De los sueños y otros recuerdos

Cuanto me empecinaba en soñar, en desear. La sangre de estas letras que llevo siempre en mi pensamiento, que como hemorragia se funde en el drama diario y en el árbol retorcido de mi existencia, se expande siempre que no lo espero ni deseo. Es una calma amputada de este cuerpo que ha nacido en halcón, en águila, en furia y en miedo, que se empecina en soñar despierto y pensar dormido, que se expande en la tormenta perpetua de escribir, de llorar y de rezar.

Si Dios fuese letra que pudiera escribir, no estaría tan loco como estoy, no estaría siempre triste y alegre, ni estaría con las manos quemándome el cuerpo y con el tiempo taladrándome el alma. Cuantas veces he esperado encontrarme con un destino o una respuesta o un simple acertijo del cual tuviese la repuesta al alcance de mi mano, pero lo único a mi alcance es esta paradoja perpetua que es la vida, la humanidad y la música.

Lo único que se aparece en este desierto de ansiedad, es el espejismo del amor y la vacuidad que como delirio de grandeza se cierne en las crines de mi vida, de esta vida tan ausente siempre de la historia, del suceso, de la consecuencia, de la sociedad y de mi mismo, que solo es fantasma vagando en busca del cementerio en el cual descansar y por fin salir de todo esta eternidad y misterio.

Siempre una pregunta y otra más, como si el mundo no cesara de preguntar y mis ojos solo se llenaran de alucinaciones y mis manos de impotencia y de ambición por conocer, entender que el mundo es mundo y el hombre es hombre.

Muchas veces el amanecer se me figura una nueva oportunidad para el mundo y para mi, luego me encuentro con que no hay nada mas deshumano que la humanidad. Y heme aquí, en el mismo lugar y con la misma frente y con las mismas preguntas.

Cuanta inocencia perdida, cuan rápido se fue la niñez con toda su pureza y simplicidad. ¿Como es que me fueron orillando cada vez más a esta ominosa y terrible sociedad? que abusa y atormenta y mata y que se llora a si misma y siente tanta lástima de si.

Cuando los hombres olvidan el azul, solo encuentran vacío y deformidad, y luego se espantan de sí mismos y esperan que algo valga la pena para no morir.

Pero en ocasiones me encontraba con un mundo nuevo en las mañanas, o con un susurro en las noches que me acariciaba y reconfortaba el alma, me veía limpio y lleno de plenitud con toda la carga de preguntas de las cuales ya no me importaba su respuesta.

Me veía alegre e infantil para recibir, con armonía y paz, todo lo que se manifestara a mi alrededor. Y unas manos misteriosas, capaces de llenar de tranquilidad mi mente y mi cama, se volvían el instrumento didáctico de la vida y de Dios y me mostraban todo cuanto se puede saber. Y la vida se llenaba de vida y la historia de historia y la humanidad de humanos, todo tomaba sentido y se embelesaba con la metáfora más hermosa y maravillosa que puede existir jamás, y que siendo tan extraordinariamente magnífica, solo en una palabra se podría resumir: MUJER.

 

Saludos Eduardo: Creo tu escrito merece una respuesta. La verdad,a menudo no tiene forma de poema, o quizás no esta escrita en el foro adecuado.
Pero merece una respuesta,porque además me ha gustado...
Un saludo desde España.

 

Muchas gracias, es un honor tener tu comentario.