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Cordillera Blanca

Tema en 'Poemas de Amor' comenzado por aoz, 20 de Agosto de 2008. Respuestas: 3 | Visitas: 1562

  1. aoz

    aoz Poeta recién llegado

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    Hombre
    Cordillera Blanca

    A Yahaira Marie Amaya,
    desde Afganistán… 19 Junio 2008


    Diosa.

    Tu vestido rojo
    resbala por las curvas
    corpóreas del sol
    y cae,
    (la lava inmóvil entre los pies),
    lo auparas con el dedo
    como ofrenda al aire
    para que vista de fuego
    y el sostén,
    el sostén cuelga de la luna,
    y tú,
    en mi mirada mortal
    prendida solar como hada.


    Espalda.

    Injusto y rizo
    el rizo amarillo suelto hasta las caderas…

    Rizo e injusto
    el desnudo ondulado de tu espalda
    hacia glúteos salpicados de amarillo.

    Justo en la frambuesa arqueada
    de las vértebras
    (entre el cabello
    disuelta en una línea
    hasta los pómulos blancos del manjar)
    crece mi debilidad…
    y la potencia de tu piel
    asomada en la nariz como esencia
    injusta.


    Certeza.

    Para cuando yo
    mame de tu seno
    ya estará tendido un rodaje de vírgenes
    que te envidian,
    unos consejeros
    que no me aprueban,
    un girasol abriendo pétalos
    en mi boca
    y su ansioso sendero
    a la otra flor-bodega
    donde Eva alcoholiza a su Adán.


    Lengua.

    Intensamente
    un sin fin de nostalgia entra por mi boca
    como pequeña avispa
    con el aguijón repleto
    de poesía,
    y florece el sabor
    de tu boca húmeda con el siguiente verso:
    “Bésame otra vez,
    otra vez tu beso
    desnudo en mi voz
    que pide la lengua…”


    Éxtasis.

    Eres
    (tu cara se confunde con la mía)
    o soy yo
    deslizado en tus genes
    que juntan el paladar
    para una sensación de hormonas
    gemelas en una misma, será
    brote en un sólo cuerpo
    vertiendo éxtasis para la sed
    mundial del sexo, o
    quién sabe, quizás
    el ocasional delirio de las habitaciones
    que guarda la carne
    cuando habitan los gérmenes del amor
    para fornicar mutuos
    y colapsar el orgasmo en cada espacio
    que sobresale
    y entra
    en tu vagina.


    Núcleo.

    Descifré el núcleo
    de adónde surge el espasmo muscular
    que hace trincar tus dedos:
    mientras te balancee
    en un simple movimiento igual
    lapso de tiempo,
    en golpe inesperado
    empujo
    y aguanto, allí, profundo,
    te suspiro al oído
    “te amo”
    pero con la radical malicia de mis ojos
    que hace desconfiar
    la palabra
    y su secreto.


    Insólito.

    Es la cuantía
    de los coquíes que brincan
    por el tímpano con su fino
    “coquí”.
    Es la cuantía
    del eco engarabatado en la brisa.
    Es la cuantía
    de todo lo que se acomoda
    imposible y tan próximo.
    Eres tú,
    abriendo la noche
    en su sinfonía innatural insólita,
    cual bebo
    desde tu centro embudo
    la líquida armonía fresca
    por el oído…


    Oral.

    Beber de tu corriente sur
    como otros bebidos bebieron
    oral
    la sustancia que crea leyendas,
    es beber
    el cauce que abrió en ríos
    que me dejan ahora
    beber del mar…


    Albor.

    Asoma la aurora su luz
    amarilleada
    abriendo ventanitas
    en el algodón etéreo;
    una lluvia rubia
    entra por la ventana
    hasta tu tez desnuda
    morena
    apretada en seda blanca;
    y el aura brilla
    como abierto lirio
    en el jardín del cielo…

    Así conocí tu rostro más liviano;
    como espíritu fauno
    regocijando el día
    iniciado en tu pétalo…


    Caricia.

    La forma predilecta
    para inundar la caricia
    es tomar prestado el tacto de mis ojos:
    como una mano imagen
    emergiendo en mi mirada
    hasta tu piel…


    Celos.

    Recuerdo,
    pasear de tu mano
    como gaviota guiada por su dueño,
    y escondidamente
    posar el ojo águila a cuanto buitre
    revolotee tus prados.

    (Por allá emigra el peligro
    con su cabeza avestruz en la tierra.
    Por acá, el desorden angustia
    por nunca saber lo que piensas,
    envuelto
    en un dulce celo amargo…)


    Ambrosía.

    Somos la ambrosía
    en la mesa, donde
    come un dios pequeño…
    Somos el néctar
    que se saborea fosforescente
    por la lengua última
    de la luna…
    Somos la promesa
    que se desviste pura
    en los labios…
    Somos lo que somos:
    un incendio que no apaga,
    un océano de lava
    por la bahía,
    un faro inútil en la vasija
    roja de la marea
    en maremoto plural;
    y el tenedor indeciso
    buscando…
    placeres al paladar
    de un dios pequeño.


    Nada.

    A veces se cuela la nada,
    mientras, con tan sólo
    la mirada inmóvil
    (más nos habla que el placer),
    y se nos cuela profundo
    con el vaivén de las partículas
    airosas
    que deja ver el sol;
    allí, con la verdad de la pupila
    conociendo límites
    la rompo con mi voz que se asusta…


    Pasión.

    —¡Encrucijada!

    Rugió
    la perspicacia
    de un libro abierto
    mayúsculo en su nada.
    Por la blanca hoja un dialecto
    sonrojó la minúscula palabra: belleza.
    Por la hoja blanca un verso entreabierto
    sostiene inspiración y una musa enamorada.
    Por la hoja cae
    un jugo de cereza desde tus labios…

    Un diario desnudo bebe de tu poesía.

    Un leve preludio me desviste.

    Un dedo hace rizos
    entre tus rizos.

    Un libro
    ruge el rugido
    de la pasión…


    Extrañar.

    Extraño y
    siento nieve;
    es nieve que trenza la voz
    y sube el eco a otro eco
    por la curva cordillera
    hasta la blanca copa boca abajo.
    Así llamo a tu nombre
    cuando a solas la soledad
    lee mi piel un semillero de lágrimas
    para calmar su sed,
    y lo empiedras cuando contestas
    con la silueta abstracta,
    que anticipa,
    tu forma tardía…


    Reconoce.

    Conocerte es conocer
    el ermitaño que reside en mi libre espíritu,
    y libre, asomarse frágil
    con su nuevo cuerpo nómada
    recostado en el párpado;
    boca abierto te observa,
    se tapa la boca, y centellean
    sus ojos dentro
    de mis ojos…

    (conocerte es conocer
    lo que te conoce)

    y me preguntas el por qué
    me brillan al mirarte,
    como
    diamante perdido en un poso,
    o el eclipse
    de los tuyos con los míos
    cuando la luz
    reconoce
    luz…


    Encuentro.

    Oiremos el sorbo del mar
    y la exhalación
    por el oído caracol
    que lo escucha y lo guarda,
    graba el misterio: la sorda
    voz de la sirena, que enamora
    a los que pasean la playa
    y la confunden con el mar…

    Oiremos la voz no voz de la sirena.

    (Una sirena cena,
    succiona
    al quien habita en el crustáceo.
    El eco se cuela.
    La marea lo lleva
    a la orilla
    entre ola y ola.)

    Será desde ésta manera
    que nos averiguamos en la arena diferentes,
    pero no era un caracol,
    era tu voz caracoleada -en nombre-
    resumida por la mía
    en la igual repetición para el oído
    caracol.


    Adiós.

    Despedirme de todo lo que eres
    por un largo tiempo
    es amordazar
    el diluvio gordo
    de un adiós insoportable
    cual paraguas ninguna
    pueda encontrar seco escondite
    al hipo negro de la tristeza.


    Natural.

    Amanecer en la cuna de tus brazos
    antes que tu despertar
    es emparamar las migajas noctámbulas
    al sueño
    de los medio dormidos
    que lucen dormidos
    y que no quieren dormir
    sólo para escuchar tu suspiro abriendo alba…

    Amanecer en tu natural
    es amanecerme
    como picaflor flojo picando polen
    y caída,
    a la cama…


    Latido.

    Quisiera ser tu sangre
    y cambiar el glóbulo
    por imágenes mías,
    colocarlas ahí, vivas
    bombeadas continuas
    en el corazón…

    Así,
    cuando estiren frías
    las formas intrusas de la noche
    que brindan el vacío sin mí,
    o la tristeza
    te baje en charcos
    que ablandan el hálito,
    puedas, escuchar mi voz
    ardiendo en tu latido,
    acumulado en el centro
    permanente que te llena…

    (Latir mi percusión tamboreada
    y dedicarte múltiples por la vena.)


    Bebé.

    Gira la muñeca
    con su vestido azul.

    Gira el tiempo al sostener tu cintura,
    gira lento.

    Giramos el baile,
    y una cinta amarilla
    planea en el viento eternamente.

    «Alaniz…»

    Gira lo alrededor pero nunca
    nosotros…

    Por allá ve una niña a la luna
    vistiéndose de azul.

    «Acriz…»


    Distancia.

    Cordillera blanca-
    blanca curvada cumbre
    que desliza el trineo del recuerdo.

    ¡Por ahí baja la memoria
    soltando peces fríos!

    Por ahí baja
    la hiedra que nos crece
    en el trineo la distancia…

    Por allá lejos
    un ciempiés no reconoce
    las patas en la nieve.

    Es el viento violeta,
    suena el acordeón que te olvida…

    Ésta blanca que deshila,
    que te coloca alta
    en la cordillera blanca…

    ¡Éste trineo silba y va en avalancha!

    Me guía al desierto
    con cordilleras sombrías…

    Me desata tu rostro.


    Afganistán.

    (Quince meses,
    quince meses en la guerra,
    por un país de montaña negra,
    y no estás, ni has venido,
    pero fuiste presente,
    muy presente,
    en la figura del miedo
    que rebusca precoz
    lo que puedo perder
    y lo que puedo perderme…)

    Distante,
    como la distancia inconsciente
    del alma que no encuentra cuerpo;
    soplo circunvalado un recuerdo
    que no llega;
    una memoria sosiega,
    y la misma se agrieta,
    distorsionada en cada trompeta
    que suena el alba,
    y me pongo el uniforme.


    Preludio.

    En el día destinado, habrá dos: la mía y lo que se deja (aunque en quejas) en su preludio: el indicio: la nutrida fosa cual realza en polvo la rosa que tiras: la hora: el llamado: el conejo falso de la vista: la muerte…

    En el día destinado habrá dos: yo, y tú nunca por la proa mortuoria del sollozo; yo estaré de vigía en los jardines de la línea cual desafiaré -inmortalmente- regresar… y tú, estirando el pañuelo fantasía para acertarme en los escritos: un sin fin de rimas que viven por ti…

    (Que por ti todavía vivirán…)

    …mi vivir en la palabra…


    Gino Alexander Amaya
     
    #1
  2. Big Bear

    Big Bear Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Increíbles los versos de tu magistral pluma, es un desencadenar de sentimientos que erizan la piel conteniendo todo respiro...

    Un gusto leerte, poeta. Te dejo mis estrellas, adminración y aplausos de pie.

    Big saludos
     
    #2
  3. aoz

    aoz Poeta recién llegado

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    Muchas gracias por vuestras palabras Bigbear, saludos.
     
    #3
  4. aoz

    aoz Poeta recién llegado

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    (Editado.)
     
    #4

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