Olvido I.

Y me dejaste sola en el desierto inmenso,
carne para coyotes y serpientes de arena.
Las noches eran frías, sólo lunas de pena
brillaban en mi angustia de tiritar intenso.

Mis hijos, vocecitas, brillaban en lo denso
cual luces de luciérnaga y me volvían serena,
les contaba mil cuentos, les cambiaba la escena
y hacíamos vergeles y oasis en consenso.

El sueño era la noche, me despertaba el día,
y hacía mil labores para olvidar tu ausencia
mas me sentía coja y manca sin tu ciencia.

La soledad quedóse para suplir tu hombría,
la vida se hizo plana con sus colores fríos.
Por fin llegó el olvido y hoy los días son míos.​

 

Hola Luciana; Convertiste con tus versos el desierto en vergel. Un abrazo. Amadeo.

 

Gracias, querida Isabel. Un abrazo solidario.

 

Amadeo, que amable tu comentario. Gracias. Un abrazo.

 

A todo se acostumbra uno... el tiempo hace milagros.
Un abrazo.

 

Así es, Eratalia, a veces es por bien. Gracias por tu amable comentario. Un abrazo.

 

Si, es una liberación, pero como tarda. Gracias por leer y comentar. Un beso, Sergio.

 

Precioso poema, me ha emocionado, Luciana, muy bueno...

la vida se hizo plana con sus colores fríos.
​

Un abrazo.
Javier

 

Así es Javier, la vida cambia de dimensión, se anula. Gracias por tu amable comentario. Un abrazo.