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para las chicas que les gusta las fiestas...

Tema en 'Poemas Generales' comenzado por guillermo rasta, 7 de Agosto de 2009. Respuestas: 3 | Visitas: 877

  1. guillermo rasta

    guillermo rasta Poeta fiel al portal

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    Hombre
    mmm si,
    así que me gusta el andar,
    con esa mirada al futuro voráz, que la danza da,
    para en un minuto poder cortejar,
    con disimulo,
    a la preciosa chica,
    que conmigo ha de bailar.

    Yo se todos los ritmos,
    pero cuando tú te pegas a mi,
    sabes que yo entro en otro mundo,
    y al verte tan sólida así,
    me quedó tartamudo,
    pues se que tú bailas bien,
    que te mueves bien,
    y además que siempre luces muy bien.

    Si solo pudieras darme un poco de paz,
    con ese tranquilo bailar,
    hasta el cielo,
    un nuevo baile quisiera yo inventar,
    para siempre solo secuestrar,
    tu movimiento subliminal,
    que lo toca mi deslizar.

    Si no te gustan mis palabras,
    mi cuerpo ha de hablar,
    con tu forma tan singular,
    de voltear y de girar,
    pues todos los bailes los sabes,
    todo tú me lo demuestras, y lo sabes...

    Pues ya no quiero hablar,
    quiero bailar,
    con tu suin tan especial,
    para mi traje tan particular,
    malograr,
    y de una buena vez poder demostrar,
    que yo también puedo cautivar tus sentimientos impuros,
    pues hasta que termine todo este disimulo,
    nuestros pies tendran que cruzar,
    y cruzar,
    para así contigo en una sola canción,
    poderte enamorar...​
     
    #1
  2. JOP PIOBB

    JOP PIOBB Exp..

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    BONITO TU POEMA

    [​IMG]
     
    #2
  3. Ramon Paredes

    Ramon Paredes Poeta recién llegado

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    EL PORVENIR
    A Manuel Riguero de Aguilar


    Con la frente apoyada entre mis manos,
    pienso, y quiero expresar lo que medito:
    Númenes soberanos,
    Musa de la verdad. Verbo infinito,
    dad vuestro apoyo al que os demanda atento;
    que esta fiebre ardorosa en que me agito,
    si hoy ensancha mi pobre pensamiento,
    vigor me roba al darme sentimiento,
    y a fuerza de pensar me debilito.

    Temo que se me ofusque la mirada
    si estoy de cara al sol; pero más temo
    que vacile mi voz debilitada
    al cantar el ideal de lo supremo.

    El astro eterno luce: glorifica
    la voz de lo inmortal su excelsa llama
    cuyo fulgor celeste se derrama
    en oleada de luz que purifica.
    Siento que en mi cerebro forcejea
    y relucha mi idea
    por cobrar forma, por hallar salida:
    esa insondable claridad me atrae;
    pero al volar, el ánimo decae

    y no sale la voz desfallecida...
    Pero... ¡valor! ¡arriba, pensamiento!
    vuela, atrevido acento;
    alma ansiosa, sacude la cabeza
    y a la altura los ojos endereza.

    Basta de vacilar. Con ansia ardiente
    daré forma a la idea que concibo.
    Basta de vacilar. Alzo la frente,
    tomo la pluma, y lo que pienso escribo.





    I

    En medio de la duda en que he vivido,
    pensando siempre en el destino oscuro,
    en ansias misteriosas encendido
    por fuerza espiritual fui conducido
    a tener la visión de lo futuro.

    Más radiante que el sol del mediodía
    se imaginó al Creador mi fantasía,
    dueño de soles y señor de mundos;
    teniendo por dosel cielos profundos,
    por diadema inmortal llama invisible,
    y, rudo mensajero,
    a sus plantas el rayo prisionero,
    esperando su cólera terrible.

    Yo fui llevado ante Él y le veía,
    más radiante que el sol del mediodía.



    II

    El Ángel del Señor su clarín de oro
    sopló a las cuatro vientos;
    rodó el eco sonoro
    del orbe a conmover los fundamentos.

    El Ángel del Señor a Juicio llama
    al Pasado, al Presente

    y al Porvenir. El eco se derrama,
    y el abismo se inflama
    al tronar la palabra omnipotente.

    III

    Al resonar la voz, surgió un anciano
    que dobló ante el Eterno los hinojos;
    tenía triste faz, cabello cano,
    y sin brillo los ojos.

    Después, un rudo obrero
    vigoroso y pujante,
    de músculos de acero
    y mirada radiante.

    Luego, un arcángel puro
    como el rayo del alba que ilumina
    con tenue claridad el cielo oscuro
    entre el candido tul de la neblina.

    Los tres bajan la frente
    ante el trono de Dios resplandeciente

    El fuego eterno en ráfagas circula
    sin que nada le estorbe;
    la vida en todas partes se acumula
    y se agita y ondula
    mientras brilla la luz y tiembla el orbe.

    Vago rumor se oyó por el abismo,
    rumor de cataclismo;
    hondo estremecimiento
    anuncio de gigante movimiento.

    De entre una claridad incomprensible
    va a brotar la palabra del Eterno:
    brota y conmueve todo lo sensible
    y alumbra lo visible y lo invisible
    como el rayo las nubes del invierno.


    IV

    La voz de Dios interrogó al Pasado:
    "Antiguo, di ¿qué has hecho?"
    Clamó aliento el decrépito y cansado,
    y así habló con dolor y con despecho:
    -"Yo soy la inmensa sombra.
    El mundo estaba nuevo,
    y aún tibio por el beso que le diera
    la hermosa alba primera;
    aún resonaba el eco de tu acento,

    Señor, y el firmamento
    de tus plantas las huellas
    aún tenía bordadas con estrellas,
    cuando, como la savia en el arbusto
    se filtra por las venas escondidas,
    en el alma del hombre

    se infundió el mal; y entonces el hombre osado
    al ver tu firmamento iluminado
    se creyó rey de todo;
    se alzó ensoberbecido,
    y pensó a su placer y a su acomodo,
    y se miró hasta el cielo enaltecido
    caminando en la tierra sobre lodo.

    En mi sombrío imperio,
    qué de vacilaciones, qué de luchas
    se confundieron en informe oleada:
    de la pasión el largo cautiverio,
    los estremecimientos infinitos

    del alma aprisionada
    bajo el peso de incógnitos delitos;
    el ansia roedora
    del corazón que busca un ser primero;
    la pena que devora,
    y el destino severo,
    ante el brillar de la temprana aurora
    marcando de la sombra el derrotero.

    Aun el hombre sentía de tu mano
    el poder, al rugir de tus tormentas;
    aún sentía tu soplo soberano,
    cuando ya para herir buscaba a tientas
    el pecho del hermano.

    Dueño del mundo, sobre el mundo impera;
    en su vida primera,
    las chispas del hogar en la familia
    encienden, luminosa, de la patria
    la sacrosanta hoguera;
    mas llevando en el alma el hondo germen
    de la pasión artera,

    los sentimientos que en el fondo duermen
    del pecho, en torbellino

    rudo se agitan; la terrible lucha
    atiza el huracán de la discordia;
    ¡ay! y los frutos de una madre misma
    son fieras sanguinosas;
    la fe no alienta, la virtud se abisma
    y ambas huyen llorando dolorosas.

    Y tú arrugaste el ceño,
    y fulminaste maldición terrible
    que hirió al humano como el rayo al leño.



    En la sombra invisible
    bate Satán sus palmas; en la niebla
    sagrada de los cielos se oye un grito
    de horror; la cuerda santa
    del arpa que resuena en lo infinito
    gime herida, y su nota se levanta;
    y después de tristeza y lucha tanta
    la raza de Caín el mundo puebla.

    Señor, ¿qué quieres que haga
    el hombre prisionero
    del mal que le consume y que lo amaga?

    Deleitoso minero
    es el bien que él ignora:
    las místicas dulzuras que atesora
    no le son conocidas;
    y así sufre caídas,
    sin poder refrenar su ímpetu osado,
    como alud en el monte despeñado.

    Ensangrentóse el mundo
    al grito de las huestes
    dominadoras; aguerrido y bravo,
    tras un luchar prolijo,
    el hijo al padre convirtió en esclavo,
    dio muerte el padre al hijo.

    ¡Qué de horrores oculto
    entre mi oscuridad! El hombre ciego
    desbocado y feroz entre el tumulto,
    se proclamó señor a sangre y fuego;
    y haciéndote, Señor, grosero insulto
    con sacrílega voz e infame lengua,
    se llamó Dios, dio leyes a millares
    y levantóse altares
    del ser humano para oprobio y mengua.

    Anubló su conciencia oscuro velo,
    guió a la turba salvaje a la pelea,
    y del instinto loco entre los lazos,
    cuando su ardor lo hizo mirar al cielo
    sintió en su ser de ti la santa idea;
    siempre orgulloso se cruzó de brazos,
    su vista te buscó de luz avara
    para poder mirarte cara a cara.

    Yo soy lo tenebroso, soy el mito.
    Yo he visto a las edades
    hundirse en lo infinito
    en medio de un fragor de tempestades.

    Yo vi al hombre altanero;
    la venda del error cegó su vista:
    antes que sacerdote fue guerrero,
    antes que la oración fue la conquista.

    ¿Y qué más? tras la lucha el poderío
    del tirano cruel en su demencia,
    y el embozo sombrío
    de una fe que aprisiona la conciencia

    Tras el conquistador que al hombre oprime,
    el fraile que el espíritu ataraza
    aunque guarda la ciencia;
    tras una edad que gime,
    una dormida raza.

    Y si el arte brilló, la moral pura,
    la luz del pensamiento,
    fue entre la celda oscura
    del ruinoso convento.

    De la ciudad alegre y populosa
    dominio de los reyes, nada queda:
    todo, guiado por fuerza misteriosa,
    vacila, se desploma, cae y rueda.

    Cayó Memphis; y Tiro,
    Babilonia y Persépolis cayeron:
    del tiempo inexorable el raudo giro
    dejó sólo memoria de que fueron.

    Y Grecia, de los dioses la morada,
    tierra hermosa y sagrada
    donde en las bulliciosas saturnales
    doncellas, suspirando por amores,
    coronadas de pámpanos y flores,
    alrededor de las sagradas piras
    formando bellos coros,
    recitaban al son de acordes liras
    los ditirambos tersos y sonoros;
    Grecia, que alzó sus templos y murallas,
    que a la estatua dio ser, y al mármol venas,
    que un Milcíades tuvo en las batallas
    y un Platón en el Agora de Atenas;
    y que en sus fuentes de dormida espuma,
    y que en sus bosques do el laurel retoña,
    entre flotante y vagarosa bruma
    Teócrito sueña pastoril zampona;
    Grecia, cuna del arte, y Roma altiva,
    la ciudad en que viva
    la voz de Cicerón los aires hiende
    y como hacha de oro luce y taja
    que a los quirites en valor enciende
    y que al varón sin fe befa y ultraja;
    Roma que vio en el circo en ruda brega
    al gladiador de músculos de acero,
    y la corona al vencedor entrega
    más pujante y más fiero

    ¡Grecia y Roma! ¿y su alto poderío,
    y su regio atavío
    en dónde están? Los dioses las dejaron,
    y al morir Pan los bosques suspiraron.

    Las náyades garridas
    abandonaron las calladas ondas,
    y las ninfas llorosas y afligidas
    ya no vagaron por las verdes frondas;
    y los sátiros llenos de tristeza
    al perderse en los montes con estruendo,
    inclinaron llorando la cabeza
    " ¡murió Pan!" doloridos repitiendo.




    En la ciudad las fábricas vistosas
    rodaron por el suelo;
    y huyeron las falanges numerosas
    infundiendo pavor y desconsuelo;
    y se vio tras el duelo y la derrota,
    caído el templo y la columna rota;
    y queda al héroe antiguo por consuelo
    de sus hazañas la memoria en pago;
    y está la piedra que se erguía al cielo
    cubierta de amarillo jaramago

    Todo eso entre mi abismo;
    del hombre infausta suerte:
    llevó el germen del mal entre sí mismo;
    por todas partes su destino advierte
    que por la voluntad de Dios sagrada,
    fue su vida pasada
    dolor, esclavitud y sangre y muerte.
    Todo en sombra escondido,
    en la insondable eternidad hundido.

    Yo soy un esqueleto
    misterioso y escueto;
    guardián de mis abismos y mis sombras,
    dormía oculto y quieto;
    mas ya que tú me nombras,
    me levanto y me humillo
    ante tu excelso brillo
    y pues que tú lo impones,
    rasgaré el negro manto
    que oculta mis regiones
    llenas de oscuridad y de hondo espanto

    V

    Tendió sus brazos secos,
    después que habló el anciano, y dos crespones
    de gigantescas nubes
    rasgó, y en el abismo aparecieron
    las edades que fueron.

    Todo era oscuridad. Abajo el ruido
    de un mundo confundido,
    inspiraba pavura
    en el imperio de la sombra oscura.

    Pero ¡oh dulce consuelo!
    luz refulgente que ilumina al mundo,
    con la radiosa frente
    bañada en claridad resplandeciente,
    surgió como el brillar del claro día,
    de aquel caos profundo,
    lleno de majestad y poesía,
    con la oliva de paz y venturanza
    derramando su magia bienhechora,
    como emblema de vida y esperanza
    la figura de Cristo entre la aurora.
    La palabra de Dios estremecida
    se oyó por el espacio, retumbante:
    "Raza de Adán, el Genio es Verbo y vida,
    y el Verbo es luz; y Dios es luz brillante".


    Bajó el Pasado la cabeza en tanto
    al oír la palabra omnipotente,
    y a la armonía de un celeste canto,
    cansado y débil inclinó la frente.
    Después habló el Presente.

    VI

    "Señor, yo soy el número que mide,
    la balanza que pesa;
    la fuerza del trabajo en mí reside,
    que cambia, que ilumina y que progresa.

    Yo de la entraña del Pasado exiguo
    arranqué la raíz envenenada;
    de cada templo antiguo
    he formado una escuela iluminada

    El ídolo grosero
    cayó al golpe del culto verdadero.

    Del pasado obelisco y la coluna,
    la estatua del deber. Señor, he hecho;
    y del trono del rey, sacra tribuna
    de la ley, la justicia y el derecho.

    Señor, yo soy el pueblo soberano
    que derroca al tirano;
    soy la Revolución que en sus fulgores
    confunde a los esclavos y señores;
    profetiza inspirada que en su enojo
    la tiranía ahuyenta,
    y que ante las edades se presenta
    con gorro frigio y estandarte rojo.

    Yo soy la edad de fuego;
    toda incendios, toda astros, toda lumbres;
    y yo domino al populacho ciego,
    y sé enfrenar las locas muchedumbres.

    Señor, yo soy el pensamiento humano
    que quiere domeñar los elementos,

    que tiene como siervo al océano
    y que manda a los rayos y a los vientos.
    Con el cálculo frío en su medida
    en las regiones de la luz penetra,
    y el libro inmenso de la eterna vida
    pretende adivinar letra por letra.

    Ave es el hombre de preciosas galas
    y de subido vuelo,
    que a ti quiere llegar con hondo anhelo,
    y ya sube al empuje de sus alas
    hasta perderse en el azul del cielo.

    Yo soy el mediodía.
    Ante la lumbre mía
    y el calor de mi hoguera,
    en esta nueva edad agitadora,
    golpea el yunque la falange obrera
    y escribe la falange pensadora.


    Después de Attila vencedor sangriento,
    está Bolívar redentor de un mundo;
    tras lo pasado tenebroso y cruento,
    lo presente fecundo

    después del dies irae en el convento,
    pavor y miedo de una turba opresa,
    ante la luz de libertad que brilla
    se oye la Marsellesa
    después que se derrumba la Bastilla;
    y la nota robusta
    fatiga el eco mágica y augusta.

    Tras el concilio en donde rudo brota
    sacrilego anatema
    que la conciencia azota,
    la hermandad que proclama
    a la razón suprema;
    después de horrenda esclavitud que mata,
    la Libertad que rompe todo yugo,
    y el raudal de armonías que desata
    como una catarata
    de su arpa gigantesca Víctor Hugo.

    La Industria impera en la variada zona;
    hiere el arado el monte y la llanura;
    sus frutos abundosos da Pomona,
    y las trojes abona
    el rubio grano de la mies madura.




    Yo soy la fortaleza
    que aprisiona a la gran naturaleza,
    que fecunda el erial y cambia el clima,
    que lleva al labrador a la montaña,
    y que enciende el hogar en la cabaña,
    y que sazona la cosecha opima.

    El hombre sube en el henchido globo,
    y es en el huracán, ave potente
    que el éther surca con sublime arrobo;
    traspasa el dilatado continente
    en la humeante y veloz locomotora,
    y crea a Leviathán cuando su mano
    gobierna sobre la ola del océano
    cortando espuma la sonante prora.

    Horada el duro monte,
    domina el rayo, borra el horizonte;
    y analizan sus ojos humanales
    por leyes poderosas y completas,
    a través de los límpidos cristales,
    las entrañas del mundo en los metales,
    las entrañas del cielo en los planetas

    Mas aún falta. Señor, al hombre osado
    que recorrer un campo dilatado;
    aún hay en tus abismos algo oscuro
    que el hombre no conoce aunque presiente:
    ésa, Señor, es obra del futuro,
    no es obra del presente.

    Yo soy un rudo obrero,
    del Porvenir tan sólo mensajero:
    brilla la libertad sobre mis sienes,
    el trabajo me escuda.
    Señor, aquí me tienes:
    "yo soy la fuerza, el número y la duda.
    Señor, ante tus ojos inmortales
    está mi imperio fértil y fecundo".
    Dijo, y entre armonías celestiales
    se vio bañada en luz la faz del mundo.

    Y se miró el poder en toda parte,
    de la humana conciencia,
    y alzado el estandarte
    del trabajo y la ciencia.

    Y entre un universal sacudimiento,
    con faz siniestra y ruda,
    con su negro pendón flotando al viento
    se levantó el fantasma de la duda;
    hacia la inmensidad tendido el brazo
    y en el azul clavada la pupila,
    mostrando de la sombra en el regazo,
    a la fe que vacila,
    y que en su afán relucha y se estremece
    entre lo oscuro de una noche larga,
    dentro vasta vorágine que crece,
    donde, ya clama auxilio y desaparece,
    ya va flotando sobre la onda amarga,
    ya pide fuerza a Dios bañada en llanto,
    ya le implora consuelo,
    o ya vigor para llegar al cielo,
    para asirse de una orla de su manto.


    La palabra divina, poderosa
    volvió a sonar en el espacio inmenso,
    mientras subió en oleada misteriosa
    de todo el orbe el invisible incienso:
    "Genio del Porvenir, alza la frente,
    brote la luz cuando tu boca se abra
    y al resonar vibrando de repente,
    sea lluvia de ideas tu palabra".


    VII

    Irguió el Ángel la faz encantadora,
    y respondió: "Señor, yo soy la aurora.
    Cual cariátide enorme que fulgura,
    soy, destacada en el inmenso espacio,
    con los brazos tendidos a la altura,
    la columna mejor de tu palacio.

    Abajo huello sombras;
    arriba siento ese fulgor bendito
    con que creas y asombras,
    y a mi redor se extiende lo infinito.

    La onda de luz sagrada
    que enciende tu mirada
    sobre mi ser, en los espacios riego;
    y al imprimir sus encendidos rastros,
    se estremecen los astros
    cual bandadas de pájaros de fuego

    Tu luz hiere mi frente,
    como las cumbres el rosado oriente.

    Veo venir el tiempo siempre tardo,
    y, de pie sobre el mundo,
    la hora suprema aguardo
    para lucir mi lábaro fecundo.

    Tras de mí se columbran
    fulgores que deslumbran;
    y asoman la cabeza,
    a ver si el alba empieza,
    Cristo y Job, Juan y Hornero, Eschylo y Dante:
    procesión del espíritu gigante.

    Y luego Pan, con la armoniosa flauta,
    la dulce flauta de oro;
    y un universo en gigantesca pauta
    a su melifluo son formando coro.
    La nueva humanidad vese que aclama
    tu divino poder en toda parte;
    purifica su ser vivida llama;
    tíene por sola religión el Arte.

    El sol desconocido
    que aún no brilla fulgente y encendido;
    la mano poderosa
    que saldrá de la sombra misteriosa,
    agarrando un puñado de centellas;
    la voz que sonará y a cuyo acento
    en el fondo del ancho firmamento
    palpitarán de gozo las estrellas;
    ¡la vida universal! todo eso es mío:
    al irradiar mi resplandor eterno
    por siempre cerrará su antro sombrío
    la negra boca del sañudo infierno.

    Tras el espeso pabellón de llamas
    que cubre mis regiones, al oriente,
    un árbol crece de robustas ramas,
    emblema fiel del Porvenir luciente;

    sus raíces se enredan al granito,
    sus cogollos se pierden en las nubes,
    y bajo el toldo azul del infinito
    en él anidan aves y querubes.

    E1 águila altanera y voladora
    que es ave de los héroes, allí mora;

    la tórtola afligida
    que es pájaro de amores, allí anida;
    y el ruiseñor de dúlcida garganta
    que es poeta con alas, allí canta.

    El árbol gigantesco tiene flores
    de celestes colores;
    en grupos, sonrientes, y confusas
    como un tropel de bellas mariposas,
    las llegan a cortar las sacras Musas
    para adornar sus frentes luminosas.





    El árbol es de la divina ciencia:
    quien saboree sus amargos frutos,
    sentirá en la conciencia
    del genio los sagrados atributos.

    Es el árbol del Génesis sagrado,
    con la savia del hombre alimentado,
    que ha crecido y crecido,
    y sus ramas robustas ha extendido
    para abrigar al hombre venidero;
    que si al hombre pasado
    ofreciera su fruto, envenenado

    por la ruda intención de un Dios severo,
    del porvenir entre la vasta lumbre,
    grita a la muchedumbre:
    "Ven, sube por mi tronco embastecido
    y llega hasta mis ramas;
    y húndete en el azul y ve las llamas
    del trono del Señor; cumple tu suerte,
    hoy todo es vida; ya expiró la muerte".

    Señor, yo siembro en surcos inmortales
    la semilla del ser, y el verbo brota;
    y me asomo del mundo a los umbrales,
    del bien elevo la sublime nota,
    y surgen a mi voz bellos, terribles,
    esos alucinados tenebrosos
    que husmean en las sombras invisibles,
    en Patmos o en Florencia... ¡qué colosos!

    ¡Y cómo no han de ser, si sus destellos
    son por ti reflejados; y sus galas
    son mis dones para ellos,
    y les presto vigor y les doy alas!

    Señor, yo abarcaré en estrecho abrazo
    toda la faz del mundo,
    y desde el Himalaya al Chimborazo
    mi aliento correrá siempre fecundo.

    El Asia muelle que recorre el Ganges,
    asiento y pedestal del viejo Brahama,
    donde luchan innúmeras falanges
    sacudiendo a los aires su oriflama
    y sus rudos alfanjes;
    la tierra de los bosques gigantescos
    donde crece el baobab entrelazado;
    la tierra de los campos pintorescos
    por do va el elefante consagrado
    mostrando su rudeza,
    y el brutal hipopótamo crecido
    y el forzudo y feroz rinoceronte
    de cuerno retorcido;
    en donde todo es grande: el alto monte,
    la fe, la tempestad y el horizonte;
    el África tostada
    ya de antiguo sombría, aletargada,
    donde el fiero león sangriento ruge,
    bate el ala el simoun y vuela y muge;

    la tierra en donde moran
    los hombres de piel negra,
    hijos de Cam que su desgracia ignoran
    y a quienes claro día nunca alegra;
    porque es raza de esclavos y precita,
    raza sin libertad, raza maldita;
    y Europa, la altanera,
    la tierra de los sabios;
    Europa, pitonisa mensajera
    siempre con buenas nuevas en los labios;
    donde Voltaire rió, y habló Cervantes,
    y nacieron los Shakespeares y los Dantes;
    esa Diosa que tiene
    por brazo a Londres, a París por alma,
    y que en Roma y Madrid, frescos mantiene
    ¡oh poetas! laurel y mirto y palma.
    De su antiguo esplendor la fama ostenta,
    Europa artista, Europa sabia, Europa
    que crea, canta, inventa,
    y bebe inspiración en áurea copa.

    Y América... ¡oh Dios mío!
    si el viejo mundo ya maduro y cano
    gozará del fulgor de mi cariño,
    donde alzaré mi trono soberano
    será en el mundo niño.

    ¡Salve, América hermosa! el sol te besa,
    del arte la potencia te sublima;
    el Porvenir te cumple su promesa,
    te circunda la luz y Dios te mima.



    En ti he sembrado la semilla santa
    de los principios grandes,
    y mi bandera altiva se levanta
    sobre la cima augusta de los Andes.

    Los dioses volverán, y en tu regazo
    entonarán sus mágicos cantares;
    y con celeste lazo
    circundarán tus montes y tus mares.

    Y tendrás Parthenón y Coliseo,
    y Musas que vendrán a saludarte;
    y Píndaro y Tirteo
    hijos tuyos serán, con mejor arte

    Y luego la República que inflama
    con su magia divina,
    levantará su voz y su oriflama
    del Chimborazo que altanero brama
    a la pampa argentina
    y al gigantesco y rudo Tequendama,
    al sonar la trompeta de la Fama
    en loor de la América latina.

    Y tus sabios radiantes de ventura
    y fijos en el alto firmamento,
    admirando tu espléndida hermosura
    verán tu nacimiento.




    Y enseñando la ley de lo absoluto,
    ya resuelto el problema de la vida,
    dará su íntima esencia el cuerpo bruto
    y la distancia su última medida.

    Los astros hablarán dominadores
    de los rayos de luz que el sol chispea;
    de éther al través, tus pensadores
    difundirán la savia de la idea.

    Y en medio de tus místicos encantos
    entre el brillo de soles y planetas,
    los aires poblarán de eternos cantos
    tus divinos poetas.

    Y Dios que mi esplendor supremo absorbe
    y que ha dado la ley de mi progreso,
    entre el hervor universal del orbe
    te mandará su sacrosanto beso".


    VIII


    Calló el Ángel; tocó la espesa llama
    que cubría el Oriente;
    y el firmamento puro,
    y el hondo abismo oscuro
    se bañaron de fuego de repente.

    Y tuve la visión de lo futuro.
    Y la fraternidad resplandecía
    la universal República alumbrando;
    y entre el clarear de venturoso día,
    los Genios asomando
    en grupo giganteo,
    en grandioso mutismo
    se perfilaban sobre el hondo abismo
    abrasados en místico deseo;
    y todos con el dedo enderezado
    mostraban un edén iluminado
    por la luz de la aurora:
    era América, pura, encantadora.

    Suena un himno; el océano sonante
    hija de Dios mugiendo la apostrofa;
    y el Porvenir de gozo delirante
    lanza a los aires su rotunda estrofa.

    IX

    El Ángel del Señor su clarín de oro
    sopló a los cuatro vientos;
    rodó el eco sonoro
    del orbe a conmover los fundamentos.
    Y el Señor se veía
    más radiante que el sol del mediodía.
    Alzó su sacra mano,
    y resonó su acento soberano.





    Dijo: ¡bendita sea!
    Y ungió al género humano
    con el óleo divino de su idea.

    En fiesta universal estremecida
    la creación de gozo adormecida,
    del Porvenir sentía el beso blando;
    y por la inmensa bóveda rodando
    se oyó un eco profundo:
    "¡América es el porvenir del mundo!"

    [1885]

     
    #3
  4. guillermo rasta

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    y para que pusiste todos esos poemas ahi no entiendo?
     
    #4

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