Eneas

Trepan las mareas intensas
en la bahía de los muertos;
los refugiados en los puertos
dejan llover penas extensas.

Tierra adentro exsite un desierto
más largo cuantas más ofensas;
probará un río tus defensas
más si no bebes habrá un huerto.

Si tomas de las flores claras
el fruto y ofreces al juez
lo mejor del arte y la vida,

si gravemente no erraras
vivirás eterna niñez
en aquella lar escondida.​

 

En aquella lar escondida
que parece estar incrustada
en mapa del sur, extraviada,
habita el caimán de mi vida.

¡Qué lejos! pensé sorprendida
es que son seis mil la tirada,
kilómetros , digo angustiada,
tal vez yo no vaya en mi vida.

Ahora en avión es muy poco
son nueve horas, menos que un día
pensar en volar, ¡qué alegría!

No sé para que me sofoco
en junio son mis vacaciones
y el frío hace allá por montones.

Son solo ilusiones.
Es más agradable en un sueño
encontrarme a ese sureño.
​

¿Sabes?, Cirhian, la palabra lar es masculino; el lar, pero yo me fui con la finta y ya que había escrito el soneto me di cuenta. Saludos.​

 

Retales.

Habrá que escribir nuestra historia
retazos de mucha alegría
hilvanados con compañía
retales en nuestra memoria,

formados de letras en verso
cadenas de suaves sonrisas
que a veces remontan a risas
y a luego mensaje perverso

que cambia a colores intensos
a veces de tonos muy rojos
que suelen causarme sonrojos.

Y en medio de temas tan densos
aflora en tu voz la ternura
como gota de agua muy pura.
​

 

Del tiempo la risa.

Los versos vacíos me duran
entonces el ansia los llena,
pero quieren ser solo pena
pues ya los de amor no maduran.

Me quieren surgir y me juran
que tú has de venir cuando plena
sonría la luna serena
que ya será pronto, me auguran.

Mas oigo del tiempo la risa
que viene y se estira cantando.
Me invita a bailar, vacilando*.

¡Te vas a acabar, mas no hay prisa!,
lo reto, aunque sé que yo pierdo.
Mi verso será del recuerdo.
​

Vacilando: Engañar, tomar el pelo, burlarse o reírse de alguien.

 

Buscando tu voz.

Buscando tu voz, que es delicia,
me pierdo en caminos redondos.
Se enroscan en vueltas orondos
y crece mareo que envicia.

Mareo que aturde, avaricia
de mi alma que busca los hondos
crujidos de amor que en tus fondos
construyes, fulgente caricia.

Caricia que busca el deseo
que inflama mi cuerpo y mi mente
y trémula vaga demente

buscando tu voz. Forcejeo,
invoco a los hados nocturnos
y solo me ven taciturnos
​

 

Buscarte es hábito nocturno.
Veré un espectro vespertino
que creo es pájaro divino
en mi recámara de turno.
Y en tanto fango me embadurno
que es barro el túmulo en que estás.
A veces, digo que jamás
revolveré un recuerdo intacto,
pero en el vaso hay putrefacto
licor que orina Satanás.​

 

Arrebol

Tal vez ya no vuelvas jamás,
tal vez esta historia repita,
tu lumbre pues, ya no crepita,
de nuevo el invierno, ¿qué más?

Es solo otra fase en la onda
a veces la sima se alcanza
mas hay que seguir esta danza,
plantarse con fe, tan oronda.

La vida se rompe y vacía
y la soledad que es tan fiel
comparte conmigo su hiel.

Mas luego vendrá la alegría
porque hay muchos ojos sonrientes
solo hay que cambiar los orientes.

Ya luego lo sientes
que cada mirada es un sol
y vuelve a brotar tu arrebol.​

 

Brilla el puñal, y es un farol
el delator de oportunistas
cuando la noche tiene aristas
de una pasión en descontrol.
A un corazón en el formol
de la vejez, el odio incita
a reclamar una maldita
cobranza en deudas del amor.
La sangre no tendrá el color
que brinda una mujer bonita.​

 

Remolino.

Pues mire señor, no me excita,
el canto que canta su boca,
que no me resuena, estoy loca
por esa otra voz que me grita.

Que grita de allá en mi pasado
y suena y resuena el recuerdo
y yo por su ausencia me muerdo
me muerdo y mi voz es sangrado

de insano recuerdo que fluye
en círculo de un remolino
y por recordarlo me amohíno.

Es esta visión que me ocluye
cualquier sentimiento de amor
pues todo rebosa el dolor.

Es un estertor
que tiembla en mi pecho llorando
y yo me pregunto, ¿hasta cuando?

​

 

Crispó el puño sobre algo blando.
Creyó que sus resecos dedos,
la proyección de tantos miedos
eran, en un confín sin cuándo,
ni dónde, ni secuaz, ni bando.
Estaba solo, ciego y tieso,
cual maqueta de fibra y yeso
en un desván oscuro y frío.
Y era una fosa su atavío,
anunciándole su deceso.​