpa; con miles de diminutos,
    pero poderosos, seguidores.

    Volteé a verlos, en sus caras se
    veía el miedo, que pude convertir
    en un gesto de valentía y denuedo,
    con ganas de luchar por lo que amaban.

    “Amigos roedores”, les dije,
    “lucharemos por lo que nos
    queda de este mundo, por lo
    que vale la pena defender”

    “Luchen por lo que aman,
    porque, si no viven, serán
    recordados con honor y si viven,
    siempre podrán amarlo”

    Las ratas se irguieron en
    valor, y grité “ataquen”,
    en ese momento, miles
    de roedores corrieron al frente.

    Con sus pequeñas patas corrieron
    hacia las cinco figuras,
    eran tantas que en el empedrado suelo
    no se veía hueco alguno.

    Al llegar ante los humanos,
    treparon sobre ellos, cubriéndolos
    totalmente, mordisqueando
    e hiriendo por completo sus cuerpecillos.

    Rápidamente sus cuerpos se
    desplomaron y sólo quedaron
    los restos desfigurados por las
    mordidas, mostrando carne viva.

    En ese momento el sol volvió
    a brillar y la era de las
    tinieblas acabó para siempre,
    vencidos por roedores.

    Las ratas regresaron a mí,
    exhaustas pero libres,
    llenas de sangre ajena,
    con un gesto de victoria.

    Alegremente y con libertad
    subimos por la colina de basura;
    unidos, me coronaron como
    su rey, el rey de la colina.

    Se dieron el festín de su vida,
    del cual yo preferí no comer.
    Habíamos ganado la
    primer batalla de muchas.

    Blandimos nuestra bandera
    (que es un viejo calzón agujerado)
    y la seguiremos blandiendo
    en el cielo mucho tiempo.


    El Rey de la Colina.​



     
    #1
  2. Un tipo comun

    Un tipo comun Poeta fiel al portal

    Se incorporó:
    4 de Julio de 2008
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    Género:
    Hombre
    o.o que sangriento...

    Interesante historia.

    Saludos
     
    #2
  3. soñar no es imposible...

    soñar no es imposible... Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    15 de Julio de 2008
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    gracias! fue una de esas locuras que te dan derrepente...
     
    #3

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