Fui un cobarde (La infancia)

Recuerdo el día en que dejé de ser niño
para convertirme en adolescente.
Fue un paso cruel dejar aquel mundo,
ese manantial en la montaña,
ese mágico y eterno amanecer
con todo por descubrir.
Dudé mucho, pero al final fui un cobarde,
no quise ser el hazmerreír,
ni un alienígena para los adultos,
ya había sumado demasiados puntos
para ser el “tonto” del barrio.

Lo recuerdo con nitidez,
el paso definitivo sin vuelta atrás
que debía dar sí o sí
para no llamar la atención.
No me gustaba nada la manera de pensar,
ni cómo debía comportarme para ser aceptado
en mi próxima parada, la adolescencia.
Veía pinceladas de maldad sin venir a cuento,
una especie de halitosis pos-infantil en los recién llegados,
pero cómodamente establecidos,
que encontraba repugnante, sin sentido.

En un instante, me inmolé y fui uno más,
sin cesar de repetirme que no olvidara nunca, nunca,
la candidez y emoción que sentía nadando
en las aguas de montaña que abandonaba.

En las siguientes paradas
solamente he hallado
halitosis más pronunciadas
que, muy lentamente,
han ido tupiendo el sendero
que conduce al manantial.



​

 

La vida es una carrera de obstáculos y un proceso de endurecimiento constante. El paso de la infancia a la adolescencia es el primer "montículo". En mi caso fue muy bien recibido, pero cada vida es diferente. Hermosas y sinceras letras. Un placer de lectura, Javier. Abrazos, amigo.

 

La vida es tal y como dices, Luis, y debo añadir que nunca me he sentido preparado para afrontarla como es debido. Soy un flojeras, no me da ningún pudor reconocerlo, en la Edad Media me hubieran fulminado rápidamente. Mi única misión siempre ha sido, y es, vivir en un entorno agradable con personas que aprecio y pasar desapercibido.
En realidad pienso que nací programado para ser niño y nada más, el resto me viene demasiado grande y violento.... pero ya que estamos por aquí se hace lo que se puede.
También opino que traer al mundo a alguien, aunque solamente pueda disfrutar la infancia, es el mejor regalo que se pueda ofrecer.
Y después de esta confesión, padre Luis, agradezco mucho su interesante y grato comentario.
Recibe un gran abrazo, admirado amigo.
Javier

 

Ufff, "afrontar la vida como es debido" ...¡lo que acabas de decir, amigo!. Creo que ni aunque las personas viviéramos veinte vidas sabríamos hacerlo de manera medio correcta, no me creo que exista nadie que no se arrepienta de un montón de cosas.
Ser un animal humano es muy difícil, y la niñez debería ser una etapa muy feliz, ... además es fundamental para el desarrollo futuro del individuo, (por desgracia no siempre es así). Seguramente si todos los niños fueran felices y educados de buena manera el mundo sería mejor.

En fin, que yo te absuelvo de todos tus pecados, hijo . Siempre un verdadero placer leerte y charlar contigo, Javier. Un fuerte abrazo amigo.

 

Claro que lo recuerdo, Isabel, ¿cómo no?, con el excelente recibimiento y trato que recibí de vosotros. Mira, ahora echo de menos en ese foro a Luz Gento que escribe de fábula y daba mucha alegría. Debo agradecerte especialmente a ti lo mucho que siempre me has arropado y animado llevándome de la mano a desafíos como este, o los tensones en su tiempo, etc....
Estas letras, por ejemplo, son gracias a ti. No tenía ni idea de como enfocar el tema de la infancia, ni que tipo de poema intentar. Hace bastante que no escribía nada y tampoco tenía muchas ganas, no ve veía capaz. Pero como dijiste que a veces hay que escribir por decreto, pues nada, eso hice, y me centré en el momento del adiós a esa etapa.
Debo confesar que estiré mi infancia más allá de lo razonable, y era plenamente consciente de ello, pero me resistía a dejar esa manera de pensar. Por eso digo fui un cobarde, por dejarlo en la estacada, por darle la espalda en aquel momento concreto y sumarme a otra línea de pensamiento que por edad me correspondía, por no ser considerado el tonto del barrio..... aunque, quien sabe, quizá hubiera sido todavía más feliz.
En fin, como siempre, no se sabe como acertar..... y no podemos ir por dos caminos a la vez.
Un enorme abrazo, Isa, y felicidades de nuevo por este espacio para todos que lograste conseguir y en el que es un privilegio participar, gracias.
Javi

 

De cobarde, nada (aunque entiendo lo que quieres decir), avanzaste.
Y aquí te tenemos, aún sabiendo discernir y reconocerte, ya quisieran algunos valientes...
Pues nada, Javier, que me ha encantado leerte y me alegro mucho de que te fuerces a escribir porque te salen unos resultados espléndidos.
Un fuerte abrazo,
Eva

 

La infancia es el confort ,a todos nos cuesta dejar ese cálido refugio, mi paso de la infancia a la madurez fue un salto de gigantes, de un día para otro me tuve que enfrentar a la realidad , pero siempre guardé en mí un poquito de aquella infancia que la muerte me arrebató llevándose a mi madre siendo una niña, crecer es vivir , tenemos explorar caminos con días horribles y días hermosos, quedan los recuerdo del niño que fuimos que estará siempre ahí
Un abrazo me ha impactado tu poema


Carmen

 

De perorata nada de nada, Ligia, al contrario, me ha encantado tu comentario, te lo agradezco muchísimo.
La infancia tampoco es un paseo de rosas, al menos en mi caso, pero tiene la magia de un planeta inexplorado, virgen, lleno de emociones, de sorpresas malas y buenas que vamos disfrutando o sorteando con los ojos muy abiertos. Creo que ahí desarrollamos nuestra vida interior, esa que nos lleva a ser lo que somos. Abandonar la infancia fue dejar ese planeta y pasar a otro ya poblado y contaminado.
No quiero extenderme más, que este tema da para mucho.

Te envío de vuelta un gran abrazo de niño a niña con muchas sonrisas.
Javier

 

"Resistiré".... esa canción que se puso tan de moda en el confinamiento, es lo que me repetía una y otra vez cuando tuve que dejar de actuar y manifestarme como un niño.
Y aquí estamos..... a trancas y barrancas por el mundo adulto, pero sigo disfrutando de aquél niño y sus ocurrencias gracias sobre todo a tener la suerte de que unos cuantos "ángeles de la guarda" me acompañan por el camino.
Muchas gracias, Eva, por tus siempre alentadores comentarios.
Un enorme abrazo.
Javier

 

Estimada y admirada Carmen, no sé qué hubiera sido de mi si hubiera tenido esa pérdida tan temprana, no lo puedo imaginar.
La mía fue siempre el oasis en una infancia turbulenta, era quien ponía, sin aspavientos, algo de sentido común a todo lo que ocurría y fue también la que mantuvo la familia unida más tarde, según íbamos creciendo los cuatro hermanos. Aunque ya no está, sigue siendo el faro, es una inagotable compañera de viaje.
Ella creó esa sensación de confort que dices y que se extiende mucha más allá de la infancia.
Un enorme abrazo, Carmen, y muchas gracias por tu presencia y tan emotivo comentario.
Javier

 

Cuesta dejar de ser niñ@, es difícil esa primera transición, la pubertad, adolescencia...ir pasando etapas..vamos cambiando y ese pequeño niño que llevamos dentro se va disipando en las tinieblas de la vida querido Javier, pero tú lo dices con lirismo y emoción y ha sido para mí muy placentero el visitarte. Besos para ti con admiración y cariño...muáááckssss

 

Ya lo creo que cuesta dejar de ser niñ@, mucho. En mi caso veía muy clara la barrera que debía cruzar y nunca quería, retrocedía hasta que no tuve más remedio. Y en las siguientes etapas también....... así que siempre llego tarde a todo, ¡qué hombre este!
Muchas gracias por tan cálido comentario, Isabel, besos también para ti con la misma admiración y cariño.
Javier

 

Estimado Javier, no sabes cómo me duele tu poema. Es que me recuerda mi profundo asco a esa actitud humana -no menos dañina por repetida- de convertir a la infancia en un error o en un insulto; será que como docente toda mi vida estuve en contacto con la niñez y de ella escuché y vi: las palabras más sabias y las acciones más nobles. Creo que cuanto más pequeña es una persona, menos contaminada está de los prejuicios sociales que dividen y llevan hasta a las violencias más atroces. El sistema contaminado de hipocresía en el que vivimos tendría que ser cambiado por uno infantil, el más infantil posible. Gracias por compartir tu experiencia, y sigue, por favor, recordando esa candidez y esas emociones que te hacían feliz, es lo único del pasado que nos sirve para seguir aelante. Abrabesos en tu corazón.

 

En este poema solamente he intentado definir como fue mi despedida de la infancia, tal cual, sin adornos. Y sí, fui un cobarde, un auténtico cobarde, porque sabía que me estaba traicionando, que renunciaba a unos principios por salir adelante e integrarme sin llamar la atención. Debía ser, y fui, un hipócrita más. A eso le llamamos crecer, aunque en realidad pienso que, justo ahí, empezamos a encogernos.
Estoy totalmente de acuerdo contigo con lo del sistema. Resulta que a todos se nos cae la baba con los niños por su naturalidad y, sin embargo, debemos comportarnos con cierta maldad y astucia (todo lo contrario que ellos) para no sufrir el escarnio de la sociedad. ¡Qué cosas tan raras!
Intentaré seguir siendo cándido dentro de lo posible. Para mi todo el mundo es bueno hasta que se demuestre lo contrario. Se puede vivir buscando continuamente tres pies al gato, a la defensiva, pero eso no merece la pena, sería como vivir en una perpetua calima, en un ambiente enrarecido y crispado.
Muchas gracias, Ropitella, por tu visita y tan interesante comentario.
Un fuerte abrazo.
Javier

 

Te entiendo perfectamente y lo escribiste tal cual. Niñez, adolescencia y una sociedad que se empeña en marcar a las ovejas de por vida para que no se salgan del redil.
Lo bueno de ser raro, a cualquier edad, es que al final te dejan un espacio; lo mejor de los rediles, poder escapar y soltarle cuatro frescas al pastor que se atreva a intentar conducirnos.
Hay que huir de las halitosis que atestan los caminos... aun estamos a tiempo.
Cómo son los tiempos; yo cuando era niño creía ser más adulto que cualquiera de mis amigos, y ahora soy el más niño de todos los que conozco, je, je. Desfases llevaderos.
Un placer leerte, Javier, y a por los senderos que vuelvan a llevarnos al río y a nuestra propia montaña. Ellos nos esperan.
Un abrazo.

 

Me alegra y reconforta mucho tu comentario, Alonso. Cuando escribía esto pensaba.... "alguien tiene que haber vivido ese paso de la misma manera, con la misma certidumbre del momento y su trascendencia".
Muchas veces he pensado que de niño ya era mayor. De hecho, a mis casi 60 años, no creo haber cambiado demasiado mi manera de sentir y pensar, otra cosa es actuar. Puede ser también que me falte un hervor, como vulgarmente se dice. Si es así, me alegro enormemente de ello.
Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices de la sociedad y lo de ser raro, si señor, y aunque cuesta bastante, al final se consigue ese espacio donde respirar.
Un verdadero placer charlar contigo, Alonso, y claro que sí, a cuidar y despejar esos senderos que conducen a nuestra verdadera identidad.
Un abrazo.
Javier

 

Tan bello como triste y real, querido Javier.
Un gran poema. Me emocionaste. Un abrazo, compañero.

 

Pues sí, admirado compañero, tendrá que ser así, parece que no queda otro remedio. He intentado reflejarlo tal cual lo viví, sin ningún tipo de alarde o exageración.
Muchas gracias por tu presencia y comentario que siempre son un lujo, Andreas.
Un fuerte abrazo.
Javier

 

Llevas toda la razón, Sergio, no cabe duda. Pero en mi caso, sólo para salir de la niñez fui consciente del drástico paso que debía dar, el resto ha sido, por así decirlo, un dejarse llevar.
Gracias por dejar tu huella y siempre acertados comentarios.
Un abrazo.
Javier.

 

A veces traspasamos una puerta y, sin pensar, en vez de dejarla entreabierta, la cerramos al pasar. Y dificulta el volver la vista atrás, retomar el sendero de los sueños que nos lleve a las aguas limpias y frías de la montaña. Tiempos que pasan, situaciones que nos hacen madurar, dicen y nos enseñan a engañarnos a poner disculpas y a construir un mundo que no amamos.
Versos reflexivos, que se escriben con el corazón.
Un placer su lectura. Un cordial abrazo.

 

Qué bien lo explicas en tu comentario, Luis....

"....Tiempos que pasan, situaciones que nos hacen madurar, dicen y nos enseñan a engañarnos a poner disculpas y a construir un mundo que no amamos.

Yo al menos siento o he sentido el transcurrir de mi vida tal y como dices, con esa sensación.
Muchísimas gracias por poder disfrutar de tu huella en este espacio.
Un enorme abrazo.
Javier

 

Creo que el truco que descubrimos al crecer, que por cierto es un acto tan inevitable como necesario, que no requiere resignación sino aceptación, es no abandonar la propia esencia, el niño interior, eso que nos define y nos hace únicos. Que nos da las herramientas para manejarnos en un mundo hostil. Y es muy difícil ser diferentes en un universo que tiende a igualar, a uniformar, a hacer sentir de manera horrible a quien pretende salirse del rebaño.
Encuentro grandes verdades en tus palabras y celebro los poemas que ayudan a pensar.
Un abrazo,
espero que sigas escribiendo, yo sigo feliz por tu premio al poeta del mes y te deseo un estupendo fin de semana.

 

Yo también opino que ese es el truco, Cecy, no abandonar nunca al niño que fuimos, tenerlo presente aunque actuemos como adultos, que es lo que somos. Una buena forma de conseguirlo mientras nos hacemos mayores, creo que es convertirlo en nuestro amigo imaginario, hablar con él de nuestras cosas y escuchar sus opiniones y querencias. Y ya puestos, claro, consentirle alguna niñez de vez en cuando para que siempre esté con la sonrisa a nuestro lado
Me alegra mucho que te sientas feliz por mi premio..... y también me alegra tu presencia, porque siempre me regalas un interesante y grato comentario, muchas gracias.
Con cariño, un fuerte abrazo.
Javier